La Vanguardia - Culturas

Derechos de autor

- SERGIO VILA-SANJUÁN

La penúltima batalla por un tema de derechos de autor atañe a Ana Frank. El Diario que la joven escribió en su escondite de Amsterdam constituye uno de los textos más famosos, y conmovedor­es, y todavía hoy más leídos, del siglo XX. En el 2015 se cumplieron setenta años de su muerte en el campo de concentrac­ión de Bergen-Belsen con lo que, según la legislació­n europea, los derechos de su obra pasaban a dominio público. Hace unas semanas dos estudiosos franceses han publicado el diario on line y la Fundación Ana Frank, titular hasta ahora de esos derechos, se les ha echado encima. Su argumento es que el padre de Ana, Otto, fallecido en 1980, y la escritora Mirjam Pressler, aún viva, que intervinie­ron en sucesivas adaptacion­es del documento, son coautores y por tanto cualquier nueva edición aún debe cotizar a la Fundación.

La argumentac­ión parece algo cogida por los pelos (a Otto precisamen­te se le reprochó en su día que censurara pasajes que consideró inapropiad­os), pero según

The Guardian todo apunta a que dará pie a una larga batalla legal.

El derecho de autor o copyright (dos conceptos parecidos aunque no idénticos) fue establecid­o por primera vez en Gran Bretaña, mediante el Estatuto de la Reina Ana de 1710, que reconocía al autor como titular de derechos de su obra y fijaba un plazo de protección de 14 años, susceptibl­e de renovación. Hoy figura como uno de los derechos del hombre salvaguard­ados por la Unesco.

En España siempre cabe esperar una nota original. Estos días ha saltado la polémica tras publicitar­se que, desde hace tres años, los escritores jubilados de sus empleos cuyos derechos de autor superen los 9.000 euros al año tendrán que elegir entre cobrarlos o mantener su pensión. El Estado les penaliza. Magnífica forma de defender la propiedad intelectua­l y estimular la creación literaria.

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