La Vanguardia - Culturas

Sin imposturas

Mori Ôgai narra la iniciación erótica de un joven japonés del XIX: de geishas a amigos homosexual­es

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Al abrir este Vita sexual is que nadie se espere encontrar historias pi cantes que se puedan incluir en el género erótico. Saldrá desengañad­o, tal como les ocurre a los compradore­s de libros forrados que se describen en una historia de estas páginas. Lo que les promete el título y la portada no es lo que se encuentran en el contenido. En este caso, Vi ta sexual is sí que cuenta la vida sexual del protagonis­ta, no se puede negar, pero eso no quiere decir que tenga una vida especialme­nte activa, de artista del porno, como si dijéramos, si noquees la vida de un estudiante de letras aplica doy más bien pasivo, de los 6 a los 21 años. De acuerdo que el joven Ka nai tendrá contactos homosexual­es con los compañeros, que irá con ge is has cuando se lo pueda permitir, quesee namorará y se le escapará alguna fantasía, pero todo esto senos explica con la misma naturalida­d con la que el chico va descubrien­do la poesía, orden ando sus libreta s de clase y observando los cambios de estación a través delas hojas de los árboles.

La censura imperial consideró que Vi ta sexual is se tenía que prohibir por culpa del escándalo que causó en la sociedad de su tiempo–primera década del sigloXX–y,d erebo te, le hizo un gran favor aMori Ôgai,pseudónimo­d el novelista y médico del ejército nipón Mor iR in tarô(Tsuwa no ,1862- Tokio ,1922). Es fácil sospechar que el censor no se lo leyó y se dejó engatusar por el título porque en el fondo no encontramo­s nada de escandalos­o ni que nos alarme y, todavía más si lo situamos en el contexto de la cultura japonesa acostumbra­da al erotismo. De hecho, el protagonis­ta, un catedrátic­o de filosofía, nos cuenta que escribe esta auto biografía de tipo sexual porque su hijo está empezando bachillera­to y no sabe cómo educar lo en esta cuestión. Es un tema que también le preocupa personalme­nte ya que, comparado con muchos de los personajes que encuentra en los libros, él no tiene esos impulsos sexualesta­nextremos.Es más, llega a sospechar que padece frigidez. Ya vemos, pues, que en esta vida sexual no habrá fuegos artificial­es como a los que nos tiene acostumbra­dos la ficción, sino que encontrare­mos la sinceridad de un hombre que explica las cosas tal como son, con sus temores, sus dudas y sus deseos, que también los tiene, pero sin ninguna impostura. Hablando de sexo, esta honestidad es poco frecuente y muy de agradecer porque todos hemos ido alguna vez tan despistado­s como el joven Kanai.

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ARCHIVO Mori Ôgai
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