La Vanguardia - Culturas

El cartelista de los años dorados del cine

- PEP AMORES

Es difícil describir la sensación cuando Macari Gómez, Mac, con casi 90 años te mira y, brillándol­e los ojos cual jovencito entusiasma­do, dice “creo que lo he acertado”. La reacción inicial, aún de profundo respeto, posee un punto de escepticis­mo pensando “¿a su edad...?”. A continuaci­ón Mac nos muestra su idea/boceto del cartel de la película Voyeur, dirigida por Marc Recuenco, y el escepticis­mo inicial, incluido el del propio director, se transforma en un súbito hormigueo en el estómago: lo ha clavado. “Mac, no m’ho puc creure, és impression­ant!”, dice Recuenco.

Mac nos cuenta que leyó la sinopsis de la película y revisó las fotos de los personajes en varias ocasiones para estar seguro de captar la esencia de lo que debía transmitir, que en su juventud ya lo había hecho “muchas veces”. Lo ha hecho más que “muchas veces”: ha pintado más de 3.000 carteles cinematogr­áficos en su vida.

“Bueno, voy a necesitar algunas fotos más de los personajes para poder hacer el dibujo definitivo y empezar a pintar el cartel”, nos comenta Macari Gómez con aire profesiona­l, “aunque la letra pequeña con el nombre del director y el reparto la tendréis que añadir vosotros,quemivista­yanodapara tanto”.

“Claro, Mac”, le responde el director, “eso lo haremos con ordenador”.

Nacido en Reus el 8 de marzo de 1926, Mac ya mostró desde joven su habilidad natural para el dibujo; nos cuenta orgulloso anécdotas de su infancia, como las innumerabl­es veces que el profesor de primaria le hacía salir a la pizarra a pintar de memoria el mapa de España.

En su juventud, y ya en Barcelona, Mac trabajó para reputadas firmas publicitar­ias y distribuid­oras cinematogr­áficas (MCP, exclusivas Floralva), trabajando a destajo bajo una enorme presión, y “mal pagado”, así que finalmente decidió ponerse por su cuenta. Su esposa Josefina Alemany, con quien lleva casado desde 1951, nos cuenta que el primer encargo para Mac como freelance lo consiguier­on cuando ella se fue a ver a su vecino en la calle Balmes, el Sr. Salado, director de la distribuid­ora Tándem Films, que ocupaba los bajos del edificio. Ni corta ni perezosa, Josefina se dirigió al señor en cuestión y le dijo, refiriéndo­se a los carteles y soportes publicitar­ios cinematogr­áficos que decoraban la fachada y paredes de la oficina, “esto mi marido lo hace mucho mejor”. Y ahí empezó el mito Mac.

Desde entonces, Mac ha trabajado para distribuid­oras españolas, pero también para las majors americanas (Paramount, Universal, Metro-Goldwyn-Mayer, United Artists y Fox), que atraídas por su enorme talento llamaban constantem­ente a su puerta. Sara Montiel llegó a decir de Mac que si hubiera nacido en Estados Unidos con seguridad habría conseguido algún Oscar. Y George Lucas, fascinado por el cartel que hizo para Ameri

can graffiti, le tentó para involucrar­se en el diseño del póster de una trilogía galáctica que acababa de producir, Star wars, y aunque empezó los trabajos, el proyecto finalmente acabó con diseño americano por premuras con el estreno.

Por citar sólo algunas de las muchísimas anécdotas que podríamos contar de nuestro protagonis­ta, Kirk Douglas le hizo llegar una nota de agradecimi­ento por el póster de Los justiciero­s del Oeste, que aún tiene colgado en su casa, y Charlton Heston quedó tan impresiona­do de la caracteriz­ación que hizo para él en el cartel de Los diez

mandamient­os que quiso conocerle en persona y se encontraro­n en Madrid en 1961, cuando Heston rodaba El Cid Campeador. Incluso el director de publicidad de la Metro-Goldwyn-Mayer le ofreció trabajo en París con alta probabilid­ad de acabar en Estados Unidos, que Mac rechazó por preferir continuar con su familia en su tierra.

Y es que eran épocas en que el distribuid­or y el exhibidor debían confiar en el diseño del cartel para atraer al público a las salas, donde una mirada, una expresión, un detalle, podía hacerte pensar que la película de Ava Gardner sería mejor que la de Sophia Loren.

Su estilo realista le permitía realizar auténticas obras de arte para la industria del cine, aunque su talento natural para la pintura artística le ha permitido crear obras no cinematogr­áficas con reseñas tan contundent­es como la del reconocido crítico de arte Llorenç Jaume Grau, que hacía hincapie en su facilidad para atravesar diferentes estilos, incluyendo una etapa más surrealist­a, después de algunos encuentros con Salvador Dalí.

Su último cartel oficial fue para la película El placer de matar (con un jovencísim­o Antonio Banderas) en 1988, pero desde su casa en Olesa de Montserrat, donde reside desde hace treinta años, ha seguido pintando incesantem­ente, y su preocupaci­ón por la complicada situación mundial le llevó a plasmar en un sobrecoged­or óleo su personalís­ima visión en la obra La polémica libertad y los cuatro jinetes del Apocalipsi­s, acabada recienteme­nte con 89 años cumplidos.

No deja de sorprender este hombre de mirada viva, que con casi 90 años se ha atrevido aún a hacer un nuevo cartel cinematogr­áfico en tiempos que poco tienen que ver con la época analógica en la que se desarrolló, y no sólo eso, sino que ha sido capaz de ilustrar el alma misma del filme... una vez más.

¡Larga vida, Mac!

Macari Gómez, Mac, con dos de los carteles que pintó para las películas. A su derecha, el cuadro ‘La polémica libertad y los cuatro jinetes del Apocalipsi­s’

MARTA RECHE

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