La Vanguardia - Culturas

“Me reconozco en el Pijoaparte deMarsé”

Panorama des del pont El teatro Romea estrena uno de los títulos clásicos de Arthur Miller. Hablamos con su protagonis­ta, Eduard Fernández, y repasamos la obra del gran dramaturgo americano

- ALBERT LLADÓ

Eduard Fernández (Barcelona, 1964) llegó al mundo del cine a finales de los años noventa gracias a

Los lobos de Washington, el filme de Mariano Barroso. Pronto se habló de su mirada, de cómo es capaz de hablar sin hablar, de sus sutiles gestos. Por Fausto 5.0, de La Fura, ledieronel­primerGoya­enel2001. Dos años más tarde, fue la película

En la ciudad, de Cesc Gay, la que le permitió llevarse una segunda estatuilla. Pero el actor llevaba una mochila importantí­sima a sus espaldas. Había trabajado ya con algunos de los nombres más importante­s de la escena en una Barcelona en plena efervescen­cia creativa. Lluís Pasqual, en 1993, decide ofrecer el papel protagonis­ta de Rober

to Zucco, de Koltès, a un joven que prácticame­nte no había hecho nada de texto. El montaje del Lliure aúnserecue­rda.Hoy,cadavezmás convencido de que el escenario es su verdadero hogar, el actor interpreta en Panorama des del pont a Eddie Carbone, un inmigrante italiano, en los Estados Unidos de los añoscincue­nta,quesedebat­eentre el honor y la pasión. Comienza estudiando mimo y actuando en el café-teatro El Llantiol. ¿Esa primera formación le ha servido para su trabajo posterior? En teatro, sin ninguna duda, sí. Son cosas pequeñas muy difíciles de nombrar. Queda impregnado en uno algo en el cuerpo, en el gesto, en la forma, en el tempo… Sí que me ha ayudado. Me gusta sorprender­me ami mismo en ese sentido. Sus inicios están ligados a Els Joglars de Albert Boadella. ¿Cómo recuerda aquella época en Barcelona?

Boadella es uno de los directores más grandes con los que he trabajadon­unca.Fueunaépoc­aconmucha creativida­d, se olía mucha alegría, ilusión. Ahora todo está mucho más institucio­nalizado. Todo es más políticame­nte correcto. O incorrecto, pero sólo un poquito. En ese sentido, es muy triste. Ahora hay menos libertad íntima. Esa

corrección catalana… La tenemos. Lecoq defendía que decir un texto o expresarse físicament­e forman parte del mismo aprendizaj­e. Usted pasa del mimo a Koltès… Lluís Pasqual se arriesgó mucho escogiéndo­me para Roberto Zucco. Me costaba. Supongo que optó por alguien que parecía que venía de la calle en vez de algo mucho más actuado… Me acogió yme cuidó mucho. Nunca lo olvidaré. Luego le llama Calixto Bieito para hacer de Felip el Bastard en ‘El rei Joan’. Asegura que sintió miedo. Me pidió que me aprendiera un monólogo. Fui a casa y pensé que era incapaz. Le dije que no podría hacer ni la prueba. Me invitó a un café yme convenció. Después de interpreta­r a Shakespear­e, Beckett o Molière parece que hay un momento en que su carrera se reorienta hacia el cine. Con ‘Los lobos de Washington’ le nominan ya al Goya como mejor actor revelación. Hice muchos castings. Iba a Madrid, me pagaba el billete cuando no tenía ni un duro, y no te decían ni hola. Pero con Barroso comienza todo. Alguna vez, sin embargo, ha dicho que para ganar un Oscar “no hace falta ser ni siquiera actor”. ¿Qué le atrajo del cine? ¿Por qué ahora vuelve a estar más interesado en el teatro? Me gusta mucho el cine. Pero esa ilusión por rodar, sólo por rodar, ya no es suficiente. Antes, sólo con ver la cámara, te sentías como un niño… Ahora que me he hecho mayor,medalasens­acióndeque­ellugar más adecuado para desarrolla­r la profesión de actor es el teatro. Uno de los personajes que más le ha marcado es Pere Casaldàlig­a, a quien dio vida en ‘Descalzo sobre la tierra roja’, en el 2014. Conocer a Casaldàlig­a fue uno de los grandes regalos de mi vida. Ha sido fiel a su discurso absolutame­nte cada día de su vida. Demuestraq­uesepuedes­erhonestoy comprometi­do. Es un ejemplo. Es un Jesucristo menos famoso. Hay algo casi místico en él. Tiene una hija, Greta, que es actriz. ¿Cómo ve la profesión en el 2016? ¿Existe, en la actualidad, cierta homogeneiz­ación en el teatro? Cuando los poderes publicitan las cosas, publicitan lo que quieren. A mí siempre me ha gustado estar al margen de la política para que no se aprovechen. No soy especialme­nte mediático. Ha vivido a caballo entre Madrid y Barcelona. ¿Cómo vive el denominado ‘procés’? Hayquecome­nzarahabla­rconnatura­lidad. Tal vez te la juegues un poco… Podría ser. Es verdad que estoy más cerca de Ada Colau que de otros. Es así. Pero básicament­e lo que me gusta es la libertad, la

mezcla, yme reconozco en un gran personaje de Marsé, el Pijoaparte, que es un charnego. Hablemos de ‘ Panorama des del pont’. Lo que hace Arthur Miller en la obraespone­rendudaeli­dealdelsue­ño americano. Cuando alguien crea una imagen crea la contraria. Sin duda es la granobrade­lantisueño­americano. Y Eddie Carbone es un gran personaje. Es una obra, también, sobre la traición. Miller y Elia Kazan eran amigos. Pero Kazan denuncia a Miller, por comunista, durante la caza de brujas. Luego, cada uno hizo una obra ( Panorama... y La ley del silencio) para explicar los motivos que te pueden llevar a una delación. La inmigració­n es otro de los temas clave.

Veremos muchos componente­s que nos hacen entender qué quiere decir irte a otro país, no tener dinero, ser considerad­o un ciudadano de segunda, trabajar en lo peor… ¿No han desapareci­do del todo los guetos? Yo sé de casos en Barcelona que, por ser inmigrante­s, estando incluso en el mundo del teatro, les marcan un techo y les dicen que de ahí no pasarán. Me parece deleznable. Y ocurre. Y ocurre gracias a gente que conocemos, que es muy cool, y que pasan incluso por progres. Los personajes son estibadore­s del puerto. Aparecen los sindicatos, corruptos. Parece la segunda temporada de ‘The wire’. La obra habla de la otra ley. Para ser civilizado­s, dice Miller, nos conformamo­s con la mitad. Hay otra ley que mide la justicia de otra manera. El amor que siente Eddie por Katie, la sobrina que adoptó de pequeña, puede convertirs­e en una peligrosa obsesión. “Una pasión que se mete dentro, como un intruso”, leemos. La obra se estrena en 1955. ¡El mismo año en que Nabokov publica ‘Lolita’! Hemos querido alejarnos de la imagen de Lolita. El amor de Eddie por la niña es muy grande, muy limpio, muypuro, del cual él no tiene absoluta conciencia. El personaje femenino, aquí, es mucho más ingenuo. ¡Sí! ¡Catherine es absolutame­nte más ingenua que Lolita! Y, sin embargo, luego hay que ver… A todos nos gusta que nos adulen, pero todo tiene un límite. Se habla en la obra, incluso, de “pureza perversa”. La pureza de Eddie es excesiva. Se mezcla con el amor. Llega un momento en que, por un cuestión física, la relación entre padre e hija (aunque él es su tío) se pone en su lugar. Y aquí eso no ha ocurrido. Él está en calzoncill­os cuando ella llega, le abraza… Ninguno de los dos tiene miedo de otra cosa. Lo cual, desde fuera, se ve muy diferente. Catherine ha sido un poco su escultura creada, a la que dedica todos sus sacrificio­s. Eddie se ha hecho a sí mismo. Tiene algo de animal. Es un personaje con muchas aristas… Pero la libertad aparece. Ella tiene que volar, y eso le crea un trauma. Enla sociedad católica en la que vivimos,esoloenten­demosbien.Eso del padre que dice: “Que nadie toque a mi hija”… Pero es que, a la vez, es su fuente de felicidad. Sorprende la mezcla entre lo clásico y lo contemporá­neo. El abogado, Alfieri, habla directamen­te al público rompiendo la cuarta pared. Sí, esta obra tiene algo de teatro griego y, a la vez, de teatro psicológic­o. Están las dos vertientes.

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FOTO: ÀLEX GARCIA Eduard Fernández fotografia­do recienteme­nte en las instalacio­nes de la antigua fábrica Fabra i Coats en Barcelona

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