La Vanguardia - Culturas

Serra de Chardin

- PERICO PASTOR

“Hemos convenido en que existe lo dulce y lo amargo, lo salado y lo ácido, y según esa convención existe el orden. Enla realidad sólo son los átomos y el vacío”

Esta frase, atribuida a Demócri to, la leí hace casi cincuenta años en un libro de química. Me gustó el sabor de“según esa convención existe el orden ”. La convención como barrera ante el abismo, di que contra el ca os. Del alfabeto al Derecho, pasando por el código de la circulació­n, las normas de urbanidad y cualquier sistema de representa­ción plástica. En este terreno se la menospreci­a a conciencia, y ya es dogma que nadie puede seguirla y ser creativo, olvidando dos cosas muy importante­s: una, que las vanguardia­s artísticas han sido creadas por aquellos que jugaron con los límites de la convención, sin pretender eliminarla; otra, que muchos grandes artistas, de Mozart a Balthus, han trabajado muy cómodos dentro de ella, con resultados que no necesitan apología.

Viendo los preciosos retratos que Xavier Serra de Rivera ex pone en Artur Ramon, es un gusto ver cómo su pincelada se recrea en las convencion­es del género establecid­as en los últimos seis siglos, manteniénd­ose a respetuosa y sabia distancia del hiperreali­smo. El retrato nace de la tensión( uso el término a conciencia) entre el autor y el modelo, y es extraordin­ario cuando esa tensión se resuelve con la alegría y la dulzura conque lo hace Serrad e Rivera. Con la misma maestría, más sobria, sedesen vuelve en ese terreno que la convención llama bodegón, ya un mejor, naturaleza muerta, pintando objetos, frutos o rincones de ese estudio de Sant Peremés Baix, al que Xavier a cu de desde hace medio siglo.

Pero es en la gran antesala de la galería donde resplandec­e y demuestra que uno de los lenguaje s del arte no ha perdido un ápice de su capacidad de relatar y sorprender. En una serie de bodegones de frutas sobre bandejas de estaño o de esmalte añejo, el brillo del fruto juega con los mil matices del gris azulado mostrando cómo el color mil veces renovado de la vida se sume en el tenue gris del recuerdo. El bodegón deviene vanitas. Todo ello bajo la mirada serena demediado cena de autor retratos en los que el artista se inclina ante Chardin, otro que no creyó necesario re negar de nada para legar una obra maravillos­a. A él se le rinde explícito homenajeen uno de los bodegones más hermosos que hayan salido del pincel de Serrad e Rivera. Hasta el 31 de mayo, no se despisten.

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