El papel aguanta

A estas alturas ya puede decirse: en la industria del libro no ha ocurrido lo que pasó en la de la música. Ha resistido el tirón digital. El papel aguanta. Según recordaba José Creuheras en la apertura del Foro Edita Barcelona, se ha alcanzado un equilibrio entre formatos en que el papel se lleva el 70% de lectores frente al 30% en digital. Desde el punto de vista económico la diferencia es mayor: la facturación digital está por debajo del 5% del conjunto. En España puede achacarse a la escandalosa laxitud de los poderes públicos respecto a la piratería, pero en otros países europeos con mayor tradición cultural y donde la descarga ilegal está controlada, como Alemania, también representa sólo un 5,3% del mercado.

El e-book ofrece grandes ventajas y contiene sin duda una parte importante de la promesa de lectura en el futuro, pero el libro en papel conserva la costumbre, la comodidad, el tacto, el carácter de objeto y la autosuficiencia. Sospecho que una de las razones de su buen estado de salud radica en que, mientras la tecnología digital despegaba, años noventa del siglo XX, se produjo el mayor boom de literatura infantil y juvenil del último siglo, con la serie de Harry Potter y sus secuelas. Toda una generación creció leyendo libros muy largos en papel. Hoy, la LIJ constituye el primer campo en expansión del mundo editorial, y lo hace en buena medida con libros-objeto, ilustrados, desplegables... De momento no tiene un correlato en el campo digital: en el 2014, frente a 6.450 títulos de ciencias sociales, se editaron en España en e-book 4.034 libros de texto y 1.116 obras de literatura infantil y juvenil (por cierto, el mayor editor digital español es un sello de novela romántica).

Nuestros lectores del futuro sin duda utilizarán con provecho los recursos de la lectura digital, pero siguen entrando en el mundo del libro sobre todo a través del papel.