La maestría de los Madrazo
Tres generaciones de pintores vinculados a Catalunya
Federico de Madrazo recordaba que cuando tenía seis o siete años empezó a dibujar en el estudio de su padre, y que este le daba a reproducir “cabezas grabadas o copiadas del antiguo y de Rafael”. Los niños Madrazo siguieron la vocación y formación de su padre, José de Madrazo, como también harían sus propios hijos e incluso sus nietos. Cuatro generaciones de Madrazo de los que tres son los protagonistas de la exposición Los Madrazo y Catalunya, un recorrido por la historia del arte del siglo XIX y principios del XX, por la vida social y también por la evolución de los gustos artísticos, con los que los Madrazo supieron conectar: todos tuvieron éxito, unos en mayor medida que otros, pero todos ocuparon un lugar preferente en los círculos de su tiempo.
Tanto José de Madrazo Agudo como su hijo Federico de Madrazo Kuntz lamentaron en sus últimos días no haberse podido dedicar más a la pintura, su auténtica vocación, y menos a la gestión cultural. Ambos fueron directores del Prado, el padre incluso fue el primero de los directores-artista, cuando la institución todavía llevaba el nombre de Museo Real de Pintura y Escultura; Federico ya fue director del renombrado Museo del Prado. Esta dedicación da idea de su enorme formación, en la que tuvieron siempre un papel importante los viajes y las estancias en el extranjero. José de Madrazo contrajo matrimonio en Roma con Isabel Kuntz, hija del pintor polaco Tadeusz Kuntz, Federico de Madrazo estudió en París
con Ingres. En Madrid, la hija de Federico, Cecilia, contrajo matrimonio con el pintor catalán Marià Fortuny y Marsal, iniciándose un intercambio muy productivo para todos ellos. El hijo de Marià y Cecilia, Marià Fortuny y Madrazo, asentado en Venecia, también se hizo un nombre como pintor, escenógrafo, fotógrafo y diseñador de modas y textil.
Los Madrazo, tanto en sus residencias en el extranjero como en la casa familiar de la calle Alcalá en Madrid, supieron rodearse de lo mejor de la aristocracia, la burguesía y la cultura de su momento. En la exposición se muestra el boceto que trazó Federico de Madrazo para el retrato de la duquesa de Alba que se conserva en la Fundación Casa de Alba, en el palacio de Liria (1855). También se exponen diferentes retratos de la reina Isabel II y un óleo en que aparece esta con su marido, Francisco de Asís, y la infanta Isabel (1852-1853), también de Federico de Madrazo. Pero los pintores de la familia gustaban sobre todo de retratarse entre ellos, considerando la unidad familiar en su sentido más amplio, casi hace falta un esquema para guiarse entre tantos apellidos idénticos. Llama la atención el retrato que Ricardo Madrazo pintó de Luisito Daza de Madrazo (1900), muerto antes de cumplir dos meses.
La selección de 67 cuadros que se muestra en Barcelona reúne también pintura histórica y religiosa y también de paisaje y costumbrista. Entre estas, destaca uno de los últimos cuadros de la exposición, Interior de la iglesia de la Pace, Roma. La confesión (1867-1868), de Raimundo de Madrazo Garreta. Se trata de una obra inacabada en la que resulta evidente la influencia de Marià Fortuny, tanto en el trazo como en la luminosidad. Raimundo y Marià habían viajado juntos a Sevilla y Granada tras la boda del pintor catalán con Cecilia; la relación entre los Madrazo y Fortuny fue tan estrecha que en La vicaría, de Fortuny, que se conserva en el MNAC, aparecen varios miembros de su familia política, ademásdesuesposa.
Los Madrazo y Catalunya
FUNDACIÓ FRAN DAUREL. BARCELONA. WWW.FUNDACIOFRANDAUREL.COM. HASTA EL 30 DE SEPTIEMBRE