narrativa entre costuras
Cuando se publicó hace más de una década El diablo se viste de Prada de Laura Weisberger (Pensilvania, 1977) pocos podían prever que la obra se convertiría en uno de los grandes best seller de la década y que acabaría abanderando una oleada de narrativa con la moda como protagonista en ese espacio o encrucijada donde confluyen el glamur, la fantasía y algunos de los personajes más odiados de la tierra. El éxito de la serie televisiva Sexo en Nueva York, basado en las columnas de la escritora Candace Bushnell, refrendaba esa atención por la moda a través de las protagonistas de la serie y el imperio de las marcas como leitmotiv. Las top model disputaban la realeza y foco mediático a las estrellas de la pantalla convertidas en heroínas literarias como la protagonista de Tras la pasarela (Candace Bushnell) una modelo que consigue realizar su sueño de convertirse en imagen de la marca Victoria’s Secret, a cambio de un duro peaje.
La irrupción de los blogs de moda ha servido a algunos de trampolín para su salto a la literatura que se ha saldado con más pena que gloria. Mucho más sólidas han resultado novelas como La ladrona de vestidos (Natalie Meg Evans) en el París de los años treinta capitalizado por los nombres de Chanel y otros creadores; Érase una vez Manhattan (Mary Cantwell) y el mundo de la edición de moda en el Nueva York de los años cincuenta o La tienda vintage de Astor Place de Stephanie Lehmann. Por parte española está el fenómeno literario y social de El tiempo entre costuras de María Dueñas o El cielo ha vuelto de Clara Sánchez. Desde un ángulo más corrosivo,
La moda mata (pero no engorda)
de Ramón Fano, Adictas a los zapatos (Beth Harbison) o Loca por las compras de Sophie Kinsella. Y desde una mirada histórica,
El hilo de la costurera de Dagmar Todler ambientada en la Australia del XIX o en la Francia prerevolucionaria y la corte de Maria Antonieta, La modista de la reina
de Catherine Guenne. O en el Kabul de los talibanes, La costurera de Khair Khana de Gayle Tzemach Lemmon.