Los jesuitas de El Salvador
El 6 de noviembre de 1989 el jesuita vasco Ignacio Ellacuría recibía en el Ayuntamiento de Barcelona, de manos de Pasqual Maragall, el premio internacional Alfons Comín “a personas o colectivos comprometidos en la tarea de construir un mundo más justo”. Pocos días después, en la madrugada del 16 de noviembre, Ellacuría, rector de la Universidad Centroamericana, era asesinado en San Salvador junto a cinco compañeros jesuitas, la señora que se ocupaba de la residencia donde vivían y su hija de quince años.
El poeta salvadoreño Jorge Galán reconstruye el crimen y sus derivaciones en la novela Noviembre (Tusquets). Desde las primeras horas tras la atrocidad hay un choque entre la convicción de los jesuitas de que la han perpetrado militares y la versión del ejército de que se debe a la guerrilla. Las presiones sobre el provincial José María Tojeira y especialmente sobre la única testigo; el sucio papel de la inteligencia estadounidense; el patético papel de la embajada española, y el resolutivo del ministro francés Bernard Kouchner; el extraño silencio de Juan Pablo II. La implicación del batallón de élite Atlacatl, con órdenes de la cúpula militar, y la posición finalmente digna y esclarecedora del presidente Alfredo Cristiani, cuyas revelaciones resultan básicas en esta obra, en la que se echa a faltar un análisis valorativo de la teología de la liberación que Ellacuría encarnaba, y algún testimonio de la guerrilla sobre la mediación del sacerdote.
Cuando se está discutiendo la relación entre ficción y realidad, como ha ocurrido estas semanas a propósito de la novela de Elvira Navarro sobre Adelaida G. Morales,
Noviembre nos recuerda que, cuando aparecen personajes reales en una narración, conviene documentarlos sólidamente. Algo que Galán ha hecho acumulando años y entrevistas. Noviembre es una recomendable novela de no ficción de denuncia, en la línea abierta por Rodolfo Walsh en 1957 con Operación Masacre.