La Vanguardia - Culturas

Encuentro Pou-Orella

Dos grandes del teatro hablan sobre ‘Arte’

- NURIA CUADRADO

Ambos están de acuerdo en que el primer sentimient­o que cruza por la cara de Marc cuando ve el lienzo en blanco que su amigo ha comprado creyéndolo una obra de arte es el estupor. Dice Josep Maria Pou que después este se convierte en sorpresa. Y Francesc Orella apunta que luego llega la incredulid­ad. Y le sigue el cabreo. Y la indignació­n. Y la incapacida­d para dar una respuesta. Y la imposibili­dad de decirle al amigo la verdad. A los dos les ha pasado igual. Los dos lo han interpreta­do de la misma manera. Con los mismos gestos. Con iguales sentimient­os. “Cuando vi el día del estreno como se te iba transforma­ndo la cara, me quedé sorprendid­o”, le confiesa Pou a Orella. “Los gestos son esos. Por narices. No pueden ser otros”, le contesta Orella a Pou.

Josep Maria Pou (1944) fue Marcos hace casi dos décadas. Y Francesc Orella (1957) es, ahora, Marc. Dos nombres para el mismo personaje, dos montajes del mismo texto: Arte, la obra más celebrada de la dramaturga francesa Yasmina Reza. Pero, pese a que los sentimient­os son iguales, advierte Pou, “el montaje actual es distinto; sería terrible si se pareciera a otro: cada director y cada terna de actores tiene que aportar su punto de vista”.

Estuvo Pou, junto a Carlos Hipólito y Josep Maria Flotats –quien descubrió el texto, se enamoró de él y lo dirigió–, en el equipo que estrenó Arte en España. Corría 1998 y el montaje que se presentó en el teatro Marquina de Madrid llegó dos años después a Barcelona. Fue un éxito. En las dos ciudades. Ahora, Pou es director del teatro Goya de Barcelona. Y ha programado una nueva versión de Arte: con dirección de Miquel Górriz y una terna de actores que se completa con Pere Arquillué y Lluís Villanueva. “Arquillué me lo propuso y no pude decirle que no: por la calidad de los actores, porque Jordi Galceran ha hecho una traducción al catalán que traslada la acción a Barcelona y porque Arte es ya un clásico contemporá­neo”, explica Pou. ¿Por qué el texto, que se estrenó en París en 1994, es un clásico? FRANCESC ORELLA. A partir del debate sobre el arte contemporá­neo, Yasmina Reza va mucho más allá y habla sobre amistad, sentimient­os, relaciones personales… y esos son temas contemporá­neos y universale­s. JOSEP MARIA POU. Ya había escrito Conversaci­ones en un entierro ,un texto precioso que le había dirigido su amigo Roman Polanski, pero cuando estrenó Arte fue la bomba… F.O. Y eso que la escribió en sólo seis semanas y por encargo para tres amigos actores que estaban en paro. ¿Es el arte sólo un pretexto y no el tema central de la obra? J.M.P. No sólo creo que es un pretexto, incluso pienso que esa anécdota, la del papanatism­o ante un cuadro, es el gran peligro que tendrá que esquivar el texto y que puede hacerlo parecer antiguo. El debate sobre la inutilidad del arte, sobre el lienzo en blanco, se estilaba más hace 25 años que ahora, por lo menos en el mundo de la cultura. Ahora es un debate inexistent­e.

Pero el arte sigue siendo nuestra ma-

nera de explicar y de explicarno­s, ¿no? J.M.P. Claro, el arte es la manera en que reconstrui­mos la realidad para explicarno­s. Además, alguien dijo que el arte también es la necesidad que tiene el hombre de sentirse Dios por un segundo y ser capaz de crear. F.O. Pero más allá de la vigencia sobre ese debate, la obra habla de cuestiones que siempre estarán presentes: de la empatía con el otro, las relaciones de estatus y poder entre amigos… J.M.P. Cuando hacía Marcos, la motivación que más me funcionó para construir el personaje era su miedo… F.O. … Su miedo a quedarse solo. J.M.P. Exacto. Marcos tiene una vida tranquila porque pertenece a un grupo. Pero uno de sus miembros decide tomar una decisión, comprar un cuadro, prescindie­ndo de él. Y esa exclusión le hace sufrir una barbaridad. Casi todas las obras de Yasmina Reza hablan de la soledad, ¿no? F.O. No sólo de la soledad, también de la necesidad que tiene el individuo de pertenecer a un grupo. J.M.P. Ese es uno de los miedos más terribles que tiene que afrontar el ser humano hoy en día.

F.O. Necesita formar parte de una comunidad, ser tenido en cuenta y que se le respete. J.M.P. Y creo que esa necesidad de no estar solo está en la base de que el teatro continúe teniendo público, porque al comprar una butaca también estás comprando compañía y la posibilida­d de compartir emociones con alguien que ni conoces ni, segurament­e, volverás a ver… de reír con ellos y de llorar con ellos. Cuando salgo de una función que me ha llevado al séptimo cielo me dan ganas de abrazar al espectador y también de subir al escenario y follar con los actores, de fusionarme con ellos… Yasmina Reza fue actriz antes que escritora, ¿puede tener algo que ver con su éxito? J. M. P. Claro, porque los actores tenemos un sentido del apalabra dicha en voz alta, sabemos que hay palabras que no hace falta que se digan porque ya se sobreentie­nden.

F.O. Una cosa es escribir narrativa y otra, escribir para teatro. J.M.P. La palabra en voz alta no sólo tiene tres dimensione­s sino que está dicha para ser recibida.

F.O. La intenciona­lidad, los tempos, los silencios… Todo eso es algo que el actor pone.

J.M.P. Un párrafo puede ser sustituido por una mirada o un silencio. Yasmina conoce ese valor y por eso sus réplicas son tan exactas.

F.O. No sólo importa el valor de lo que se dice, también de lo que no se dice. J.M.P. Me estoy dando cuenta de que, aunque cada actor es diferente, tenemos rasgos comunes: ambos somos sanguíneos… Se nos da muy bien poner cara de mala leche. F.O. Es cierto que, aunque en teatro hemos hecho cosas distintas, en audiovisua­l nos han encasillad­o por lo que damos por cámara.

Pou, que ahora está rodando por toda España la adaptación de La catedral

del mar, de Ildefonso Falcones, compatibil­izó las funciones de Arte con el rodaje de la serie Policías; Orella lo está haciendo con el éxito de Merlí.

F.O. Ya hemos grabado los trece epi-

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