Impresionistas en Australia
El paisajismo que plasmo un pais nuevo
De entrada la propuesta puede producir cierta perplejidad. ¿Impresionistas australianos? Pero la exposición de la National Gallery de Londres ofrece al menos tres puntos de gran interés. En primer lugar rastrea la expansión hasta los confines del planeta de la estética impresionista que, desde su epicentro en París, transformó la pintura a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Su influencia impregna el arte escandinavo, llega a Rusia, se extiende por el sur de Europa y por Estados Unidos y, sí, también impacta en la lejana Australia.
En segundo lugar, la muestra explora la relación entre el paisajismo y la construcción de un imaginario nacional en un país emergente. Este tema se ha estudiado a fondo en el caso estadounidense y cómo artistas como Albert Bierstadt, Thomas Cole y Frederick Church reinventan el género co- mo parte de la construcción de una identidad nacional. Esta conexión es también rastreable en los impresionistas australianos. Y en tercer lugar, amplía el foco sobre la plástica australiana más allá del arte aborigen, que es el más conocido internacionalmente. En este sentido es un excelente complemento a la completísima exposición sobre arte australiano que la Royal Academy londinense organizó en el 2013.
Esta muestra se centra en cuatro pintores y un único tema: el paisaje. Los cuatro artistas desarrollaron sus obras entre finales del XIX y principios del XX, adoptaron los preceptos estéticos del impresionismo –plein air, trabajo con la luz...– y mantuvieron relaciones de amistad entre ellos. De los cuatro, dos eran ingleses que llegaron a Australia siendo adolescentes: Tom Roberts, considerado el padre del paisajismo australiano, y Charles Conder; el tercero, Arthur Streeton, era natural de Melbourne y el cuarto, John Russell, de Sydney. Este último es una suerte de verso suelto, porque a diferencia de los otros tres, se instaló en Francia y desarrolló su carrera en Europa, aunque siempre mantuvo contacto con su país natal (un nutrido intercambio epistolar con Roberts, con quien, por cierto, a principios de la década de 1880 viajó por España, donde conocieron a Ramon Casas). Russell fue amigo de Van Gogh –al que retrató–, Monet –su principal influencia–, Rodin y Matisse.
Son los otros tres pintores los que plasman los paisajes australianos. Estos ya habían aparecido en el arte colonial anterior, pero ellos –en un periodo histórico crucial que culmina con la creación de la Federación de Australia– redefinirán el género desde la estética impresionista y con sus obras contribuirán a apuntalar el imaginario del territorio que caminaba hacia su independencia política. En este sentido destacan cuatro lienzos excepcionales: por encima de todos, Fire’s on (1891) de Arthur Streeton, obra de grandes dimensiones que es una las cumbres de la pintura australiana; plasma la construcción de un túnel ferroviario en las Blue Mountains al oeste de Sydney y representa el momento en que un grupo de obreros sacan del túnel a un compañero muerto, escena que el pintor presenció. Las figuras humanas tienen una dimensión de hormigas frente la inmensidad del paisaje rocoso que, trabajado con gruesas pinceladas, adquiere una dimensión casi abstracta. Si en este caso el tema es la ardua conquista de la naturaleza por el hombre, en la otra obra maestra de Streeton, The purple moon’s transparent might
(1896), el protagonismo es para una vista fluvial que habla de la inmensidad
mensidad del paisae australiano. Son también cruciales dos obras de Tom Roberts, Allegro con brio (1885, retocada en 1890, visión de un calle de Melbourne que capta el dinamismo de la emergente ciudad, A break away (1891), escena rural situada en Nueva Gales del Sur con un cow boy que trata de reunir a un reba ño de ovejas. Aquí de nuevo señorea el vasto paisaje midesértico con una paleta de colores muy si milar a la de las obras de Streeton y plasma la luz de Australia. Eso sí, hay un detalle significativo en la exposición: en ninuna de las 41 obras exhibidas aparece un aborigen. Estos pintore que estaban ayudando a forjarel imaginario nacional los ignoraon, igual que la primera Constitución australianade1901.