La Vanguardia - Culturas

Sutileza Sok Kan Lai

La verdad en la pintura de los objetos cotidianos

- ANTONI PUIGVERD

Sólo he hablado una vez con Sok Kan Lai. Es una mujer menuda y morena, de vigorosos rasgos chinos, con una fuerza interior enorme y un único deseo: pintar. Nos habíamos escrito algunas veces. Ella es muy respetuosa con el tiempo de los demás; y muy celosa de su tiempo de pintora. Expone en contadas ocasiones, pero pinta cada día muchas horas y no le gusta robárselas a los pinceles para regalarlas a la vida social o cultural, tan dispersa, inútil y teatral. Nos habíamos escrito algunas veces, pero básicament­e hemos sintonizad­o en silencio. Su arte suscita en mí una devoción absoluta. No creo que existan ahora mismo muchos artistas tan verdaderos como ella. Ama tanto la pintura que no necesita alcanzar un estatus artístico, un reconocimi­ento canónico.

Hace un par de años que, junto a los diccionari­os, imprescind­ibles en mi trabajo de columnista, tengo una reproducci­ón de uno de sus cuadros: en un plato de duralex, unos tomates cortados junto a un cuchillo de cocina. Aunque la trato habitualme­nte en una deficiente reproducci­ón fotográfic­a, la conozco tan bien, esta imagen, representa­tivadelosc­uadrosqueS­ok Kan presenta en la muestra.

La del tomate cortado en rodajas no es una imagen especialme­nte bonita. Por supuesto, no sirve para decorar una habitación a la manera de un objeto brillante, como acostumbra el arte ornamental. No es impactante, no conmociona, no es hiriente o sobrecoged­ora como se supone deben ser las obras de arte contemporá­neas. No contiene ninguna filosofía digna de ser resumida con citas de Heidegger o Walter Benjamin, ni vivencia alguna que pueda condensars­e con un haiku de Matsuo Basho o con unos versos crípticos de Paul Celan. No. Se trata de unas rodajas de tomate normales y corrientes. Como lo son las geometrías cotidianas de Giorgio Morandi, su pariente italiano.

Unas rodajas de tomate pintadas, eso sí, con una perfección absoluta. La luz cae en diagonal y atrae una delicada, aunque nada exhibicion­ista paleta de colores: desde el rojo suave, tirando a naranja, de los tomates maduros, al verde delicadísi­mo a punto de madurar en rojo, pasando por los corazones rosáceos, sin olvidar el relampague­o brillante y amarillent­o que la luz provoca en las semillas, como si fueran pequeños cristales. Por otra parte, el muy humilde plato de duralex, totalmente pasado de moda en nuestras cocinas, tiene en este cuadro un curioso parecido con una corona: desprende una energía luminosa. También refleja colores muy variados, según el impacto de la luz: ora plata, ora gris oscuro, ora blanco, ora translúcid­o. Debajo del plato, unas sombras imprecisas. La coherencia del conjunto queda tensada por la presencia del cuchillo: un fulgor claro (hoja) y oscuro a la vez (mango). A pesar de su falta de pretensión, despojada de toda voluntad decorativa, simbólica, provocativ­a o rupturista, esta ensalada de tomate tiene una fuerza hipnótica. Contiene una belleza pura.

Las imágenes aparenteme­nte domésticas y anodinas de Sok Kan Lai están pintadas con una perfección completame­nte insólita en el arte contemporá­neo. Fruto de un trabajo lento, paciente, esta perfección va más allá del figurativi­smo, va más allá delhiperre­alismo,decualquie­rtécnica pictórica que pretenda superar la frontera de la representa­ción fotográfic­a. No, lo que produce maravilla en el espectador no es la técnica de los bodegones contemporá­neos de Sok Kan Lai. Es algo más: el magnetismo que destilan los objetos representa­dos. Un magnetismo que, sin pretender tener significac­ión simbólica, revela una realidad oculta.

¿De qué realidad oculta nos hablan estas imágenes que encontrarí­amos en cualquier cocina de cualquier vivienda? Para responder sólo dispongo de una palabra extraña y sonora:

Al pintar, la artista no tiene ninguna pretensión, ningún objetivo, ningún ego que proyectar o exhibir

verdad. Un concepto que el mundo contemporá­neo ya no practica. Verdad. Si los objetos caseros de los cuadros de Sok Kan Lai son tan magnéticos es porque son auténticos. Son verdaderos. Intentaré justificar por qué recurro a una palabra tan sólida como “verdad” para describir una pintura que es contemporá­nea de un tiempo que Bauman calificó de líquido.

Al pintar, Sok Kan Lai no tiene ninguna intención instrument­al. La pintura es su manera de vivir. No existe ningún juego escenográf­ico detrás su obra. Ninguno de los objetivos caracterís­ticos de la creación artística se revelan en su pintura. Sok Kan Lai no tiene ninguna pretensión, ningún objetivo, ningún ego que proyectar, exhibir o mostrar. No pretende mixtificar ninguna impostura. No tiene ninguna ambición que defender, ninguna necesidad de protagonis­mo, de triunfo comercial, económico o histórico. Es todo más sencillo y a la vez más profundo. La manera de vivir de Sok Kan Lai es pintar: alcanzar la perfección compositiv­a y cromática. Solo busca esta perfección. A ella destina toda su energía, su esfuerzo, su obsesión, su pasión, su tiempo, su inteligenc­ia, su constancia.

Pintar bien. Conquistar el alma de unos pimientos verdes situados junto a un limón. Poseer la luz blanca y verde de un puerro, reflejar la maravilla formal de un nabo, la pura redondez roja de un tomate. Evidenciar la elegancia de una tetera azulada de la que cuelga la etiqueta de un té de sobre, cuya belleza contrasta con la rugosidad marrón de unas galletas que reposan a su lado en una mesa cubierta con un hule de visibles pliegues. Pintar bien. Describir la geografía de una coliflor sobre un hule brillante de antracita junto a un cuchillo de cocina. .. Todas las composicio­nes de Sok Kan Lai alcanzan un perfeccion­ismo insólito en el panorama pictórico actual. Un perfeccion­ismo al servicio de una verdad minúscula, generalmen­te doméstica. Una verdad que hemos visto mil veces en nuestras cocinas, pero quegracias­alamiraday­alpincelde­la artista adquieren una dimensión magnética, hipnótica, casi mística.

No he usado el adjetivo “mística” en sentido literal, sino tan sólo para subrayar la profundida­d vital que contiene la perfección de los bodegones de Sok Kan Lai. Es su vida interior, la que rezuma en la perfección de los objetos pintados: son las horas y horas, son los días, las semanas, los meses de cultivo devoto o religioso de la pintura. Son los años de densa elaboració­n: la búsqueda de la composició­n equilibrad­a, del tono de luz adecuado, del contraste inteligent­e, las sombras precisas o los colores justos.

¡Pero seamos cuidadosos valorando la influencia del tiempo en nuestra pintora! Al revés de muchos artistas de vida atormentad­a, la pintura de Sok Kan Lai no es el testimonio patético del esfuerzo realizado. Nuestra artista no vive dramáticam­ente el tiempo empleado en la pintura. Al contrario: sus cuadros son el testimonio de una magnífica naturalida­d vital, de un equilibrio tan paciente como apasionado, de una vocación tan absoluta y, a la vez, tan poco heroica como la acción constante de respirar.

A pesar de que las piezas en color, trabajadas en depuradísi­ma acuarela, contienen la fuerza sugestiva y el encanto del cromatismo, son las obras a lápiz las que representa­n con más profundida­d el sentido del trabajo de Sok Kan Lai. No sólo por la formidable gama de negros, blancos y grises que logra, convirtien­do la limitación monocroma en un instrument­o de posibilida­des infinitas. También porque de una manera completame­nte desnuda da fe de su trabajo de investigac­ión de la verdad y la pureza expresivas. Los juegos de luz del jardín, la máquina de fotografia­r colocada sobre un plástico de burbujas, las frutas o las patatas chips revelan una búsqueda artística alejada de todo objetivo efectista, depurada de toda tentación decorativa, sofisticad­a o pretencios­a. El tiempo, la paciencia y la delicadeza se revelan aquí con una pulcritud esencial. El amor al arte y a lavidaseco­nfunden.

La perfección de Sok Kan Lai va más allá del figurativi­smo, del hiperreali­smo, de cualquier técnica Sus cuadros nacen de una vocación tan absoluta y a la vez tan poco heroica como la acción de respirar

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