¿Es mejor el olvido?
Tuve el placer de cenar con Kazuo Ishiguro en Barcelona hace años. El autor de
Los restos del día es, en mi opinión, el más brillante de su grupo generacional británico, muy bueno (el de Barnes, McEwan, Rushdie...). Se le ha llamado “escritor del trauma” y esa noche contó que la larga dedicación de su mujer, Lorna MacDougall, al trabajo social y su propia experiencia en el terreno le habían familiarizado con la vertiente más dura de las relaciones humanas, influyendo en su narrativa. La última novela de Ishiguro, El gigante
enterrado (Anagrama), solo puede entenderse a la luz de ese interés. Quienes aún no la hayan leído y quieran hacerlo, por favor, sáltense este párrafo. Transcurre en la edad media, en un territorio donde la gente ha perdido parcialmente la memoria y no puede evocar áreas enteras de su vida. Dos ancianos quieren recuperar los recuerdos para poder reencontrar a su hijo. Descubren que la epidemia está relacionada con una hembra de dragón. Finalmente sabremos que su conjuro, en el que intervino el propio Merlín, fue benéfico, porque permitió que britones y sajones pudieran convivir tras años de matanzas, dejando atrás sus agravios.
Me ha sorprendido constatar que, con una trayectoria y en un género muy diferente, Ishiguro se mueve en línea parecida a la de David Rieff en su Elogio del olvido (Debate). Este analista, al cubrir en su día la guerra de Bosnia, encontró “una masacre avivada por la memoria colectiva o, más precisamente, por la incapacidad de olvidar”. Analiza ahora situaciones paralelas (en Irlanda, Israel o España) para proponer “el imperativo ético del olvido” en casos donde “mucho después de que la disputa ha dejado de tener sentido, el recuerdo del rencor perdura”.
Ishiguro y Rieff rebaten un postulado básico de nuestro tiempo: el de que hay que apurar hasta el final la memoria del agravio, idea asentada tanto en cuestiones de reparación histórica como en el axioma psicoanalítico de que todo lo que se reprime acaba resurgiendo. La visión benéfica del olvido que estos autores sorprendentemente sincronizados brindan lo coloca por encima del perdón, plantea dudas de gran calado (¿qué puede olvidarse y qué horrores es imprescindible mantener en la memoria?) y marca en el debate un radical cambio de ciclo.