La Vanguardia - Culturas

Los misterios de ‘Curial e Güelfa’

¿Quién escribió esta novela medieval de caballería? ¿Por qué no apareció hasta 1876? ¿El texto fue falsificad­o?

- ALBERT LLADÓ

El misterio no ha hecho más que crecer en los últimos años. La mayoría de expertos defienden que

Curial e Güelfa fue escrita en el siglo XV pero, sin embargo, nada se sabía de la novela hasta que en 1876 Manuel Milà i Fontanals hablara del manuscrito por primera vez, casi de pasada, en un artículo para una revista especializ­ada en francés. Será ya en 1901 cuando un alumno suyo, Antoni Rubió i Lluch, realice la primera edición contemporá­nea en la Reial Acadèmia de Bones Lletres. ¿Cómo uno de los libros más destacados de la literatura en lengua catalana no dejó ni un rastro durante más de cuatrocien­tos años? ¿Por qué no existe ni una referencia en títulos posteriore­s pese a la clara ambición del texto?

Curial e Güelfa es, sin duda, de una modernidad sorprenden­te. Es una historia de amor y de armas dividida en tres libros. El lector es testigo de la evolución del protagonis­ta, un personaje complejo que, pese a sus humildes orígenes, acabará teniendo el máximo reconocimi­ento como caballero de honor. Estamos ante un héroe con defectos que, además de luchar contra los enemigos, batalla contra las tentacione­s que hacen peligrar la fidelidad a su amada, que es quien le ayuda económicam­ente. Si en el primer libro, Curial recibe su educación en la corte de Monferrato, donde se enamora de Güelfa, en el segundo el viaje y la acción centran la narración, en especial su llegada a París, donde vence al temible Sanglier de Vilahir. En el tercer libro el héroe llega a Jerusalén y Grecia, y tiene un sueño mitológico que ocupa gran parte del relato. Es capturado en Trípoli, y en Berbería pasará seis años retenido hasta que la mora Camar, hija de su amo, le ayuda a escapar (ella se acabará suicidando). La vuelta al hogar supone, ahora sí, el matrimonio con Güelfa.

La novela ha llegado a nosotros gracias al manuscrito que encontró, “casualment­e”, Milà i Fontanals en Madrid, en la Biblioteca Nacional (BNE). Según el que fuera uno de los impulsores de la Renaixença, el libro ya había sido descubiert­o antes por el que era director de la institució­n, Agustín Durán. Nadie, sin embargo, ha podido encontrar la descripció­n de Durán. Ni la ficha. Ni un apunte. Ni una nota. Cuando Milà i Fontanals da cuenta de ello, en 1876, en el artículo publicado en Revue de Langues Romanes, el antiguo director de la BNE hace más de una década que ha fallecido. No hay manera, así, de comprobar si lo que cuenta Milà i Fontanals es cierto o no. Los enigmas que rodean a Curial

e Güelfa han provocado airadas discusione­s entre filólogos de diversas generacion­es. Son muchos los que consideran imposible, con las herramient­as de la actualidad, afirmar quién o quiénes fueron los autores de esta mezcla de novela caballeres­ca, cortesana y sentimenta­l escrita en catalán. Pero ahora el debate se ha reavivado con más fuerza que nunca. Y es que el estudioso Abel Soler sostiene, en una tesis doctoral que le ha ocupado más de 5.200 páginas, y que ha presentado en la Universita­t de València bajo la dirección del catedrátic­o Antoni Ferrando, que el autor de la novela es Íñigo Dávalos (Enyego d’Àvalos), camarlengo de Alfonso el Magnánimo en la corte de Nápoles.

“El Curial es la gran aportación de las letras catalanas a un incipiente Renacimien­to italiano”, nos dice Soler. Su tesis defiende que Dávalos nació en Toledo, que se trasladó con su familia a Valencia cuando aún era un niño, donde fue acogido por el rey de la Corona de Aragón (donde aprendería el dialecto que usó en la novela), para después acompañar al monarca a Italia (llegó a ser embajador en Milán). Allí escribió los tres libros entre 1445 y 1448, según el investigad­or.

Abel Soler, que ha podido examinar con detenimien­to el códice, defiende el rigor de su estudio. Ha utilizado el método prosopográ­fico, entrelazan­do centenares de biografías para llegar hasta Íñigo Dávalos. “Me interesaba­n sobre todo los más de 60 humanistas que man-

tuvieron contacto con el rey de Aragón y los 212 caballeros, eclesiásti­cos y burócratas hispánicos que constituía­n una especie de élite

colonial de poder y de gobierno. Se trata de valenciano­s, catalanes, aragoneses, mallorquin­es, castellano­s, sicilianos y algún napolitano. Quien más y quien menos tuvo relación con las artes y la cultura escrita, pero muy pocos destacaron especialme­nte. Entre estos o entre sus próximos había que encontrar al cortesano que escribió el Curial”, nos cuenta. “El vaciado de todo lo escrito sobre el Curial, el Nápoles alfonsino y la Europa de mediados del siglo XV nos proporcion­ó datos suficiente­s para descifrar toda la onomástica en clave. También nos permitió relacionar múltiples aspectos de la ficción con Enyego d’Àvalos, su acción diplomátic­a y su entorno cortesano: gestiones y >

anécdotas de sus contactos diplomátic­os europeos, datos autobiográ­ficos, otros referidos a sus amigos los Cardona-Villena… Hasta que fuimos viendo que, poco a poco, todo aquel cúmulo de noticias y datos coincidía y redundaba, como un remolino de indicios, sobre la figura del gran camarlengo del rey de Aragón”, relata Soler.

Por su parte, la medievalis­ta Lola Badia, que junto a Jaume Torró es la responsabl­e de la última edición de Curial e Güelfa (Quaderns Crema, 2011), se muestra muy crítica con las afirmacion­es de Soler. “Se trata de una filología-espectácul­o”, nos dice, y tilda de “deshonesta” y “fraudulent­a” una tesis que, según la catedrátic­a de la Universita­t de Barcelona, está simplement­e basada en el cruce de datos. “La atribución de autoría del Curial a Íñigo Dávalos parte de la elección de un personaje y extrae motivos de coherencia del texto estudiado, uno de aquí, uno de allí… Es el método del apriorismo: es infalible porque desestima todo lo que no casa con el resultado deseado, pero al final resulta inútil para el conocimien­to”, mantiene. “El método correcto funciona justo al revés”, añade.

Soler subraya que los matices valenciano­s son inusuales en escritos literarios de la época producidos fuera de Valencia. “Su uso sistemátic­o y reiterado excluye que fuesen opciones del copista, al que sólo se le puede imputar alguna distracció­n gráfica”. Así, leemos palabras como acurtar, marjal, almánguena, la febre… Lola Badia contesta con toda la contundenc­ia: “Dedicar más de cinco mil páginas a demostrar la valenciani­dad (adoptiva) del supuesto autor no tiene ningún sentido, si no es por un ingenuo propósito de apropiació­n provincian­a”.

“Resulta preocupant­e que la filología se convierta en un instrument­o al servicio del sensaciona­lismo y el localismo, con el consiguien­te desprestig­io”, insiste Badia, que enmarca Curial e Güelfa dentro de la cultura de carácter internacio­nal que se respiraba en la corte de Alfonso el Magnánimo. Abel Soler, en realidad, coincide. “Es la obra de un catalanopa­rlante de adopción maravillad­o por la literatura y las novedades de su país de acogida, Italia”. |

Lola Badia califica de “deshonesta” y “fraudulent­a” la tesis de Soler, basada en el cruce de datos

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En estas páginas se muestran distintas imágenes del manuscrito de ‘Curial e Güelfa’ depositado en la BNE, de su encuaderna­ción y sus páginas interiores
REPORTAJE GRÁFICO DE ASÍS G. AYERBE En estas páginas se muestran distintas imágenes del manuscrito de ‘Curial e Güelfa’ depositado en la BNE, de su encuaderna­ción y sus páginas interiores
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