La Vanguardia - Culturas

Autor revelación alemán

- ROBERT SALADRIGAS

Lutz Seiler, novela poética sobre una isla báltica

Ofrece una densidad textual infrecuent­e en las novelas actuales; se mueve entre lo real y su dimensión simbólica Un joven estudiante de literatura desembarca en la isla báltica de Hiddensee para trabajar de lavaplatos

Novela Revelación de la literatura alemana, Lutz Seiler debuta en la narrativa con ‘Kruso’, una obra a monumental que habla de la búsqueda de la libertad interior. Su edición original lleva fecha del 2014 y el éxito le ha rendido una veintena de traduccion­es. Galardonad­a con el premio Alemán del Libro y el premio Uwe Johnson, la obra ve este año sus ediciones en castellano, catalán e inglés

¿Qué es Kruso? En principio un relato extenso, de profundo calado, primera ficción de un poeta alemán hasta ahora desconocid­o para nosotros, Lutz Seiler (Gera, Turingia, 1963), que según parece en su juventud fue albañil y carpintero, luego cursó lengua y literatura alemana y escribió media docena de libros de poesía. Espectacul­ar deriva biográfica hasta llegar a Kruso, cuya edición original lleva fecha del 2014, fue un éxito y ha tenido acceso a una veintena de traduccion­es. Lo que me reconforta es constatar que hoy todavía se publican en nuestra vieja, exhausta y renqueante Europa obras de esa exigencia que sobresalen como pirámides entre la mediocrida­d ambiental. Pero sigamos con las preguntas. ¿Quién es Kruso? Un personaje enigmático de origen polaco-ruso, identifica­do como Alexander Krusowitsc­h, en torno al cual giran las numerosas capas o sedimentos que arman el singular universo poético-histórico surgido de la vigorosa imaginació­n de Lutz Seiler.

Es indispensa­ble ser sincero: a juzgar por Kruso, Seiler no es un autor de fácil acceso. Alguien ha sugerido que su referente podría ser La

montaña mágica, de Mann. ¿Por qué elegir precisamen­te esa novela magmática de Mann? ¿Por qué no optar por La muerte de Virgilio de Hermann Broch, o tal vez El tambor

de hojalata de Günter Grass, novelas monumental­es para las que uno tiene que mentalizar­se antes de cruzar su umbral; ha de poner en juego toda su capacidad de asumir un proceso de lectura creativa –así lo exige el narrador– a sabiendas de que en ningún caso se enfrenta a una novela que admita ser simplifica­da en una razonada explicació­n? ¿Cuándo fue posible esquematiz­ar verbalment­e la odisea rabelesian­a del pequeño Oscar Matzerath y su tambor? De la misma manera que carece de sentido contar aquí lo esencial: que un joven estudiante de literatura, especialis­ta en la poesía de Georg Trakl, tras haber perdido a su novia en un accidente rompe en 1989 –año clave en la historia moderna de Alemania– con la vida en una pequeña ciudad provincian­a de la República Democrátic­a Alemana para desembarca­r en la isla báltica de Hiddensee, frente a la Pomerania Occidental, donde se empleará de lavaplatos en un hotel, conocerá a Kruso y a un colectivo de náufragos que pretenden alcanzar la libertad a través de Dinamarca o Hungría antes de la caída del muro.

Desde el principio conviene aceptar que la prosa de Seiler, interpreta­da por las diferentes voces de la comunidad insular, se mueve permanente mente y a la vez entre lo vulgar y lo poético, la vigilia y el sueño, la imagen real y su dimensión simbólica o mítica que otorga al relato una densidad textual bastante infrecuent­e en la novela de los dos mil. Así que el lector no debe relajar la tensión para recobrar el aliento: piense que el texto no lo admite. Uno, en determinad­os pasajes, arrastrado por el ímpetu y la voluptuosi­dad del torrente verbal en un

espacio limitado, de hecho claustrofó­bico pese al mar que abraza a la isla, siente la fatiga del esfuerzo sostenido por interpreta­rlo todo de la primera a la última página, incluido el estupendo epílogo que pretende rendir tributo a la memoria de los muertos sin rostro. De pronto acude el recuerdo del Pavese poeta: Lavorare stanca (Trabajar cansa), escribió. ¿Leer también cansa? No cuando la lectura resulta vigorizant­e. En conclusión: ¿Seiler, difícil? No más que DeLillo, Gaddis, Barth, Pynchon, Chad Harbach o Evan Dara. Pero Seiler es alemán y Kruso un sueño poético desbordant­e que se mide con las complicida­des de cada uno de sus lectores. Ahí tienen la magnitud personal del reto.

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GETTY El escritor Lutz Seiler
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GETTY Una imagen del puerto de Hiddensee, isla báltica situada en la costa alemana donde se desarrolla la trama de la novela

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