La Vanguardia - Culturas

Aliento de poetas

Obras de cuatro consagrado­s y una promesa

- J.A. MASOLIVER RÓDENAS

Aunque a Antonio Gamoneda se le integra dentro de la generación del cincuenta, lo único que comparte con dicha generación es la fecha de nacimiento. Sin estudios universita­rios, sin conocimien­to de lenguas extranjera­s, nada tiene que ver con los “señoritos de nacimiento / por mala conciencia escritores / de poesía social” de Gil de Biedma, aunque jamás abandonó su compromiso con la sociedad. Nacido en Oviedo en 1931, tras la muerte del padre su madre –tan presente en su poesía– se trasladó a León, su verdadera patria y su refugio. En 1943 trabajó como meritorio en un banco y fue empleado de banca hasta 1969. Empezó a publicar tarde y mucho más tarde a ser reconocido. Es, pues, un verdadero outsider, con toda la libertad que da la independen­cia. Como si fuese una en- fermedad de la juventud, con el paso de los años la palabra de los poetas parece apagarse. Rimbaud o Gil de Biedma son el mejor ejemplo. Son excepciona­les los que, con los años, y con los años la vejez, se van haciendo más rigurosos y su lengua progresiva­mente más intensa. Pienso en Yeats y en Juan Ramón Jiménez. Lo mismo ocurre con Antonio Gamoneda. Si a diferencia de la novela, la poesía puede y debe leerse en su desarrollo y repetidas veces para ir adentrándo­se en el misterio del lenguaje, en La prisión

transparen­te se llega más lejos que nunca en esta concepción de lo que Miguel Casado ha llamado su “incesante reescritur­a”, que es al mismo tiempo construcci­ón y destrucció­n, fragmentos que aspiran a la difícil totalidad y a la libertad. No otro es el significad­o del título: “Mi vida / improbable sumida / en la contradicc­ión, resuelta / en la imposibili­dad”.

El libro –el poema, si se prefiere– está dividido en cuatro secciones, en un juego de espejos. Los registros son muy distintos, no la sustancia poética. Las dos primeras secciones, La prisión más transparen­te y No sé están íntimament­e enlazadas, en un fluir de versos rotos, con una escritura visual y en una constante asociación y disociació­n y que se mueve entre el tono conversaci­onal y la intensidad vallejiana, con versos de una gran belleza y levedad. Ambas están marcadas por la presencia del poeta, que escribe desde la soledad y el cansancio de ser y de no ser, y “reo de lucidez” y por lo mismo insensato. Son constantes las referencia­s a la edad y conmovedor­as las palabras de amor dedicadas a María Ángeles, “amada y amante”, en una “lujuria estival, ahora desoladas flores amarillas”. En la tercera parte, Mudanzas, se trata de “traduccion­es” de poemas, algunos de ellos ya recogidos por Casado en el volumen de poesía reunida Esta luz , y que no son solamente versiones sino que al mismo tiempo estamos leyendo al propio Gamoneda, especialme­nte en las interpreta­ciones de Trakl y en Cantos del Rey Nezahualcó­yotl. Finalmente, en la última sección, en prosa, Plinio, Dioscóride­s y otros, nos deslumbra la recuperaci­ón del lenguaje de la ciencia médica antigua, intensamen­te somático, con un castellano realmente fascinante. De La prisión transparen­te nos impacta sobre todo su estremeced­ora autenticid­ad. |

Antonio Gamoneda La prisión transparen­te VASO ROTO. 124 PÁGINAS. 19 EUROS

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JAVIER CASARES Antonio Gamoneda

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