De Salamina al País Vasco
Muy de cuando en cuando una novela con fuerte carga política, que propone la relectura de un momento histórico, se convierte en un gran superventas. Ello ocurre porque el discurso que plantea es justamente el que un sector amplio de la sociedad necesita escuchar. Y porque lo hace de manera absorbente en una clave narrativa, y no erudita, que facilita su difusión. En una clave humana que conmueve.
En el plano internacional sucedió con la narración antirracista de Harriet Beecher Stowe La cabaña del tío Tom (1852), de la que el presidente Lincoln dijo que estaba en el origen de la guerra de secesión estadounidense, y con las antibelicistas de la baronesa Von Suttner Abajo las armas (1889) y de Erich Maria Remarque Sin novedad en el frente (1929). Con la obra francófila de Blasco Ibáñez Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916, Primera Guerra Mundial). Con la revisión de la revolución rusa a cargo de Boris Pasternak en Doctor Zhivago (1957) y con la de la unificación italiana por Giuseppe Tomasi de Lampedusa El Gatopardo, de 1958.
En España, el caso reciente más relevante de novela literaria superventas con mensaje político era hasta unos meses Soldados de Salamina, de Javier Cercas (2001), que abrió una nueva etapa en la ficción sobre la Guerra Civil española a partir de la figura del escritor falangista Rafael Sánchez Ferlosio, anticipando una ola de replanteamiento general sobre el periodo que culminaría durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero.
Quince años después de aquella novela, el tiempo de una generación según Ortega, llega un nuevo fenómeno editorial en la línea apuntada. Patria, de Fernando Aramburu, ambiciosa novela familiar sobre los años de hierro del terrorismo etarra y su siniestra sombra en el periodo que ha seguido; un relato sobre la diferencia, que sería inmoral olvidar, entre asesinos y víctimas, sigue los pasos de la novela de Cercas. El libro del que todo el mundo habla, el más vendido de Sant Jordi, supera ya los 260.000 ejemplares. Patria comparte con Soldados de Salamina el sello de salida, que es Tusquets, y el editor que ha cuidado del manuscrito y ha acompañado al autor en su lanzamiento, Juan Cerezo, quien con este segundo acierto ingresa directamente en el hall of the fame de la edición española.