Decidir a qué jugar
Era adolescente cuando lanzaron el primer shareware de Carmageddon, el sangriento juego en donde una ganaba puntos atropellando a bebés y ancianos. Parecía muy original. La censura de muchos países hacía que la expectación fuera aún más grande y que mereciera la pena las infinitas horas de descarga. El debate que se generó entonces me hizo pensar si es que nos convertiríamos en delincuentes solo con jugarlo. No ha sido el caso, pero el simulacro de subversión moral del juego en sí nos ha rendido buenas risas.
¿Qué hacemos realmente cuando jugamos? Según la lógica descrita en El videojugador, el debut en el ensayo del escritor y periodista Justo Navarro (Granada, 1953), el comando es sencillo: no importa que atropellemos a viejitas ni que disparemos a los enemigos; eso es condición para que el juego avance, así que obedecemos. La anciana o el zombi son puramente accidentales. “La moral que impone el videojuego –dice Navarro– es anterior y común a cualquier moral: se limita al deber de obediencia”.
El autor recupera a través de la historia de los videojuegos a toda una fenomenología del juego y del jugador sin la pretensión del rótulo, y agrada mucho. Es más: encontramos aquí el proceso histórico en el que los videojuegos pasan a narrar en primera persona, y también la transversalidad que éstos han adquirido en relación a la literatura, el cine, la publicidad o la burocracia. Es ahí donde se ubica una de sus principales ideas: la obediencia a estas reglas no radica en lo puramente lúdico. Si entendemos que los videojuegos han evolucionado con otras tecnologías, es justo pensar que nos han ido adiestrando en las dinámicas de obediencias y permisos del mundo digital. En suma, el estudio aporta un fértil análisis donde Cortázar, Fink, Auerbach, Gombrich, Barthes, Godard o Kubrik comparten páginas con Doom, Blade Runner, E.T., entre otros. Y es posible que se haya olvidado al logrado Phantasmagoria –superproducción de los noventa que reunió a 25 actores–diseñado por Roberta Williams. Pero yo me acuerdo muy bien: qué miedo daba y qué malos parecen los gráficos hoy día.
Justo Navarro El videojugador ANAGRAMA. 152 PÁGINAS. 15,90 EUROS