El misterio Raimon
Todo gran artista, pintor, músico, poeta alberga un misterio. ¿Hasta qué punto el creador es consciente de ello? El acto creativo es tener un misterio que decir y decirlo de la mejor manera posible. Hay artistas que han dedicado su trayectoria a explicarse, y a explicar a los demás, algo que, como una pulsión vital, se origina en su interior. Un diálogo entre el instinto y la razón. Raimon convive con su misterio. Raimon empezó original y continúa siendo original, su fuerza expresiva permanece intacta en una coherente evolución. El primer grito telúrico y germinal de Al vent tiene una gran semblanza con el alarido de una de sus últimas canciones: Mentre s’acosta la
nit. Parece como si en el desgarro y en la modulación de la voz habitaran siglos de existencia, de rabia secular; del dolor de los silencios. Pero en el canto de Raimon también hay lírica, belleza musical, la palabra cantada con uno de los acentos más sutiles de nuestro idioma. Cuando Espriu conoció a Raimon observó en aquel universitario su preparación intelectual, su ausencia de arbitrariedad, su purísimo catalán de Xàtiva, y le aseguró un prometedor futuro como profesor de Historia –lo precisó en una carta a su hermana Maria Lluïsa–. Y, sí, Raimon es un intelectual, un pensador existencial –¿esencialista?–, que opina y deja testimonio de la época en que le ha tocado vivir. Pero también es alguien que posee el secreto de una parte inexplicable y visceral que contiene toda creación, la rara fuerza de lo ignoto.
El misterio de Raimon se hace más evidente cuando aparece en el escenario. Cuando él deja de pertenecerse para pertenecer a todos, a la colectividad. De inmediato se activan los mundos íntimos y emocionales, personales y colectivos, de cada uno de nosotros: los concelebrantes. Es natural, Raimon habla al hombre del propio hombre. Y de nuestra historia y cultura –Ausiàs Marc, Jordi de Sant Jordi, Roís de Corella, Espriu– . Escucharle es atender a toda una melena de raíces. En sus inicios por razones sociopolíticas muy concretas, hoy por otras más de delectación artística. Raimon y sus canciones ultrapasan los tiempos coyunturales, si no ¿cómo explicar que versos y sones antiguos puedan aún servir de eslóganes, más o menos bien intencionados? Y ¿cómo es posible que Raimon, aún hoy, nos con- mueva como el primer día? Probablemente porque ha sabido estructurar su obra de una manera estratégicamente artística y con un metabolismo sociocultural muy contemporáneo. Y de compromiso. De su voz: una señal de alerta.
Con 14 años, de los de entonces, por una vaga intuición, fui a escucharlo en su debut en el Fòrum Vergés. Por razones sociales y familiares heredadas, me interesaba todo lo que hacía referencia a defensa de la lengua y reivindicación. Tiempos oscuros, ciertamente. Apareció Raimon y se electrificó el público. Un vendaval. De pronto alguien que decía lo que muchos sentíamos. Lo seguí por pueblos, parroquias, fiestas mayores y grandes espacios. En 1969 Salvador Espriu, en mi primera exposición, nos presentó. Desde entonces una larga y cómplice relación. En la cima de los años veo, y escucho, a Raimon como el primer día. Renovado en cada concierto; un faro de intensa claridad.
Raimon y su enigma: una referencia artística y cultural ineludible. ¿Será este misterio el poder de los demiurgos?