Hasta siempre, chicas
La exitosa ‘Girls’ (HBO) se despide de la pequeña pantalla tras seis temporadas. Será recordada como un irónico manifiesto generacional que normalizó la representación de todos los tipos de cuerpos
“No somos más que niños”, dice un personaje de Girls en esta temporada de despedida: “Niños desnudos”. En efecto, si tuviera que destacar los dos ejes principales de la serie de Lena Dunham, serían la juventud y el cuerpo. Muchos veinteañeros de todo el mundo de clase media se han sentido representados por esa red de aspirantes a escritoras, actrices y cantantes que tienen que negociar con una realidad castrante. Cuyos cuerpos no se correponden con el ideal de belleza y fitness que predomina en nuestra sociedad.
Ese grupo de amigas y amigos han ido trazando –con sus uniones y rupturas, con sus mudanzas y sus viajes, con su inconstancia laboral y sus convulsas relaciones con sus padres– un retrato robot de esa generación de jóvenes de Nueva York que, en pleno siglo XXI, se ha dado cuenta de que el sueño americano es ahora precario, freelance, imposible. Eso ha eternizado sus adolescencias. O, simplemente, ha reformulado lo que entendemos por tránsito a la edad adulta: sin trabajo estable, sin perspectivas matrimoniales, hacerse mayor significa acostumbrarse a la búsqueda per- petua de empleo, compartiendo piso, resistiendo.
No es una resistencia épica, la de Hannah, Marnie, Jessa o Shoshanna; sino inconsciente. Van tirando. Van viviendo. Sin conciencia política. La política no está en los personajes, sino en los guiones y –sobre todo– en la dirección. El capítulo másbrillantedeestasextatemporada es el tercero, American Bitch ,en el que Hannah conversa con un escritor famoso, Chuck Palmer, que se ha aprovechado de su prestigio para acostarse con estudiantes universitarias. La estructura y la puesta en escena son teatrales: hablan en varios espacios de la casa, a modo de escenas. En todo momento se cuestiona la figura masculina heterosexual, la depredación, los modos tradicionales de seducción y de conquista del poder. Pero sin panfleto, sin obviedad, sin moraleja. En el tono ambiguo, profundamente irónico, que caracteriza la serie.
Es uno de los pocos episodios en que no aparece nadie desnudo. Porque hemos visto decenas de cuerpos desnudos en Girls durante estos años. Sobre todo el de Hannah, que ha normalizado con su presencia constante la desnudez de una actriz con sobrepeso. Esa costumbre (la de nuestros ojos ante su anticanon) experimenta una feliz vuelta de tuerca cuando se queda embarazada. Una mujer joven y en estado en bragas, en un sofá rodeado por la ola de calor veraniega de Nueva York. La misma mujer, minutos después, haciendo el amor con su novio. Los cuerpos, vestidos y desnudos, ajenos a lo que se entiende por glamur, cercanos al posporno, han sido mostrados durante seis temporadas en todas las posturas y en todos los estados posibles. Incluso en el de buena esperanza.
Girls se puede leer como el giro manierista de Sexo en Nueva York, pero también como una investigación sociológica en todas las mujeres jóvenes que no fueron representadas en esa serie de la misma HBO. Comenzó el día en que los padres de Hannah decidieron dejar de mantenerla. Y termina con su propia transformación en madre. El círculo de la gran comedia que es la vida se cierra. Pero como ahora la vida la pensamos en formato serial, ese cierre tiene forma de excelente temporada final.
Es una generación eternamente adolescente, consciente de que el sueño americano es imposible