GLAM ROCK MOTÍN CON COLORETE
¿Horterada o revuelta juvenil? Un libro lo reivindica
Ningún dogma ha sufrido una alteración mayor que la concepción de los años 70 como desierto musical. Y sin embargo, cuando yo era púber y pasaba la vida entre el baño y la pista de baile, mi credo era que todo lo excitante del pop había muerto en 1966, y que aquella excitación no había regresado hasta diez años después, cuando el punk rock la resucitó con un caritativo chasqueo de dedos. En lo que a mi tribu concernía, entre el The Who sell out (1967) y el
Down by the Jetty de Dr. Feelgood (1975) no había NADA. En mi mente, la década de los 70 era un gran espacio en blanco, como los confines del mapa en El planeta de los simios.
Algo ni explorado ni explorable, territorio de hippies, cantautores-para-divorciados y odioso blues-rock. Música adulta, música para catedráticos. Genesis. Vangelis. Sífilis.
Hoy sabemos que no es así; el punk nos mintió. El punk tenía un hermano mayor que se lo había enseñado todo, pero de quien se avergonzaba por las pintas y el rímel: el glam rock. Así que escondió sus fotos. El glam es el Trotsky del pop; el gran silenciado. Al no haberlo degustado de primera mano (cuando los de 1971 llegamos a los futbolines allí sólo sonaban Los Chichos), la prognosis del punk nos pareció fiable, y aquel eslabón perdido, Homo
Purpurinus, quedó sumergido en una no-zona crítica, un limbo subcultural. Nadie se acordó de él.
Pero, ¿qué es el glam rock?
El glam son muchas cosas, por eso el nuevo libro del crítico inglés Simon Reynolds, Como un golpe de rayo; el
glam y su legado, de los setenta al siglo XXI, ocupa 691 páginas. El glam es el primer despiporre adolescente de los 70. El glam es diversión, revuelta juvenil, ropa delirante y actitud camp, androginia y estribillos. Un género estridente y bailongo (no en vano se le consideraba parte del sonido disco) que se metastatizó por el mundo de 1971 a 1974. A la vez el glam es como el Peronismo: tiene dos cabezas polarmente distintas: una es arty y la otra… Bueno, nada arty. Este artículo se centra en la segunda cabeza, por la sencilla razón de que circula otra exposición Bowie, y los críticos con diploma citarán sólo el Berlin y Roxy y el rock-como-forma-de-arte, y mis matones travestidos favoritos quedarán sin nombrar. Pero no esta vez, si puedo evitarlo.
Oído, pero ¿qué es el glam rock?
Voy. El glam es artificial, y orgulloso de ello. Celebra “la ilusión y las máscaras”. Es una parodia del glamur, como si te vistieses de nazi para ir al carnaval de tu pueblo (nadie pensaría que lo eres en serio). El glam quiere que se sepa que es falso. Incluso cuando va de lujoso y decadente, es un poco cutre y guiño-guiño. Glam son los Slade con uniforme de gala al lado de unos desagües de retrete (ver foto). Es “titánico, idólatra, demente, teatro de artificio desembozado y escenario de grandes gestos”, aduce Reynolds. El glam rock rechaza el falso realismo Springsteen, y ofrece en su lugar una pantomima que, por su histerismo y calidad venusiana, se convierte en una declaración mucho más honesta de intenciones.
El glam es un rechazo. Su ethos se pasa por el forro el consenso de 1970. Es un corte de mangas a los grupos de blues-rock campestre con letras de gente normal, chupas tejanas y pelo facial. El glam es antiseriedad. Se mea en el rock conceptual, la música madura y el arte de
verdad. Su existencia acabó, de un solo riff neandertal, con lo que Reynolds califica como “el largo y melenudo invierno del rock de elepés”.
El glam es chocante, como antes lo fueron Elvis o los Stones. Pero el glam vio que cada vez era más di-
El punk tenía un hermano mayor que se lo había enseñado todo, pero de quien se avergonzaba por las pintas y el rímel: el glam rock, el Trotsky del pop, el gran silenciado