La guerra de Max Aub
Teatro El Centro Dramático Nacional presenta en el Teatre Romea su adaptación escénica del ciclo novelístico que Max Aub dedicó a la Guerra Civil: ‘El laberinto mágico’. Una oportunidad para rescatar del olvido a uno de los nombres fundamentales de la literatura española del exilio
En los bombardeos de Barcelona o la salida por Portbou están las bombas de Alepo o los refugiados de Lesbos: es la modernidad de Aub
José Rivadavia pregunta: “Y cuando pase el tiempo, y se acabe esta guerra, ¿para qué crees tú que habrán muerto estos tres?”. El médico Julián Templado contesta: “Para que se sigan rajando las tripas sus sucesores”. Rivadavia y Templado son personajes de la serie de novelas El laberinto mágico, que publicó entre 1943 y 1968 el grafómano Max Aub –una de las figuras imprescindibles del exilio de 1939, que nació en París en 1903 y murió en Ciudad de México en 1972–. Este ciclo narrativo se ha considerado el gran friso de la guerra civil española. Para el dramaturgo José Ramón Fernández es “uno de los monumentos de la narrativa de nuestro país del siglo XX”. Él se ha encargado de fijar la adaptación de las seis novelas para concentrarlas en un espectáculo de unas dos horas, con la dirección de Ernesto Caballero y gracias a un trabajo largo, dificultoso y admirable de los actores.
El espectáculo, estrenado en junio del 2016 por la compañía del Centro Dramático Nacional (CDN) en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, tiene prevista su llegada a Barcelona el próximo 26 de octubre, en el marco de una gira por ciudades como Valencia, Alicante y Moscú. De este modo, la historia recreada por Max Aub vuelve a los lugares escogidos para escenificar cómo se combinan los horrores y la vida cotidiana en la retaguardia. Alrededor de las representaciones se ha organizado un buen número de actividades como conferencias, congresos o exposiciones. En Barcelona, la Sala Beckett acogerá una charla entre el director y el autor de la versión dramatúrgica el 27 de octubre.
En su llegada a la capital catalana, el montaje está cargado de significados más allá de la propia narración. Como director del CDN, Ernesto Caballero se ha propuesto “el desarrollo del patrimonio dramático español como herramienta para visibilizar una memoria colectiva”; mientras que José Ramón Fernández destaca la modernidad de la obra aubiana: “Veía lo que narraba Aub, los bombardeos de Barcelona o la salida por Portbou, a la vez que los bombardeos de Alepo o la llegada de los refugiados sirios a Lesbos”. Una de las claves de esta vigencia es que Aub –a pesar de ser uno de los representantes de quienes perdieron la guerra y se vieron obligados al exilio– se limita a “ser sólo ojo, sin ceder al alegato resentido o a la contrapropaganda”, como afirma Caballero.
El otro gran logro es el trabajo de los quince intérpretes, convertidos cada uno de ellos en “actor dramaturgo al modo brechtiano, capaz de ser narrador e intérprete al mismo tiempo y con sentido del humor”. El equipo artístico empezó a trabajar sobre la primera adaptación de Fernández en la primavera del 2015, en el Laboratorio Rivas Cherif. Esta es una de las primeras iniciativas que Ernesto Caballero puso en marcha al asumir la dirección del CDN: “Una casa del teatro tiene que ser algo más que productor o exhibidor de espectáculos. Hay una propuesta artística, y me propuse crear un punto de encuentro para los investigadores sin el apremio del resultado, y, de alguna manera, modificar los sistemas de producción al uso”, explica.
El resultado provisional de la primera propuesta –después de valorar la posibilidad de hacer un espectáculo de casi diez horas– se mostró ante un público reducido en la primavera del 2015. A partir de las reacciones y valoraciones de los asistentes, la obra se modificó hasta conseguir la versión estrenada en junio del año siguiente, con escenografía y vestuario de Mónica Boromello y la actuación en directo de los músicos Pau Martínez y Javier Coble.
Fernández obtuvo el premio a la mejor adaptación o versión de obra teatral y Paco Ochoa el de mejor actor de reparto en la última edición de los Max. El montaje también ha recibido los galardones de mejor espectáculo, mejor actor protagonista (Paco Ochoa), mejor actor secundario (Alfonso Torregrosa) y mejor actor revelación (Borja Luna) en los premios de The Central Academy of Drama de China.
El estreno de El laberinto mágico, la buena acogida por parte de público y crítica y la gira posterior suponen un nuevo ejercicio de restitución de un autor todavía poco representado y conocido fuera del ámbito académico. El catedrático Manuel Aznar Soler, miembro de la comisión científica de la Fundación Max Aub, considera que “actualmente el escritor ya está integrado en el canon español del siglo
La obra supone un nuevo ejercicio de restitución de un autor poco representado y conocido
XX, pero sus representaciones han sido mayoritariamente muy minoritarias, muy vinculadas al teatro universitario y a los círculos alternativos”. El exilio ha contribuido decisivamente a este desconocimiento, mientras que su ausencia en los escenarios después de las prohibiciones franquistas se puede explicar porque “sus obras mayores requieren de un reparto muy extenso que el teatro comercial no puede cubrir”.
En los últimos años, varias representaciones confirman la voluntad de recuperación del inmenso y pluridisciplinar legado de Max Aub, ya lejos del montaje que Lluís Pasqual dirigió también con el CDN a partir del diario La gallina
ciega en 1988; y casi veinte años después del estreno de San Juan dirigido por Juan Carlos de la Fuente. En el 2015, el Teatro Español estrenó, con dirección de Jesús Cracio, Tengo tantas personalidades que cuando digo te quiero, no sé si es verdad, sobre textos del autor exiliado. En enero del 2016, la sala municipal L’Escorxador de Elx es-
trenó El teatro español sacado a la luz de las tinieblas de nuestro tiempo, dirigido por Francisco Alberola, mientras que la actriz catalana Carme Conesa protagonizó el monólogo De algún tiempo a esta parte, bajo la dirección de Ignacio García en la Sala Margarita Xirgu también a principios del año pasado. Por todo, ya no resulta tan extraño el escritor español nacido en Francia y refugiado en México y que sigue dando su nombre a la sala de las Naves del Español en el Matadero de Madrid después de una sonada polémica.