Modernidad sumeria
Su influenza en al arte de vanguardia europeo
‘Nature morte dans l’atelier’, 1927, dibujo de Alberto Giacometti; escultura de orante sumerio (c. 2600 a.C.), prestada por el British Museum de Londres, en fotografía de Horacio Coppola. ‘Girl’, 1931, escultura de Henry Moore. Maqueta de ‘Monument’, c. 1964, escultura de Joan Miró.
El surgimiento de las vanguardias artísticas en el primer tercio del siglo XX se pudo producir porque había sido preparado por visiones anteriores de poetas y escritores como Novalis, Rimbaud o Lautréamont, pero también porque a partir del siglo XIX la cultura europea pudo acceder a visiones y representaciones artísticas de culturas antiguas, distantes y distintas. El conocimiento del arte primitivo procedente de países colonizados por Occidente y del arte de civilizaciones antiguas descubierto por las misiones arqueológicas significó una liberadora lección de diversidad y amplió notablemente el repertorio de posibilidades. Formas más abstractas y expresivas y representaciones más libres aparecieron en un arte moderno que se dejó influir positivamente por el arte antiguo y primitivo. Es sabido que Picasso tomó del arte negro africano sus primeras figuras rupturistas. En muchos casos las apropiaciones fueron superficiales, pero la influencia de lo antiguo en lo moderno es decisiva, profunda y poco conocida y reconocida. Hay ritmos de Paul Klee cuyo origen se encuentra en los tejidos Kuba (Congo) y en las pinturas sobre corteza pigmeas, que anticipan también las constelaciones de Miró por su fusión de lo cercano y lo lejano. Hay ojos mironianos directamente importados de Papua-Nueva Guinea. Y otras formas vanguardistas se inspiraron, por ejemplo, en el arte de las Cícladas, en el arte precolombino y en la pintura china y japonesa derivada del taoísmo y del budismo zen. La influencia del arte sumerio en la modernidad es poco conocida y queda documentada en la exposición que presenta la Fundació Joan Miró.
Las propuestas de Pedro Azara –comisario de Sumeria y el paradigma moderno– a menudo han querido recordar y resaltar la comunidad y la continuidad que se dan entre el arte de la antigüedad y el de la modernidad, entre culturas de diferentes épocas y continentes, entre las expresiones materiales y la espiritualidad o entre la arquitectura y las otras artes. Lo mejor y más memorable de aquel fallido Fòrum de les Cultures que se celebró en Barcelona en el
2004 fue, en mi opinión, una exposición comisariada por Azara con la colaboración del filósofo Eugenio Trías y de Marta Llorente. Se llamaba La condición humana. El sueño de una sombra.
La actual muestra incluye piezas admirables y es interesante, aunque algo insuficiente, pues faltan ciertas obras sumerias sólo reproducidas en libros situados en vitrinas y tampoco se exponen las obras de Klee influidas por la escritura cuneiforme. Se abre con un poema de Juan Eduardo Cirlot, Elegía sumeria (1948-1949), una expresión moderna fascinada por las ruinas de lo antiguo. En la selección destacan las dos figuras femeninas de Siria, del segundo milenio antes de Cristo, relacionadas con esculturas de Miró. También las dos estatuas en piedra de orantes asirios. En la parte moderna, es una maravilla el balbuceante Alphabet (recto/
verso) (1927) de Henri Michaux –que el catálogo no reproduce–, así como el irrealizado proyecto de Le Corbusier Mundaneum, en forma de pirámide escalonada. También son interesantes las antibelicistas Medallas al deshonor de David Smith, inspiradas en los sellos cilíndricos sumerios, las fotografías de arte sumeriodeHoracioCoppolaylasdeltaller de Joan Miró, de Català-Roca, que muestran la influencia que el arte sumeriotuvoenelartistacatalán.