¡Que viene el espectro!
Puede adoptar la forma de hombre o mujer dependiendo de su pasado (el del fantasma) . En ocasiones visitan a sus víctimas correctamente vestidos/as a la moda de sus años entre los vivos , pero más frecuentemente su apariencia deja mucho que desear: envejecidos, con el atavío ajado y los ojos en blanco, detalle que causa inevitablemente un pavor indescriptible.
Ya hemos dicho que estos relatos eran socialmente muy aceptados para leer junto a la chimenea, pues encima suelen transcurrir también en invierno u otoño: los pobres fantasmas deambulan entre copos de nieve, vientos huracanados y lluvias tremebundas.
Los seres del más allá muestran una especial querencia por las habitaciones y las salas de antiguos castillos deshabitados y mansiones venidas a menos, a cuya ruina contribuyen ellos mismos con su presencia indeseada.
Muchos espectros tienen la buena costumbre de anunciar su llegada con un amplio repertorio musical, ya se sabe que nada como unas notas de piano o, mejor, de clavicémbalo, para ponerse en situación. De salir corriendo.
Y no sólo en la calle: al fantasma le precede una bajada de temperaturas y sensación de hipotermia capaz de helar la sangre al más valiente.