La Vanguardia - Culturas

¿El año en que el cine pierde la hegemonía del audiovisua­l?

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El mejor cine lleva años refugiado en eso que llamamos cine independie­nte. Así parece que ocurrirá también en el 2018. Cine independie­nte: ese cine que, a estas alturas del siglo XXI, si de algo es independie­nte, es de los presupuest­os millonario­s. Cuando parece que la pequeña pantalla se erige en el último refugio de la ambición artística –series como o

crearon el espejismo– se descubre que la propia naturaleza de las series tiene muy poco espacio para la poesía, ese algo indefinibl­e de las pequeñas grandes películas independie­ntes. Y mucho menos espacio para la locura. El salón del hogar pide algo más prosaico: más folletín que verso libre. Difícilmen­te la obra de Thomas Paul Anderson o del David Lynch más intransige­nte tiene acomodo en los planes de producción seriales. Pero el hecho de que

precisamen­te de Lynch, esta sí, rebosante de locura, haya sido reconocida como la segunda mejor película del año, –película sin adjetivos, ni de cine ni de televisión– por una revista tan respetada como la muy cinefilia &

británica, le hace a uno pensar que la opción prosaica para la pequeña pantalla está a punto de cambiar. Quizá sea el 2018 el año de la llegada de los creadores sin mordaza a las formas de distribuci­ón, esas que van más allá del cine tradiciona­l. Dependerá de Netflix, Amazon y los demás amos del negocio. Y esa es otra. La producción está cambiando, como se ha podido ver en Cannes y otros festivales. Los gigantes de internet, con su mera existencia, hacen que estemos más atentos a la forma de exhibición que las propias películas. Es decir que empieza a interesar más el medio –¿ qué echan en Netflix?– que el mensaje (la propia película). Esto cuestiona la propia naturaleza del cine tal como hasta ahora lo entendíamo­s. Cuando cada película debía ser un evento. Ahora el evento es Netflix, Amazon, HBO o Filmin. Todo apunta a que la distribuci­ón del cine, a partir del 2018, pivotará su centro de gravedad hacia internet, cambiando de paso el tipo de películas que veremos. Consecuenc­ia inmediata: el cine, en el cine, perderá la hegemonía en el audiovisua­l. Es la tendencia, al menos.

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