La Vanguardia - Culturas

Atrapados en el teimpo

Ensayo Burdick y Köhler escriben acerca de un concepto que atraviesa ciencia, literatura y psicología; el que fue editor del ‘The New Yorker’ opina que el tiempo es tan sólo una construcci­ón social, mientras que la periodista sostiene que en un momento do

- ALBERT LLADÓ

Lo es to para nosotros, pero nadie sab qué es

El tiempo lo es todo para nosotros y, sin embargo, nadie es capaz de decir con total precisión qué es en realidad. Por eso Alan Burdick, autor de Por qué el tiempo vuela, una investigac­ión no sólo científica, nos advierte de que intentar describir el concepto es como hacer un traje para el hombre invisible. “Uno se ajusta a él tan bien como lo podría hacer otro, pero ninguno de ellos hace más que revelar el contorno general”, nos explica.

Le preguntamo­s al que fue editor del The New Yorker por qué, para hablar del tiempo, siempre lo solemos hacer a partir de metáforas. “Porque son las redes lingüístic­as que usamos para tratar de captar los conceptos más elusivos, y la amplia gama que invocamos muestra cómo es de resbaladiz­o el término. Vuela o huye, como una especie de animal; fluye o se detiene, como un estado de la materia; nos pesa, como una masa; lo encontramo­s o lo perdemos, como las llaves; lo guardamos y lo desperdici­amos, como el dinero”, nos responde Burdick.

La periodista alemana Andrea Köhler, por su parte, ha publicado

El tiempo regalado, un ensayo en el que sostiene que la espera es una forma de temporalid­ad más vinculada al memento mori (recuerda que morirás) que al carpe diem (aprovecha el momento). La autora habla de imponer al tiempo nuestra propia dramaturgi­a. Y es que en un momento en el que todo se nos presenta como inmediato, la demora parece haber perdido importanci­a. ¿Es posible la seducción con la actual cronología de la aceleració­n?

“El gran potencial de la espera es que nos puede dar una idea de lo que significa vivir en el tiempo condiciona­l, y eso es una parte esencial de la seducción. Con eso me refiero al aprecio de los estados de transición, el momento intermedio, cuando todo parece posible, al menos por un tiempo. De alguna manera, esa es la esencia de la libertad. Pero en nuestra era llena de medios, donde cada intervalo o pausa se elimina gradualmen­te de nuestras vidas, y la avalancha de informació­n mantiene nuestras mentes ocupadas, estamos perdiendo la capacidad, incluso, de ponernos en contacto con nosotros mismos. La seducción requiere percepción, y la percepción requiere duración”, nos contesta la escritora.

Para Alan Burdick es fundamenta­l la figura de san Agustín. “Fue el primero en hablar sobre el tiempo como una experienci­a interna, preguntánd­ose qué es el tiempo explorando, a la vez, cómo nos sentimos al habitarlo. El tiempo puede parecer resbaladiz­o y abstracto, pero también es profundame­nte íntimo. San Agustín extrajo el tiempo del reino de la física y lo colocó directamen­te en lo que ahora llamamos psicología”.

¿Qué relación tiene la esperanza con la espera? ¿Por qué una está encadenada al futuro y la otra al instante? Köhler sostiene que no podemos existir sin expectativ­as. “Incluso cuando estamos convencido­s de que algo malo ocurrirá, casi siempre queda un brillo de esperanza y pensamos que al final seremos perdonados”. La autora po-

Aunque con la tecnología podemos ser más eficaces en el trabajo, parece que crece la falta de tiempo ¿Cómo se ha construido esta paradoja?

ne el foco en los estados mundanos de la espera: la cola, la antesala del médico, el lugar reservado para dos cuando sólo ha llegado uno… “Existe el tipo de espera de cuando queremos que algo termine (que sea ya, en el instante) y existe la esperanza de que algo se establezca en el futuro”, aclara.

La escritora confiesa que no es una persona religiosa “en el sentido tradiciona­l”, pero también aborda en su ensayo la espera mesiánica. Escribe sobre el sufrimient­o humano, describien­do “la abrumadora soledad capturada emblemátic­amente en la pasión de Cristo”. “El episodio de Jesús en el jardín de Getsemaní esperando la mañana de su muerte es insoportab­le. Está allí con sus discípulos, que se supone que deben despertar con él, pero son vencidos por el sueño una y otra vez. No puedo pensar en una mejor ilustració­n del hecho brutal de que morimos solos. Sin embargo, para los cristianos, ese relato se ha convertido en la historia de la esperanza”.

Burdick, que ha hablado con científico­s de todos los campos, considera que el tiempo es una construcci­ón social. Lo es en la medida en que es algo que nosotros, individual­mente y como especie, generamos para facilitar nuestras interaccio­nes. “No puedo encontrarm­e con usted para el almuerzo a las 13 horas a menos que ambos tengamos alguna manera de acordar qué hora es exactament­e ahora y exactament­e cuánto tiempo queda hasta las 13 horas. Ese método ya es una especie de reloj. Pero eso no significa que no sea real. Además, incluso sin relojes mecánicos, nuestros cerebros pueden juzgar las duraciones con cierta precisión, y cada célula tiene una suerte de reloj que nos ayuda a mantener nuestra fisiología sincroniza­da”.

Decimos que “el tiempo es oro” pero hoy, que con la tecnología podemos ser más eficaces en nuestro trabajo, parece que crece la falta de tiempo. ¿Cómo se ha construido esta paradoja? ¿Cómo aprendemos a esperar? Ése es el verdadero desafío para los más jóvenes, defiende Köhler, ya que esa capacidad de tener acceso a nuestras percepcion­es, sentimient­os y pensamient­os (a nuestras vidas internas) es una parte esencial del crecimient­o, según la autora. “La espera nos proporcion­a, a la vez, lo inútil y lo potencial. Y eso es lo que la hace tan atractiva”, concluye. |

“Incluso cuando esperamos en grupo uno está solo” “El que sabe esperar sabe lo que significa vivir en el condiciona­l” “Lo primero que entrenamos en esta existencia terrenal es la paciencia” “La espera es un estado en el que el tiempo contiene el aliento para recordar la muerte” “La técnica trabaja en la eliminació­n de los intervalos entre tiempos y espacios” “La espera genera temperatur­as. Esperamos con el corazón tiritando, o ardiendo de deseo”

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Alan Burdick: las frases
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