Filosofía pop
Los filósofos tienen fama de espesos aunque su cometido sea, suponemos, explicarse y explicarnos el mundo. Una tarea en la que, más de uno, en lugar de clarificar no ha hecho sino embarullar, dando vueltas a menudo a cuestiones que se nos antojan lejanas. Por eso es de agradecer el trabajo de pensadores como el británico Simon Critchley (1960), cuyo pensamiento gira las más de las veces alrededor de temas que nos suenan cercanos, incluso cotidianos. Y piensa –y escribe– no para que lo entiendan sus colegas de la cátedra de Filosofía de la New School for Social Research de Nueva York, que también, sino para que seamos muchos quienes podamos aprovecharnos de sus reflexiones. Lo cual, por supuesto, no significa que estén exentas de rigor.
Así, además de al fútbol, Critchley ha dedicado su tiempo a temas como la música pop, el humor, la muerte y el suicidio, William Shakespeare, la política… Temas no siempre fáciles pero que a buen seguro despiertan amplio interés, pues incluso asuntos a priori poco atractivos como la muerte no dejan de ser cuestiones a las que los más de los mortales dedicamos de vez en cuando algún pensamiento. Por supuesto, Critchley tiene también método, pero leyéndolo es la primera vez que oigo hablar de Husserl y la fenomenología y no salgo corriendo.
En castellano, el filósofo ha encontrado el interés de diversas editoriales por darlo a conocer aunque, hasta hoy, diríase que no ha alcanzado la popularidad que se merece. El primer libro con el que se hizo notar aquí fue
(Taurus, 2008), donde repasa la muerte de casi doscientos filósofos para, más allá de la necrológica, desmitificar un asunto tan negro. Y entre su bibliografía reciente cabe recomendar
(Sexto Piso, 2016), un acercamiento en clave personal a la figura del músico que le permite reflexionar sobre la importancia del arte y la cultura en la vida de la gente. Además se han traducido títulos como
(Trotta, 2017), ensayo sobre las relaciones entre política y religión;
(Alpha Decay, 2015); y
(Alpha Decay, 2016), breve novela de, obviamente, tintes filosóficos.