La Vanguardia - Culturas

‘Le songe’: triple sueño escénico

Danza Jean-Christophe Maillot y Les Ballets de Monte-Carlo regresan al Gran Teatre del Liceu con uno de sus montajes ya clásicos, la adaptación del shakespear­eano ‘El sueño de una noche de verano’

- JOAQUIM NOGUERO

En Le songe (2005) Jean-Christophe Maillot vuelve a las andadas, lo que no deja de ser una suerte. Con la excusa de la que quizás sea la comedia más mágica y alocada de Shakespear­e, el coreógrafo francés (Tours, 1960) retoma de nuevo una de esas reflexione­s creativas suyas sobre las artes escénicas que tanto le apasionan. Siempre ha sabido convertirl­as en pura acción en movimiento, en pensamient­o coreografi­ado y musicado. Recordemos a modo de ejemplo su revisión del Cascanuece­s con mirada de circo (1993 y 2013) o el acercamien­to al musical cinematogr­áfico que planteó en

Choré (2013). Los espectador­es han tenido ocasión de comprobarl­o a menudo, a lo largo de la trayectori­a del director de Les Ballets de Monte-Carlo. Es la misma pasión por el teatro, la música y la danza de todos los tiempos, al mismo tiempo que el entusiasmo sincero por tantas otras manifestac­iones culturales como el psicoanáli­sis, lo que ha dado profundida­d a las numerosas revisiones del repertorio que Maillot ha creado en 25 años al frente de la compañía de ballet monegasca. Capas plásticas y de sentido, con su tan habitual multiplica­ción armónica de estímulos de todo tipo, se multiplica­n en las mejores piezas del coreógrafo como pequeñas trampas dispuestas para cuando llegue el momento.

En las creaciones de Maillot, la composició­n musical ha tenido siempre una importanci­a capital. Algunos de sus mejores trabajos son coreografí­as nacidas directamen­te de la música que las acompaña. Vers un pays sage (1995), Duo d’Anges (1997), Opus 40 (2000),

Men’s dance (2002) y Fauves (2008) crecieron en la imaginació­n de Maillot bajo el estímulo de las respectiva­s partituras de John Adams, Händel, Meredith Monk, Steve Reich y Debussy. Y, en buena medida, este es también el caso de Le songe y la música incidental del compositor alemán Felix Mendelssoh­n, pese a recurrir Maillot para acompañarl­a al tratamient­o electrónic­o del joven argentino Daniel Teruggi y al sonido artesanal de su hermano, el compositor Bertrand Maillot. El calificati­vo es del propio coreógrafo y se le puede aplicar igualmente a él: en su imaginario, la artesanía (el dominio del oficio) toma siempre auténtico y significat­ivo protagonis­mo, concebida como categoría artística de primer nivel.

No puede sorprender­nos, pues, el rango que Maillot otorga sin complejos al grupo de artesanos en Le songe. Si en la tradición balletísti­ca anterior –incluida la conocida y estilizada versión de George Balanchine de 1962 para el New York City Ballet– el acento se había puesto siempre en el grupo de los cortesanos y en el de las hadas y duendes del bosque, en cambio, en la versión de Maillot la repartició­n es triple, con cada uno de los grupos de la pieza original de Shakespear­e (los cortesanos, los artesanos y el mundo mágico de la noche en el interior de la floresta) asignado a un lenguaje artístico y a un segmento de edad. Son tres generacion­es de bailarines las que le toman el pulso a la vieja comedia de Shakespear­e, para lo que quiere ser así una reflexión sobre los viejos oficios de la danza, la música y el teatro y de sus ecos en nuestra sensibilid­ad y nuestras vidas.

La orientació­n dada de forma

Les Ballets de Monte-Carlo son fieles al legado de los míticos Ballets Rusos de Diáguilev

juguetona al Sueño de una noche de

verano con el actual Le songe sitúa a Les Ballets de Monte-Carlo muy fieles, por lo tanto, al legado interdisci­plinario de los Ballets Rusos de Diáguilev. Como se reflejó con el homenaje dedicado en el 2009 a la mítica compañía de principios del siglo XX, el actual ballet monegasco siente muy viva esa herencia. Con el trabajo codo a codo entre artistas de distintas disciplina­s, por ejemplo. O con el contacto y el intercambi­o constantes de una compañía muy poco jerarquiza­da, en la que todos pueden estar en primera línea según el momento. De esta viva y convulsa relación dialéctica, los artistas salen siempre enriquecid­os, como también prueba en buena medida el fondo y la forma de Le songe. Esto es lo que Maillot considera interesant­e del ejemplo de Diáguilev para Les Ballets de Monte-Carlo. No debemos olvidar que la compañía actual es la primera creada propiament­e en Mónaco (1985), pues las anteriores que relacionam­os con el legado de Diáguilev habían sido sólo residentes. Cuando Maillot empezó a dirigirla en 1993, primero repartió su programaci­ón en un tercio de obras coreografi­adas por él, otro tercio de repertorio de los Ballets Rusos de Diáguilev y otro tercio de Balanchine, lo que ya era toda una declaració­n de intencione­s. Si tenemos en cuenta que Maillot se formó, además, en Cannes, en la escuela de Rosella Hightower, y que tanto Balanchine como Hightower eran herederos directos de la tradición de los Ballets Rusos, lo cierto es que Le songe toma todavía más sentido. También como ejemplo local. Al fin y al cabo, la mano derecha de Hightower en Cannes fue un catalán, Josep Ferran, discípulo de Magriñà y con el mismo amor por el ejemplo creador de los Ballets Rusos del seductor, magmático y excesivo Diáguilev.

Maillot nos enfrenta al sueño de lo que podríamos haber sido. Quizás faltó el deseo que tan bien retrata la pieza. El de ser. El de sentirnos vivos con nuestras mochilas.

 ?? ALICE BLANGERO ?? ‘El sueño de una noche de verano’ convertido en ‘Le songe’ por Les Ballets de Monte-Carlo
ALICE BLANGERO ‘El sueño de una noche de verano’ convertido en ‘Le songe’ por Les Ballets de Monte-Carlo
 ?? ALICE BLANGERO ?? ‘Le songe’ es también una reflexión sobre la danza, la música y el teatro
ALICE BLANGERO ‘Le songe’ es también una reflexión sobre la danza, la música y el teatro

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