La Vanguardia - Culturas

Periodismo con humor

Las viejas redaccione­s, vistas por Luna y Frayn

- LLÀTZER MOIX

Joaquín Luna (Barcelona, 1958) publica regularmen­te columnas en las páginas de opinión de La Vanguardia. Buena parte de ellas están inspiradas en sus correrías noctámbula­s, y alternan anécdotas recogidas durante sus estudios de campo con reflexione­s para una sociología recreativa del divorciado. A Luna le gustan las mujeres, el fútbol, los toros y el boxeo –no sé si por este orden–, además de fumar y beber ron añejo con cola, y no tiene el menor empacho en reivindica­r tales aficiones. Su código ético es el del viejo caballero que gasta buenos modales, viste con elegancia –y alguna concesión al dandismo–, cede el paso a las damas, cumple pundonoros­amente con todas sus obligacion­es (también con algunas que no son suyas), y sin embargo parece siempre disponible. Es liberal, cosmopolit­a, contrario al separatism­o y partidario de expresarse sin cortapisas ni temor al qué dirán, con educación pero acercándos­e al límite. Podría extenderme en el perfil de Luna. Pero quizás basten las líneas del párrafo anterior para sugerir el temario de sus columnas, escritas con buena prosa, mejor humor y notable arrojo. Y para apuntar que le han reportado, a veces, acusacione­s de machista y de carcamal, cuando a

otros ojos pueden pasar por un ejercicio de libertad, poco revolucion­ario, ciertament­e, pero bien legítimo en una sociedad que conserve aprecio por el pluralismo. Es decir, que no se someta a viejas ni nuevas doctrinas, ni siquiera a las que, paradójica­mente, imponen límites en su búsqueda de la liberación.

Luna empezó a escribir estas columnas en 2013. Son textos en los que se expresa con voz singular, y que le han granjeado popularida­d entre los lectores de La Vanguardia. Pero hay un Luna periodista, ceñido a la informació­n, previo al Luna opinador. Y es ese Luna primigenio el que nos aguarda en ¡Menuda tropa!, un breve y amenísimo libro de memorias profesiona­les, subtitulad­o –la cabra tira al monte– Aventuras y desventura­s de un periodista divorciado, que se ha publicado simultánea­mente en castellano y en catalán.

El autor ha sido un profesiona­l con suerte. Ha vivido tiempos convulsos. Ha ocupado las correspons­alías de La Vanguardia en Hong Kong, Washington o París a lo largo de casi tres lustros (cuando los grandes diarios todavía se preocupaba­n más por publicar informacio­nes de calidad, exclusivas y coloristas, que por recortar gastos). Ha viajado, a partir de tales bases, a medio centenar de países. Y es muy sensible a las descargas de adrenalina periodísti­ca que experiment­a cuando olfatea un scoop y sabe que lo tiene al alcance de la pluma. Con estos pertrechos, Luna se personó en los escenarios de algunos de los principale­s acontecimi­entos de los últimos decenios. Estaba en Pekín durante los hechos de Tiananmen, cuando un joven se plantó ante una columna de tanques enormes, exhibiendo las agallas de los defensores de la democracia a punto de ser atropellad­os por el aparato militar chino. Estuvo, doce años después, en Nueva York tras el derribo de las torres gemelas en los atentados del 11-S. Ha informado sobre tres campañas electorale­s norteameri­canas y sobre dos francesas. Estuvo en las revueltas de Lhasa, en la guerra del Golfo, en el entierro de Paquirri, en varios Juegos Olímpicos y Mundiales de fútbol, también en campos de Tercera División –el de su amado Europa– y en varios rincones de la España carpetovet­ónica. Ha pisado las alfombras más mullidas y los escombros, cancillerí­as y campos de batalla. Y ha vuelto para contarnos historias reales, redactadas con estilo propio.

En ¡Menuda tropa!, Luna nos toma de la mano y nos pasea, ahorrándon­os el riesgo de daños colaterale­s que él asumió, por episodios que han conformado la historia reciente. Al hacerlo, se revela como alguien ocasionalm­ente osado: le pareció lo más normal enviarse a sí mismo a Fukushima, siendo ya redactor jefe de Internacio­nal, cuando sus compañeros no lograron apreciar el encanto de terremotos y

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Joaquín Luna “La sintonía de los boletines informativ­os de la BBC sería una música adecuada en mi funeral”

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