El rey del retrato
El Prado y la National Gallery recuperan a Lorenzo Lotto
Es, o se le considera, el primer retratista moderno, pero no ha sido hasta tiempos modernos, es decir, finales del XIX-principios del siglo pasado, cuando su nombre fue rescatado después de un semiolvido de siglos que dice mucho de la inutilidad de la vanidad humana. Lorenzo Lotto (Venecia, c. 1480-Loreto, 1556/7) triunfó en vida pero tampoco tanto; se reconocía su valor y recibió numerosos encargos, pero su fama fue por barrios o mejor por zonas o ciudades: en Bérgamo tuvo muy buena acogida, pero en Roma tuvo que ver como sus pinturas en los apartamentos papales eran destruidas para que Rafael, más del gusto de Julio II, las sustituyera. ¿Puede haber algo peor para un artista? Tal vez sí, que sus propias obras sean atribuidas a otros, y eso es exactamente lo que le ocurrió.
Basta con leer la documentación sobre sus retratos en la magnífica exposición que le dedica el Museo del Prado –en colaboración con la National Gallery de Londres, donde podrá verse la muestra en otoño– para darse cuenta de hasta qué punto fue ignorado desde no mucho después de su muerte. Un buen número de estos cuadros son atribuidos a Palma el Viejo, Veronese, Giorgione o Hans Holbein el Joven (entre ellos su Retrato de joven, c. 1498-1500, el más antiguo de los que han llegado hasta nosotros, un joven casi adolescente visto desde una perspectiva frontal
La atribución de sus obras a otros grandes indica tanto su calidad como la competencia a la que se enfrentaba
que nos interpela directa e intensamente). Estas atribuciones resultan en realidad muy reveladoras, primero sobre la calidad de sus pinturas, y después, como una cruel reiteración, sobre la altura de los artistas con los que tuvo que medirse. En Venecia competía, además de con algunos de los citados, con Tiziano. En Roma el favoritoeraRafael.Desdeluego,nolo tuvo nada fácil.
Como todos ellos, ejerció la pintura religiosa. Sin embargo, han sido sus retratos los que han proporcionado una nueva fortuna a su reputación a partir de la monografía que le dedicó el historiador del arte Bernard Berenson en 1895. Unos retratos leídos de otra manera, podríamos decir que a nuestra manera, una manera más indagativa, más dirigida hacia el interior, a la complejidad emocional de los retratados, a sus particularida-