La Vanguardia - Culturas

Peralada como trampolín

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No es Oriol Broggi el primer director que utiliza Peralada como trampolín para su acceso al mundo de la ópera. La misma oferta de adentrarse en este nuevo lenguaje que ha recibido ahora el fundador de La Perla 29, la recibieron antes otros grandes nombres del teatro que, después, han hecho carrera en cosos operístico­s. Calixto Bieito se probó en estas lides en la edición de 1999 con una polémica Carmen de Bizet que cambiaba las postales románticas de Merimée por una España fronteriza en la que no faltaba ni la Legión. También abrió Peralada sus puertas a La Fura dels Baus con El martirio de san

Sebastián de Debussy sólo un año después de que debutara en la ópera con una Atlántida de Falla en el Festival de Granada en 1996.

En la edición del 2000 de la cita ampurdanes­a le llegó el turno a Carles Santos, que se presentó de la mano de El

barbero de Sevilla. Mientras que Comediants desembarca­ron en el festival de Girona en el 2002 con una versión tan colorista de Orfeo ed Euridice de Gluck como la que habían hecho en 1999, en su debut, para La flauta mágica en el Liceu (también con la batuta de Josep Pons). Àlex Rigola también se probó en el 2003 en Peralada con Cancionero de

Palacio (un experiment­o musical que no era ópera, ni recital, ni teatro) antes de estrenar en el 2010, de nuevo en el escenario del Liceu, su Holandés errante. N. C.

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