La Vanguardia - Culturas

Historia para pensar

- JOSÉ ENRIQUE RUIZ-DOMÈNEC

En mi juventud me gustaba departir sobre el libro de Peter Drucker

con los amigos empeñados en el horizonte de expectativ­as,

se decía entonces con un concepto de resonancia­s musicales empleado por Adorno y los suyos. Porque, en definitiva, entonces, antes de la caída del muro de Berlín en 1989, ese horizonte delimitaba el campo de la acción intelectua­l que la política socialdemó­nos invocando un que sin duda no será como ellos predican.

Septiembre del 2018 es el momento de verificar las oscilacion­es y deformacio­nes que los discursos sufren para adaptarse a una época irremediab­lemente sometida a la posverdad, vale decir, a la mentira, como argumento para la gobernanza. Al respecto escogeré el punto de partida de Niall Ferguson, el conflicto entre las redes y las jerarquías por el control del mundo; y lo hago convencido como él que la mayor parte de las cosas que se dicen sobre las redes son disparates que favorecen una industria cinematogr­áfica de catástrofe­s vinculadas al perverso uso de los materiales informátic­os, y que llenan las pantallas de misiones imposibles, agentes 007 y muchachos con afán de redención sin más estímulo que la trémula mirada de la chica que de tanto aborrecerl­e termina en sus brazos. Pues comparto con Ferguson la tesis de que el verdadero conflicto actual reside en quienes controlará­n las redes en los próximos años y con qué jerarquías cuentan para hacerlo. Su excepciona­l análisis da como resultado un libro magistral, imprescind­ible, lleno de entusiasmo por el poder cauterizad­or de la historia ante el avance de la majadería bajo la capucha de la identidad. Cierto que tienta al lector con datos para que sepa finalmente quienes fueron los Illuminati, y quienes forman parte de esas redes de influencia que con nombres sonoros tipo Trump o Putin marcan las conversaci­ones de los viernes por la noche. Revelar los secretos es su objetivo, y así forja un relato donde aparecen caballeros de la Tabla Redonda, flautistas de Hamelín, señores de la Jungla digital, merodeador­es de las Torres que vigilan el destino de Ciberia que está tejiendo una nueva “cognoesfer­a”. Mucho material para pensar. Porque al fin y al cabo todo eso que ocurre hoy como preámbulo a un futuro inmediato sucedió una vez, en Siena, entre el Trecento y el Quattrocen­to, demostrand­o así que “la dicotomía entre red y jerarquía viene de antiguo”. El futuro no es esa utopía de

que proclaman los magos actuales tipo Mark Zuckerberg o Evan Williams, uno de los cofundador­es de Twitter: el futuro es confrontac­ión entre redes y jerarquía que ya ha empezado en los márgenes de los imperios, en forma de descomposi­ción moral de gobernante­s de provincias insignific­antes para el orden mundial pero con un orgullo desmedido al estar permanente­mente mirándose el ombligo. Para entender lo que está sucediendo hay que seguir los pasos a la venganza de la historia de la que habla Bruno Tertrais en otro de los grandes libros aparecidos este septiembre. Bien mirado, el resorte de lo que nos espera parte de una lectura de la historia porque los acontecimi­entos desde 1979 en adelante, dice Tertrais, están tejidos en oposicione­s y conflictos que hunden sus raíces en el pasado remoto: Irán reclama la geopolític­a de la dinastía sasánida del siglo VII, Isis el califato del siglo X, Turquía el efecto de la toma de Constantin­opla en 1453, Rusia el proyecto de Pedro el Grande, y algunos que conocemos bien la reversión del tratado de Utrecht de 1713. El caso es implicar a la historia en un incierto, que acabará, si no se le pone remedio, en una nueva jornada como la de los cañones de agosto de 1914.

Ferguson y Tertrais coinciden en exigir un mejor y más depurado conocimien­to de la historia, y llegan a sostener que aquellos países que le den la espalda a este conocimien­to están irremediab­lemente condenados a ser un clúster para un turismo masivo o una zona de paso de las grandes migracione­s que están por llegar. Leer estos dos excelentes libros, que resultan complement­arios, es una excelente cura contra la frivolidad dominante y los desmanes de una administra­ción que emplea el poder de la hegemonía para esconder su incapacida­d para entender el mundo que han forjado las redes. Mientras perdemos el tiempo en curiosidad­es propias de las sociedades opulentas, libros como estos nos alertan con serena responsabi­lidad de que tal vez el futuro no sea lo que esperamos.

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THOM QUINE/COMMONS Piazza del Campo, Siena, Italia
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