Historia para pensar
En mi juventud me gustaba departir sobre el libro de Peter Drucker
con los amigos empeñados en el horizonte de expectativas,
se decía entonces con un concepto de resonancias musicales empleado por Adorno y los suyos. Porque, en definitiva, entonces, antes de la caída del muro de Berlín en 1989, ese horizonte delimitaba el campo de la acción intelectual que la política socialdemónos invocando un que sin duda no será como ellos predican.
Septiembre del 2018 es el momento de verificar las oscilaciones y deformaciones que los discursos sufren para adaptarse a una época irremediablemente sometida a la posverdad, vale decir, a la mentira, como argumento para la gobernanza. Al respecto escogeré el punto de partida de Niall Ferguson, el conflicto entre las redes y las jerarquías por el control del mundo; y lo hago convencido como él que la mayor parte de las cosas que se dicen sobre las redes son disparates que favorecen una industria cinematográfica de catástrofes vinculadas al perverso uso de los materiales informáticos, y que llenan las pantallas de misiones imposibles, agentes 007 y muchachos con afán de redención sin más estímulo que la trémula mirada de la chica que de tanto aborrecerle termina en sus brazos. Pues comparto con Ferguson la tesis de que el verdadero conflicto actual reside en quienes controlarán las redes en los próximos años y con qué jerarquías cuentan para hacerlo. Su excepcional análisis da como resultado un libro magistral, imprescindible, lleno de entusiasmo por el poder cauterizador de la historia ante el avance de la majadería bajo la capucha de la identidad. Cierto que tienta al lector con datos para que sepa finalmente quienes fueron los Illuminati, y quienes forman parte de esas redes de influencia que con nombres sonoros tipo Trump o Putin marcan las conversaciones de los viernes por la noche. Revelar los secretos es su objetivo, y así forja un relato donde aparecen caballeros de la Tabla Redonda, flautistas de Hamelín, señores de la Jungla digital, merodeadores de las Torres que vigilan el destino de Ciberia que está tejiendo una nueva “cognoesfera”. Mucho material para pensar. Porque al fin y al cabo todo eso que ocurre hoy como preámbulo a un futuro inmediato sucedió una vez, en Siena, entre el Trecento y el Quattrocento, demostrando así que “la dicotomía entre red y jerarquía viene de antiguo”. El futuro no es esa utopía de
que proclaman los magos actuales tipo Mark Zuckerberg o Evan Williams, uno de los cofundadores de Twitter: el futuro es confrontación entre redes y jerarquía que ya ha empezado en los márgenes de los imperios, en forma de descomposición moral de gobernantes de provincias insignificantes para el orden mundial pero con un orgullo desmedido al estar permanentemente mirándose el ombligo. Para entender lo que está sucediendo hay que seguir los pasos a la venganza de la historia de la que habla Bruno Tertrais en otro de los grandes libros aparecidos este septiembre. Bien mirado, el resorte de lo que nos espera parte de una lectura de la historia porque los acontecimientos desde 1979 en adelante, dice Tertrais, están tejidos en oposiciones y conflictos que hunden sus raíces en el pasado remoto: Irán reclama la geopolítica de la dinastía sasánida del siglo VII, Isis el califato del siglo X, Turquía el efecto de la toma de Constantinopla en 1453, Rusia el proyecto de Pedro el Grande, y algunos que conocemos bien la reversión del tratado de Utrecht de 1713. El caso es implicar a la historia en un incierto, que acabará, si no se le pone remedio, en una nueva jornada como la de los cañones de agosto de 1914.
Ferguson y Tertrais coinciden en exigir un mejor y más depurado conocimiento de la historia, y llegan a sostener que aquellos países que le den la espalda a este conocimiento están irremediablemente condenados a ser un clúster para un turismo masivo o una zona de paso de las grandes migraciones que están por llegar. Leer estos dos excelentes libros, que resultan complementarios, es una excelente cura contra la frivolidad dominante y los desmanes de una administración que emplea el poder de la hegemonía para esconder su incapacidad para entender el mundo que han forjado las redes. Mientras perdemos el tiempo en curiosidades propias de las sociedades opulentas, libros como estos nos alertan con serena responsabilidad de que tal vez el futuro no sea lo que esperamos.