El taller de escritores de Iowa
Hay historias del mundo de la cultura tan intensas y singulares que han sido recreadas en formatos muy distintos. Cada semana proponemos una de ellas a recuperar en este verano del 2018.
Wallace Stegner, Philip Roth, Richard Yates, John Cheever, Marilynne Robinson, A.M. Homes, Michael Cunningham, Ann Pratchett, Denis Johnson, Meg Wolitzer, Richard Ford… Es imposible explicar la historia de la literatura norteamericana moderna sin hablar del taller de escritura creativa de Iowa, del que todos estos autores fueron alumnos. El programa se puede entender como un ejercicio de endurecimiento para aspirantes, como las dos primeras semanas de entrenamiento en los Navy SEAL: se encierra a un puñado de almas sensibles en la flor de su juventud en un pueblo que alcanza los -20 grados de temperatura en invierno y se les obliga a leer sus relatos y poemas en voz alta todos los días para someterse al juicio de sus compañeros y profesores. Quien sobrevive, está listo para una carrera literaria.
El ensayo. Leslie Jamison, la joven autora que deslumbró con su libro de ensayos El
anzuelo del diablo (Anagrama), pasó también por Iowa –y no es fácil, sólo admiten a un 2% de los que solicitan plaza– y ha escrito sobre su experiencia allí en The recovering, el monumental tomo sobre su alcoholismo que también publicará Anagrama el año que viene. Jamison, de hecho, estuvo dos veces: como estudiante y, unos años más tarde, acompañando a su pareja, también escritor. Llegó allí comprando toda la leyenda en torno al taller y se marchó con cierto desengaño. Jamison cuenta cómo los graduados bruñen año tras año la leyenda de los escritores que se emborracharon allí y recorren los mismos bares donde se derrumbaba Richard Yates confiando en que algo se les pegue.
El Twitter. En la cuenta satírica @GuyInYourMFA (“tío en tu taller de escritura creativa”), la escritora Dana Schwartz tuitea joyas como esta: “Idea para un relato: hombre casado es tan complicado e interesante que se acuesta con una chica de 22 años”.
La temporada. La cuarta entrega de Girls, que emitió HBO en el 2014, llevó a la protagonista, Hannah, a Iowa. Empieza bien –¡Una casa entera por el precio de
Kurt Vonnegut pedía a sus alumnos que leyesen antologías de cuentos y les asignasen notas de la A a la F
un aparcamiento de bicicletas en Brooklyn!– pero todo se tuerce cuando lee su primer relato al grupo y sus compañeros le dicen que va sobre “una chica muy privilegiada que decide tolerar a su acosador” y que denota “falta de empatía por la perspectiva masculina”. El personaje de Lena Dunham acaba contemplando el suicidio.
El ejercicio. Kurt Vonnegut, que fue profesor del taller, pedía a sus alumnos como trabajo de fin de curso que leyesen una popular antología de los mejores cuentos de la literatura (Conrad, Joyce, Wharton, Faulkner, Chéjov y demás) y les asignasen notas como se hace en los colegios estadounidenses, de la A a la F. “Las calificaciones deben ser la medida egoísta, infantil e impúdica de su propio placer o falta de él. No me importa qué notas ponen. Sí que insisto en que les deben gustar unos relatos más que otros”. Por no faltar a la leyenda de Iowa, el autor de Matadero cinco exigía a sus alumnos que leyesen cada cuento “como si en cinco minutos se hubiesen bebido medio litro de excelente licor”.