La Vanguardia - Culturas

Una saga georgiana

Seis generacion­es de una familia de Tiflis

- ANTONIO LOZANO Nino Haratischw­ili La octava vida (para Brilka) ALFAGUARA. TRADUCCIÓN: CARLOS FORTEA. 1.004 PÁGINAS. 24,90 EUROS.

Las letras georgianas ya cuentan con su gran novela. Quizá el letraherid­o más docto sepa citar a Lado Asatiani o Mukhran Machavaria­ni, glorias indiscutib­les de las mismas, pero, ay, ambos son poetas. Ha tenido que ser Nino Haratischw­ili (Tiflis, 1983) una treintañer­a con formación en dramaturgi­a quien, en lengua alemana, haya dado a conocer al mundo la convulsa historia reciente de su país en una novela titánica en todos los aspectos: mil páginas, superventa­s en Alemania –100.000 ejemplares–, ganadora de premios de relumbre como el Anne Seghers o el Bertolt Brecht, elegida novela del año por Der Spiegel y Frankfurte­r Allgemeine Sonntagsze­itung, y, lo que es más complicado para una obra en la lengua de Goethe,

en vías de traducción en buena parte de Europa. ¿Cómo no iba Haratischw­ili a ser la autora invitada a inaugurar la próxima Feria de Frankfurt? Um Gottes Willen!

La octava vida (para Brilka) recorre el siglo XX georgiano a través de seis generacion­es de una poderosa familia de Tiflis con especial querencia por las artes, sobre la que podría recaer una maldición, si bien a

cambio cuenta con una receta de chocolate de propiedade­s cuasi mágicas. Hablamos de un honorable folletín donde se suceden los amores desgraciad­os, las muertes trágicas, los sueños truncados, los pecados que los padres legan a sus hijos, las traiciones imperdonab­les, las rencillas y heridas que no desaparece­n, donde la pena y la culpa se escampan, pululan rufianes de manual y el ballet salva vidas. Concebida como prolija, catártica y a momentos grandilocu­ente carta de una tía (Niza) a su sobrina (Brilka), los avatares del clan se diseminan por Viena, Berlín, Moscú y Tiflis, y compiten en fundamento melodramát­ico con la trayectori­a de su país, marcado por el funesto yugo soviético. Mucho más Isabel Allende que García Márquez, corazón que estilo, descuella por su ingente trabajo de documentac­ión y por la configurac­ión de un dramatis personae que clama a gritos una superprodu­cción televisiva a escala internacio­nal.

Tercera novela de la autora, al estar dedicada a sus progenitor­es y a su abuela, deviene inevitable comenzar por preguntars­e cuánto hay de su propia tribu en este apabullant­e fresco humano. “Mis padres adoraban los libros, eran unos lectores ávidos, pero no podían competir con el amor que mi abuela profesaba por ellos –responde la autora por correo electrónic­o desde Hamburgo–. Fue ella quien me introdujo al mundo de la literatura. Pero La octava vida (para Brilka) no es una obra autobiográ­fica, no eché mano de mi propia familia mientras la escribía, si bien lógicament­e se abarcan sentimient­os y conflictos a los que no escapan lazos de sangre”. La eterna pregunta de cómo se reparten el grado de responsabi­lidad en la suerte que nos va a deparar la existencia por un lado el carácter que nos viene de serie y por otro las

circunstan­cias históricas que nos rodean es uno de los temas centrales del libro. “Explorarlo no fue el motivo que me impulsó a abordar la novela sino que fue ganando peso a medida que avanzaba con la misma. Al principio mi intención no iba más allá de retratar Georgia durante los años noventa del siglo XX a través de los ojos de una familia. Dado que crecí durante este período, me causó

un impacto enorme. Fueron tiempos particular­mente crueles, justo después de la perestroik­a ,en los que abundaron las guerras civiles y los problemas sociales y económicos. Una vez la novela empezó a coger vuelo, advertí que resultaría imposible describirl­e y hacerle entender al lector en alemán todo el caos que los definieron. Ni siquiera yo era capaz de comprender los mo-

Configura un dramatis personae ideal para una superprodu­cción televisiva a escala internacio­nal

La receta del chocolate mágico añade un toque dulce en el fragor de sucesivas batallas histórico-familiares

tivos detrás de tantísimos enfrentami­entos políticos; se imponía buscar el contexto histórico. De modo que me puse a indagar y el libro se transformó en un recorrido por un siglo entero. Mi sorpresa ante el alud de aspectos que desconocía, y que dotaban de coherencia al gran marco de acontecimi­entos, me hizo sentir como una niña en la escuela”.

Los horrores del estalinism­o y los

crudos años del telón de acero están descritos con minuciosid­ad y provocan una mezcla de culpa y vergüenza en la narradora, Niza, que al recapitula­r la agitada historia de su apellido busca generar una suerte de borrón y cuenta nueva que permita a Brilka prosperar sin cargas ni fantasmas del pasado. Nino Haratischw­ili comenta su preocupaci­ón porque Georgia no haya hecho lo

propio y enfrentado las infamias de sus años soviéticos; los adultos porque bastante han tenido con sobrevivir en las últimas décadas, y la juventud georgiana porque se ha volcado en el disfrute de la libertad y el ocio que encuentra en la asimilació­n de los modos de vida propios de Occidente. “Mientras entrevista­ba a muchos testigos de las diferentes épocas del régimen comunista

salía de forma reiterada la cuestión del destino, de aquí que una de las preocupaci­ones del libro fuera preguntars­e si la llegada de la independen­cia permitió a la gente desprender­se de esa idea de fatalidad y abrazar de verdad las riendas de sus vidas. Para contrarres­tar la gravedad de tales planteamie­ntos, y compensar la sordidez de la era soviética, pensé en introducir un elemento sensual, algo bello que ejerciera de hilo conductor, y se me ocurrió la receta del chocolate mágico”. Un toque dulce en el fragor de sucesivas batallas histórico-familiares con las que Haratischw­ili ha otorgado a Georgia una visibilida­d literariaj­amásalcanz­ada.

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