Las formas de los números
Durante su visita a Barcelona, al leer en la prensa que cuatro mujeres –dos de ellas, niñas–habían sido asesinadasen España en un mismo día, la respuesta a tal barbarie que se le ocurrió a Esther Ferrer (San Sebastián, 1937) fue una performance en la plaza de Catalunya, con una pancarta que evidenciara las cifras de esa realidad. No la llevó a cabo porque había venido a inaugurar la exposición que le dedica la galería Àngels Barcelona y a veces no es aconsejable mezclar conceptos. En el 2016, en el Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada (Madrid) ya había realizado una instala- ción con 109 sillas vacías, una por cada mujer víctima de la violencia de género en España durante el 2015. Un escalofrío recorre a quien conoció a una de las que no está sentada en su silla, ni en ningún otro sitio. Pero lo que pretende la feminista avant la lettre Esther Ferrer –“la dama de la performance”, como la llama Manuel Borja Villel– es que ese latigazo no sacuda sólo a los más cercanos a las víctimas, sino a toda la población.
Rechaza la etiqueta de “pionera” aunque ya a principios de los setenta hizo una gira por EE.UU. con el grupo ZAJ, del que formaba parte junto a Walter Marchetti, Ramón Barce y Juan Hidalgo. En los míticos Encuentros de Pamplona (1972), el más mítico todavía John Cage los había visto actuar y sentenció que los americanos tenían que ver aquello. Desde entonces, el defensor de la no intencionalidad en las artes tuvo un importante papel en la vida de Ferrer. Además de entrar en contacto gracias a él con los nombres más importantes de la performance y el arte conceptual estadounidense y el underground parisino, también conoció a quien se convertiría a principios de los ochenta en su marido, el compositor Tom Johnson (Colorado, 1939), muy conocido como crítico musical y por su
The four note opera (1972). Ahora, por primera vez, exponen juntos y demuestran que el deseo innovador de superar la moliente realidad nada tiene que ver con la edad. “Queríamos una exposición clara y coherente –comenta Ferrer–, que todo el mundo comprendiera que con los números puedes hacer música, formas, lo que quieras, y que siempre son gratificantes”. Se reúnen obras de diferentes épocas realizadas sobre tela, madera y papel a partir de sistemas que ordenan las cifras que obsesionaron a la artista a finales de los setenta– “soñé que nadaba en un mar de números primos”, relata– y de los guarismos como símbolo musical que representa el sonido y la frecuencia de una nota: “Pretendía dibujar la música en figuras geométricas para que la gente entienda lo que está pasado ”, añade el compositor.
Comparten su vida en París. Cuando se encontraron, él había huido de los EE.UU. de la guerra de Vietnam, y ella de la España franquista. Con carreras totalmente independientes, este proyecto evidencia rasgos comunes, como la pasión por las matemáticas: “Lamento no haber estudiado más matemáticas después de la escuela, con frecuencia pido ayuda a matemáticos y a ingenieros de sonido, aunque sigo instalado en la música clásica y raramente hago música electrónica”, argumenta Johnson. Los dos han escrito prolijamente sobre arte. Ahora se confiesan apasio-
nados por la divulgación científica, inmersos en el debate sobre si “los números existen y son un objet trouvé o si, por el contrario, son un invento del ser humano”, en palabras de Ferrer. Con los números como lenguaje artístico, a partir de un sistema fijado que evite cualquier subjetividad, Esther FerreryTomJohn son han realizado expresamente para esta muestran una pieza ala vez música, dibujo y espacios geométricos.
Esther Ferrer & Tom Johnson Números, músicas y formas GALERIA ÀNGELS BARCELONA. BARCELONA. WWW.ANGELSBARCELONA.COM. HASTA EL 13 DE NOVIEMBRE