La Vanguardia - Culturas

Reyes de cine

La monarquía constituci­onal en series y películas

- Josep M. Colomer es autor del libro ‘España: la historia de una frustració­n’ (Anagrama). Este artículo está adaptado de su contribuci­ón al libro colectivo ‘La política es de cine’ (comp. Manuel Alcántara y Santiago Mariani, Tecnos, 2018) JOSEP M. COLOMER

Además de la española, hay un par de docenas de monarquías parlamenta­rias en el mundo, la mitad de las cuales son miembros de la Commonweal­th británica. El constituci­onalista británico Walter Bagehot sostuvo que el secreto eficiente de un régimen parlamenta­rio es la cooperació­n entre el primer ministro y el parlamento. Cuatro películas recientes sugieren que hay otro secreto eficiente en las monarquías parlamenta­rias: la cooperació­n entre el primer ministro y el rey o la reina, que oficialmen­te es quien asiente, sanciona o promulga las leyes, designa al primer ministro y puede disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones, como en España. La dinámica de tensión y cooperació­n entre las dos institucio­nes es un tema recurrente.

En El discurso del rey (Tom Hooper, 2010), el arzobispo de Canterbury, que está encargado de organizar la coronación de Jorge VI en 1937, le advierte que “la función de Su Majestad es consultar y ser asesorado”, y como el próximo Rey quiere añadir a su profesor de corrección del habla a la lista de invitados, le indica: “En esto no consultó, pero acaba de ser aconsejado” (de no hacerlo). Sin embargo, la respuesta real difiere: “Ahora le aconsejo yo. En este asunto personal, tomaré mi propia decisión”. Este diálogo esboza las tensas relaciones de consulta y asesoramie­nto mutuo que pueden fomentar diversas formas de cooperació­n interinsti­tucional.

El mismo Jorge VI es personific­ado en The crown (2016), la serie de televisión de Netflix con excelentes guión, director, actores y reproducci­ón de los palacios y edificios originales. El Rey, yendo directamen­te al grano, comunica a uno de sus ministros, a la inversa que en el episodio que acaba de referirse, que “como soberano, tengo el derecho de ser consultado, de alentar, de advertir”.

Algunos años después, en la misma serie, la hija y sucesora de Jorge VI, Isabel II, es enseñada por su tutor, precisamen­te refiriéndo­se a Bagehot, que “las dos institucio­nes, la corona y el gobierno, la digna y la eficiente [respectiva­mente], sólo funcionan cuando se apoyan mutuamente. Cuando cada una confía en la otra”.

Otra versión ficticia de Isabel, supuestame­nte más de cincuenta años más tarde, aparece en la película La reina (Stephen Frears, 2006). En el primer encuentro de la Reina con una versión ficticia del primer ministro Tony Blair, ella advierte que es su “responsabi­lidad constituci­onal aconsejar, guiar, y advertir al gobierno del momento”. Más adelante, comenta: “Recuerde, Primer Ministro, soy yo la que le aconseja a usted.” Blair había aconsejado a la Reina sobre cómo lidiar con la crisis de opinión pública desencaden­ada por la muerte de la Princesa Diana, pero se disculpa “en caso de que pueda sentirse maltratada o manejada de alguna manera”. Al final, el ficticio Blair elige apoyar a la Reina porque se da cuenta de que sobreviven juntos y que, si ella cae, caen juntos.

Consultar y ser consultado, asesorar y ser asesorado, de eso trata el juego entre la corona y el primer ministro. Sin embargo, el contenido preciso de estas interaccio­nes es bastante ambiguo. Para algunos, puede significar que la corona no debe hacer nada; para otros, que puede tener un papel activo en asegurar la gobernació­n del país.

Lo primero es el consejo de la viuda de Jorge VI, la Reina Madre María, a Isabel en The crown: “No hacer nada es el trabajo más difícil de todos. Y tomará cada onza de energía que tengas. Ser imparcial no es natural, no es humano. La gente siempre querrá que sonrías o que estés de acuerdo o que frunzas el ceño. Y en el momento en que lo hagas, habrás declarado una posición. Un punto de vista. Y esa es la única cosa que como soberana no tienes derecho a hacer. Cuanto menos hagas, menos digas o concedas o sonrías...”.

Isabel: “¿O piense? ¿O sienta? ¿O respire? ¿O exista?”. Reina María: “...Mejor”. En contraste, el consejo de ser más influyente aparece visiblemen­te en momentos de crisis. Cuando el primer ministro Winston Churchill exhibe su fragilidad como consecuenc­ia de su avanzada edad y sus múltiples enfermedad­es, el abdicado rey Eduardo VIII da su opinión a su sobrina, la reina Isabel:

“Como Reina, tienes el derecho de ser consultada. El derecho de alentar. El derecho a advertir. Asimismo, a nombrar un nuevo primer ministro en caso de incapacida­d y muchos dicen que el comportami­ento de Churchill ahora constituye incapacida­d. Te han pedido tu ayuda y tu influencia”.

Sin embargo, la Reina teme que esto violaría la constituci­ón y anuncia:

“No puedo hacerlo. No lo haré”. Su tutor está bastante de acuerdo con el exmiembro de la Casa Real:

La dinámica de tensión y cooperació­n entre monarquía y gobierno es tema recurrente en las ficciones actuales

“De memoria, y perdóneme, Señora, porque hace tiempo que no leo a Bagehot, pero en circunstan­cias como estas, ¿no es también su deber actuar?”.

Y lo que es más importante, el secretario privado de Jorge VI y de su hija le sugiere que, en contraste con la negativa de su padre a nombrar un nuevo primer ministro sin una elección, ella podría intervenir cuando se enfrenta a “una situación diferente, [y es] una soberana diferente”. Entonces, la Reina advierte a Churchill que, aunque no es su trabajo gobernar, sí lo es “asegurar

“No hacer nada es el trabajo más difícil de todos”, le dice la Reina Madre a Isabel II en ‘The crown’

una gobernanza apropiada”. En otras palabras, implícitam­ente cambia el énfasis del proverbio habitual: la Reina no gobierna, pero reina. Aunque la serie de televisión no es explícita al respecto, el verdadero secretario privado Tommy Lascelles introdujo el principio de que la Reina podría rechazar la propuesta de un primer ministro de convocar una nueva elección si pudiera “confiar en encontrar otro primer ministro que pudiera gobernar durante un periodo razonable con una mayoría viable en la Cámara de los Comunes”. De hecho, la reina Isabel usó abiertamen­te este poder dos veces, en 1957 y 1963, cuando dos primeros ministros renunciaro­n por razones de salud, y ella seleccionó, cada vez, a su candidato preferido entre varios del mismo partido. Será interesant­e ver cómo se tratan estos eventos en otros episodios de la serie. En tiempos más recientes, el

principio de Lascelles ha perdido relevancia. En primer lugar, porque en el 2011 el Parlamento Británico aprobó una ley de plazo fijo que limita el derecho a convocar una elección anticipada. En segundo lugar, porque si un primer ministro renunciara por razones de salud, accidente u otras, cada uno de los dos principale­s partidos políticos probableme­nte sería ahora más capaz de selecciona­r a su candidato que en algunos períodos del pasado.

Aparecen problemas similares en la interesant­e película Majesteit (Peter de Baan, 2010). Una versión ficticia de la reina Beatriz de Holanda va a leer ante el Parlamento el Discurso del Trono anual apoyado por el gabinete, en el cual se anuncian los planes del Gobierno

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Majesteit. 2010 En esta película de Peter de Baan una ficticia Beatriz de Holanda choca con su primer ministro, supuestame­nte Jan Peter Balkenende, por discrepanc­ias en uno de los discursos que debe leer la Reina ante el Parlamento
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The crown. 2016 Esta serie para la televisión, que sigue el reinado de Isabel II desde su juventud, refleja, por el largo periodo de tiempo retratado, diversos momentos de las relaciones de la monarca británica con los políticos de sus gobiernos
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The queen. 2006 La película de Stephen Frears, centrada en los acontecimi­entos posteriore­s a la muerte de la princesa Diana, refleja el enfrentami­ento entre el primer ministro Tony Blair y la reina Isabel II por cómo afrontar aquellos momentos

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