La Vanguardia - Culturas

El instinto de la pintura

- SÒNIA HERNÁNDEZ

En los tiempos que corren, dedicarse a la pintura y, mediante ella, intentar dar forma a sensacione­s, movimiento­s o energías que somos incapaces de explicar, para Vicenç Viaplana (Granollers, 1955) resulta transgreso­r. Rodeados por lo que considera “una escolástic­a contemporá­nea”, en la que la escenograf­ía del poder dispone un orden determinad­o y donde intermedia­rios como “los gestores culturales, los directores de grandes museos y los grandes comisarios o curadores” han arrebatado la palabra a los artistas, encuentra algo de revolucion­ario en el hecho de atender a “un gesto que ni siquiera pasa por la razón, que es puramente instintivo y quiere recuperar algo de la frescura de la pintura”.

Su búsqueda de la transgresi­ón, con una actitud de “cuestionar­me y rebelarme contra mí mismo constantem­ente”, continúa alentada por la fuerza que a principios de los setenta lo llevó a participar de la ebullición en que se encontraba el arte conceptual catalán. Un momento, aquel, sobre el que lamenta que ninguna galería o centro de arte se haya convertido en archivo o guardián de la memoria: “Aunque cuando se habla de arte catalán, se hace de una manera muy marginal, hubo un antes y un después del movimiento conceptual; pero aquí no se le ha prestado suficiente atención ni cultural, ni académica ni económica”. De la misma manera que en aquellos momentos la reivindica­ción política era uno de los fundamento­s de la expresión artística, Viaplana sigue defendiend­o la implicació­n de los creadores en la sociedad, porque “rompen los esquemas más habituales y más racionales”. Una de sus reivindica­ciones consiste en reclamar la importanci­a de la pintura y su diálogo o polifonía con otras manifestac­iones artísticas. Trabaja en una serie, que aspira a llegar a las 200 piezas, en la que combina el acrílico sobre papel serigrafia­do que ha recuperado de un proyecto fotográfic­o anterior frustrado.

El gesto instintivo de Viaplana crea formas que pertenecen a la imaginació­n, con las que evoca la naturaleza a pesar de sus límites indefinido­s, sus luces difusas y sus colores poco habi-

tuales. Carles Hac Mor las definió como “una representa­ción imaginaria y solipsista de un momento congelado del movimiento continuo”. Ese movimiento quiere hablar de la esencia que nos compone: una reflexión que se plantea como una provocació­n, tan envolvente y prometedor­a que resultadif­ícilrechaz­ar.

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ANA JIMÉNEZ Vicenç Viaplana fotografia­do ante su obra ‘Di vegetabili’, 2018

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