Fura dels Baus
clave progresista del pasado, incluso en casos un tanto resbaladizos como era la colonización americana. Otra analista, Teresa Vilarós, apunta que el triple festival de 1992 “da por terminado en la psicología nacional el sentimiento de cambio y Transición de los primeros años de la España posfranquista”.
Fue este un decenio optimista y repleto de inauguraciones. En 1992 se abre en pleno centro madrileño el Museo Thyssen Bornemisza. Vino antecedido de complicadísimas negociaciones que Jorge Semprún evoca en la memoria de su periodo ministerial. El presupuesto no corrió a cargo del Ministerio de Cultura sino que se recurrió a créditos extraordinarios. Para encargar a Rafael Moneo la rehabilitación del palacio de Villahermosa hubo que desactivar la candidatura de otro arquitecto de moda a gusto de los barones. La intervención de la baronesa a favor de la candidatura española resultó crucial. La colección Thyssen complementaba los fondos del Museo del Prado y así se puso en marcha la “milla de oro” madrileña, a sumar el Reina Sofía. Un caramelo para el amante del arte, que afianza a Madrid en los itinerarios del turismo cultural de élite.
Otro gran equipamiento de carácter artístico se inaugura en 1997. El Museo Guggenheim de Bilbao llega precedido de una gran polémica. El 8 de abril de 1991 un helicóptero de la Ertzaintza había llevado a Thomas Krens, director de la Fundación Guggenheim, desde el aeropuerto de Sondika hasta Vitoria, donde le esperaba el lehendakari Ardanza en el palacio de Ajuria Enea. Buscaba una sede europea para su institución. Con Krens viajaba Carmen Giménez, destacada comisaria de arte. Ella tentó a los políticos vascos para que compitieran con Salzburgo. El gobierno vasco y el ayuntamiento de Bilbao se implicaron: había que reinventar una ciudad industrial en crisis y cambiar la terrible imagen que el terrorismo etarra proyectaba del País Vasco. El ensayista americano George Yúdice ha llamado a esto “la cultura como recurso”. Surge la polémica. ¿Se contaba con recursos suficientes? Los que había, ¿era prudente dedicarlos a este proyecto y no a la creación de base? La iniciativa, ¿resultaba compatible con el ideario nacionalista? Hubo quien lo vio como un “platillo volante”. El más prestigioso artista vasco, Chillida, lo apoyó con cautela. Tiró adelante y casi nadie lo ha lamentado.
Pero sentó un precedente peligroso. Recuerda Llàtzer Moix que “alcaldes y presidentes autonómicos de toda España vieron en el ejemplo bilbaíno la llave de su futuro. Un edificio espectacular con firma de postín –Calatrava, Hadid, Herzog & De Meuron, Foster, Eisenman...– les pareció garantía de visibilidad global, imán de turistas y estímulo para la economía local”. Algunos funcionarían pero otros, como la Ciudad de la Cultura de Santiago de Peter Eisenmann, resultarían desastrosos.
Nace el Instituto Cervantes, a similitud del francés, inglés o del Goethe, para difundir internacionalmente la lengua y la cultura española. Mientras que en la Real Academia, la enérgica presidencia de Fernando Lázaro Carreter (1992-1998) consolida liderazgo académico en el mundo de habla española. Los Premios Nacionales