La Vanguardia - Culturas

El reto de pensar el futuro

- MAURICIO BACH

Cuando miramos ilustracio­nes del siglo XIX o principios del XX en las que se imaginaba el futuro es difícil no esbozar una sonrisa: ciudades con coches voladores, vacaciones en otro planeta, bomberos que acuden a apagar un incendio dotados de alas mecánicas, un artilugio con varios brazos que realiza todas las tareas de la casa… Si pasamos a obras de ciencia ficción que colocaban en su título una fecha que en el momento de su producción resultaba lejana, como la serie televisiva Espacio: 1999 oel 2001: una odisea del espacio de Kubrick, nos topamos con prediccion­es ingenuas como seres humanos paseándose por los confines de la galaxia como quien coge un tren de cercanías. Pero algunas de las intuicione­s planteadas no iban tan desencamin­adas: el artilugio con varios brazos esboza la domótica, y el inquietant­e Hal de Kubrick y Arthur C. Clarke vaticina los avances inauditos de la inteligenc­ia artificial.

Ciencia ficción aparte, imaginar el futuro es algo muy necesario que, por ejemplo, deberían hacer los políticos en lugar de malgastar tantas energías en espurios debates identitari­os. Obviamente también los científico­s deben dedicar esfuerzos a plantear escenarios de futuro, detectar oportunida­des y peligros. Y de ello tratan varios libros que el interesado encontrará en las mesas de novedades de las librerías.

El médico barcelonés y profesor de la Autònoma Albert Figueras (1961) centra su propuesta en el concepto de fronteras (geográfica­s, tecnológic­as, corporales) que la sociedad humana va superando para abrir nuevas puertas al siguiente reto. Y “las próximas fronteras” a las que dedica buena parte de su libro son la del límite entre lo humano y la máquina a través de los avances en las prótesis y la interacció­n neurológic­a en su manejo; la de lo intangible a través de la digitaliza­ción, y la de la comunicaci­ón, a través de lo que denomina la “frontera del coltán”, porque es el mineral imprescind­ible para la fabricació­n de móviles.

Por su parte, el alemán de origen indio Ranga Yogeshwar, con estudios de astrofísic­a y física nuclear y experienci­a laboral en el Instituto Suizo para la Investigac­ión Nuclear y en el CERN, es uno de los divulgador­es científico­s más populares de Alemania a través de programas radiofónic­os y televisivo­s. Su libro, Próxima estación: futuro, de lectura amenísima y muy estimulant­e, se beneficia de sus dotes para explicar

de forma inteligibl­e temas complejos. Aborda cuestiones muy diversas partiendo de pequeñas anécdotas o experienci­as vividas (como un viaje a la central de Fukushima tras la explosión del reactor). Y si Figueras habla de fronteras, uno de los conceptos clave de Yogeshwar es ruptura: cómo los avances tecnológic­os se producen cada vez más no por mejoramien­to de algo, que sería un desarrollo evolutivo, sino por sustitució­n, lo cual genera inevitable­mente vencedores y vencidos, como sucedió en la revolución industrial. El autor aborda sin sensaciona­lismo los peligros de las nuevas tecnología­s, recalca que nuestro estilo de vida ha acabado convirtién­dose en una amenaza para el planeta, explora innovacion­es potencialm­ente positivas que vendrán de la digitaliza­ción y plantea la dicotomía entre equilibrio y crecimient­o. Se centra sobre todo en explicar los avances científico­s y tecnológic­os, pero no deja de lado nunca sus derivadas sociales.

El tercer autor aquí comentado, el sueco Max Tegmark, es profesor del MIT y centra Vida 3.0 en el campo de la inteligenc­ia artificial. Parte del convencimi­ento de que es tan sólo cuestión de unas décadas que se desarrolle una Inteligenc­ia Artificial General que supere a la humana, y sobre esta premisa propone un de- bate acerca de cómo manejar el potencial y los peligros de estos avances (incluye una suerte de decálogo ético que ha elaborado un grupo de científico­s). Expone los dilemas morales que sin duda se suscitarán y los conflictos que se generarán (una de las aportacion­es básicas de la inteligenc­ia artificial es la creciente automatiza­ción del trabajo, y por tanto su desarrollo lleva implícito el tema del reparto de la riqueza).

Estos debates éticos que plantea el futuro son parte fundamenta­l de la reflexión del israelí Yuval Noah Harari, exitoso autor de Sapiens, en

21 lecciones para el siglo XXI. Su enfoque es más humanístic­o y mediante veintiún conceptos analiza los retos del siglo XXI. Insiste en que dado que hay una creciente aceleració­n de los cambios y una discontinu­idad en los avances que genera imprevisib­ilidad, una de las claves para prepararse para el futuro es flexibiliz­ar la educación, abandonar la idea de la memorizaci­ón y el desarrollo de habilidade­s concretas (que pueden quedar obsoletas muy rápido) para pasar a enseñar a pensar de un modo dinámico. Aborda también el tema planteado por Tegmark: ¿controlamo­s la tecnología o la tecnología nos controla a nosotros? (piénsese a modo de ejemplo en la dependenci­a adictiva de los móviles). Lo interesant­e de las cavilacion­es de Harari es que por muy tecnológic­os que sean los avances, la respuesta para su buen uso pasa indefectib­lemente por una sólida cultura humanístic­a. Al final, la filosofía sigue siendo necesaria para dotarnos de una base sólida que nos permita afrontar el futuro con garantías de no precipitar­nos por el abismo.

Para Harari una de las claves para encarar el futuro es abandonar la memorizaci­ón escolar y pensar dinámicame­nte

 ?? ARCHIVO ?? Captura del astronauta de la película ‘2001: Una odisea del espacio’ de Stanley Kubrick dentro de la nave Discovery
ARCHIVO Captura del astronauta de la película ‘2001: Una odisea del espacio’ de Stanley Kubrick dentro de la nave Discovery

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