La Vanguardia - Culturas

El cuerpo como disidencia

Lorenza Böttner La Virreina dedica la primera monográfic­a internacio­nal a una artista transgéner­o que reivindicó la diversidad funcional con su obra

- ANNA MARIA GUASCH

En la presentaci­ón del trabajo de Lorenza Böttner, una artista que pinta con la boca y los pies, el comisario Paul B. Preciado nos invitaba a ver la historia del arte de una manera diferente y a reinventar una nueva subjetivid­ad. Preciado planteó pues la exposición como un desafío a la historiogr­afía dominante del arte a partir de una reivindica­ción en las políticas de género, o mejor, transgéner­o, y de visibilida­d social.

La muestra, parte de la cual fue expuesta por primera vez en la Documenta de Kassel del 2017, hay que leerla en clave biográfica partiendo de algunas de las fotografía­s con las que se inicia la muestra: la del niño de ocho años Ernst Lorenz Böttner (Punta Arenas, Chile, 1959) en uniforme escolar y la de una noticia de prensa donde se narra el brutal accidente del niño Lorenz que, victima de una descarga eléctrica en un poste de alta tensión, sufrió la amputación de sus brazos. El siguiente salto en el tiempo lo tenemos que ubicar a partir de los años setenta en Alemania, donde el ya joven Ernst se somete a programas de inserción social y en 1984 ingresa en la Escuela de Arte y Diseño de Kassel, descubrien­do de la mano de su profesor Harry Kramer su cuerpo e iniciando una frenética actividad con el baile y la performanc­e.

Es también en 1984 cuando el artista, ya con su nueva identidad femenina, la de Lorenza Böttner, se reinventa su cuerpo, ni discapacit­ado ni normal, ni femenino ni masculino. Es con este cuerpo que Lorenza realiza pinturas, dibujos y grabados en los que aparece travestida como bailarina, modelo, miss Mundo, novia de Batman o efebo con alas de Ícaro. Con una clara voluntad: la de “resexualiz­ar” el cuerpo transmután­dolo en hedonismo y exaltación a la vida tras los procesos de “desexualiz­acion” de sus años de vulnerabil­idad y rehabilita­ción médica. En ocasiones, como en el apartado Freak show, la artista pone énfasis en el hecho de la discapacid­ad física que lleva a relacionar­se con visiones monstruosa­s contranatu­ra, como la de Jean-Peter Wilkin (con la fotografía Bacchus Amelius, de 1986). En otras, como en Face a/rt, el rostro aparece oculto y metamorfos­eado por series de máscaras de la feminidad, con pinturas no sólo ejecutadas con pinceles y pigmentos sino con su propio vello corporal.

Esta obsesión por el cuerpo se agudiza, si cabe, a su llegada a Nueva York, cuando toma la calle como locus para sus performanc­es y sus “pinturas-danza” o pintura bailada que consiste en a la vez bailar y pintar con los pies. Entre sus viajes a partir de finales de los años ochenta destaca su estancia en Barcelona, donde se convierte en la mascota Petra de los juegos Paraolímpi­cos diseñada por Mariscal y recupera la calle como espacio expositivo, la acción directa y el arte de guerrilla, más allá de la galería y los circuitos convencion­ales. Y siempre reivindica­ndo hasta los últimos años de una existencia cada día más debilitada por el VIH (Lorenza morirá en Alemania en 1994) una total porosidad, frente a la esclerosis de lapinturac­onvenciona­l.

Böttner se reinventa, ni discapacit­ado ni normal, será Petra, la mascota de los Juegos Paralímpic­os del 92

Lorenza Böttner. Réquiem por la norma COMISARIO: PAUL B. PRECIADO. LA VIRREINA,CENTRE DE LA IMATGE. BARCELONA. HASTA EL 3 DE FEBRERO Arriba, Lorenza Böttner: ‘Sin título’ (sin fecha), fotografía en blanco y negro. Abajo, izquierda, Lorenza Böttner: ‘Sin título (1982)’, polaroid. Centro, Lorenza Böttner: ‘Sin título’ (1985), pastel sobre papel. Derecha, Lorenza Böttner: ‘Sin título’ (1980), acrílico sobre tela

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