La Vanguardia - Culturas

El archivo familiar de Albert Hermanos

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> lar francès”, dice, porque sabía que estaba en París. Pero el interés del texto básicament­e es la rápida descripció­n de su primera impresión de la ciudad. “Molt mes habitable de lo que’m pensava. Té carrers molt bonics y concorregu­ts. La Puerta del Sol ofereix un aspecte animadíssi­m, sobretot a mitg dia i a entrada de fosch”. Le gustan los teatros, no hace tanto frío como creía y está contento de la casa de huéspedes donde se aloja gracias a la recomendac­ión de un amigo catalán.

¿Quién es el joven que escribe aquella carta? ¿Quién es el chico que bromea y en una carta posterior se refiere a las miradas que se cruzaban con las chicas en el paseo de Gràcia como si encarnaran una estampa de Auques i ventalls? Era un teenager del proyecto nacionalis­ta de Prat de la Riba y se sentía parte de la élite del noucentism­e. Con las antenas puestas en Europa (acababa de llegar de una primera estancia en París) y socializad­o plenamente en la nueva cultura del catalanism­o, era miembro de una vanguardia que se había compactado como tal le- En enero de 1914 hizo mucho frío en Barcelona y nevó muchísimo. Josep Albert Rulduà no lo dudó. Con 19 años salió del piso del Eixample, se encaminó hacia el parque de la Ciutadella e hizo una serie de fotografía­s preciosas. Quizás fue entonces cuando estrenó la cámara. Las imágenes quedaban congeladas en placas de vidrio que, después de pasar por un proceso químico en el laboratori­o, ya estaban listas para imprimirse en papel fotográfic­o. A lo largo de su vida preservó las placas originales. Las envolvía de una en una, después las organizaba por series y una vez hecho este trabajo las envolvía con un papel que parece de estraza, sobre el que anotaba la fecha y el contenido. Este material lo colocaba en unas cajas de madera especiales. Fue dentro de estas cajas, durante años conservada­s en el almacén de la fábrica de Albert Hermanos en l'Hospitalet, donde Javier Albert las encontró, del mismo modo que localizó las grabacione­s que su tío abuelo había hecho con una cámara de cine. Hay cinco series de fotografía­s donde aparece la familia Calvet. En una, hecha en Poblet, Gaziel no aparece, pero sí su hermana. En el resto, el periodista destaca. Abrazan un periodo que va de 1919 a 1927. Es la colección más completa de imágenes de uno de los principale­s hombres de cultura de la Catalunya del siglo XX. Hoy, por primera vez, todos podemos ver una selección. En un año y medio el movimiento Solidarita­t Catalana –uno de los hitos del catalanism­o histórico, según Gaziel– se había desarticul­ado. Madrid, explica, exultaba. “Tothom cridava, tothom s’alegrava, tots aplaudien el triomf d’en Lerroux, y, a la central de teléfonos, jo mateix vaig sentir com uns redactors del diari del trust demanaven el cap d’en Cambó!”. El tío de Gaziel casi llega a las manos “ab tota aquella trepa indecenta de periodiste­s”. El episodio, con mucha fidelidad a cómo lo vivió, lo recordó cincuenta años después en sus memorias.

Pocos meses antes, ya en plena dictadura de Primo de Rivera, Gaziel ha empezado a colaborar en El Sol, el diario liberal de Madrid. Los artículos, como los de La Vanguardia de aquel momento, son los de un publicista de entreguerr­as. Ya no es quien pensaba que sería. Es un intelectua­l de la Europa de su tiempo. Puede hablar de Spengler o Proust, mezcla Charlot con Cervantes y Montaigne le puede servir para iniciar una reflexión sobre la situación española. Lo hace en Tragedia o comedia. Explica que la política del país tiene tradición trágica, pero hace falta comedia. “La Historia no es una rígida tragedia, sino una ondulante comedia, porque en la vida colectiva no hay nada intangible, todo es cambiable, todo es reparable, cuando las decisiones, por trascenden­tales que sean, se fundamenta­n en la razón, en la justicia y la naturaleza”.

En el despacho de la fábrica Pepe Albert lo lee el 21 de enero de 1926. Se ha fijado en una imagen que Gaziel usa en el artículo. “La comedia, que quiere dar tiempo al tiempo y no cree en las soluciones brutales, intercala hilos de goma en los que no lo son, y obtiene un tejido elástico, que se estira y que se encoje, pero no se rompe”. Sabe cuándo puede haberlo imaginado. “Se veía exactament­e que era sugerida en su visita aquí”, explica por carta a su

Las cartas descubiert­as son las de un joven Gaziel recién llegado a Madrid para encauzar su proyecto vital

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ANA JIMÉNEZ
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