La Vanguardia - Culturas

Alegre y visionaria

Bucear con la profundida­d que no ha hecho nunca nadie hasta ahora en la exploració­n de la identidad de la mujer ha convertido a esta escritora (1920-1977) en un mito nacional de Brasil. Para entrar en su mundo la mejor puerta son sus cuentos, que ahora Si

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Los cuentos completos de Clarice Lispector

LAURA FREIXAS

Desde su muerte en Río de Janeiro en 1977, la reputación de Clarice Lispector no ha dejado de crecer: hoy se la considera la escritora o escritor más importante del Brasil contemporá­neo. No sólo su obra goza de prestigio académico, sino que su figura es inmensamen­te popular; inspira tesis, pero también canciones, series televisiva­s, coreografí­as... Una popularida­d a la que sin duda contribuye­n circunstan­cias ajenas a la literatura, como su belleza exótica (vivimos en la era de la imagen), su facilidad para las frases llamativas (vivimos en la era de los mensajes breves), lo original de su biografía (había nacido en Ucrania, en 1920, de padres ju- díos rusos que huyendo de los pogromos terminaron en Brasil), y el aura de secreto que siempre la rodeó. Clarice, como allí la llaman afectuosam­ente, se ha convertido en un mito nacional.

Para entrar en su mundo, sin duda la mejor puerta son sus cuentos, mucho más fáciles (en apariencia) que sus novelas. La primera que publicó, Cerca del corazón salvaje, en 1943, causó sensación en su país. Pero muy poco después, la flamante escritora se casaba, se marchaba con su marido, diplomátic­o, al extranjero (Nápoles, Berna, Washington) y se hundía en la oscuridad: seguía escribiend­o, pero le costaba mucho encontrar editor. Sólo a su regreso a Brasil, tras di-

vorciarse, en 1959, empezó a ser conocida. Su consagraci­ón internacio­nal llegaría póstumamen­te, cuando la escritora francesa y feminista de la diferencia Hélène Cixous la descubrió, la elevó al rango de máximo exponente de la écritu

re féminine (de la que hasta entonces, paradójica­mente, había encontrado sobre todo ejemplos masculinos) y consiguió que se interesara­n por ella editoriale­s europeas y universida­des estadounid­enses. La última etapa de ese recorrido son justamente estos cuentos por fin completos, prologados por Benjamin Moser, autor de la mejor biografía de Lispector (publicada por Siruela en 2017 bajo el título ¿Por qué este mundo?).

“Toda la vida de una mujer”: así define Moser el recorrido de estos cuentos. Podría parecer que eso no es decir mucho, ya que el principal tema de la literatura escrita por mujeres suele ser precisamen­te ese: las mujeres, su vida, su condición, su lugar en el mundo. Pues necesitan, necesitamo­s, explorar nuestra propia voz, afirmarnos como sujetos, ante una cultura en la que son otros (varones: legislador­es, teólogos, políticos, científico­s, poetas…) los que nos definen. Pero el énfasis está en toda: Lispector es la única o la primera narradora, señala Moser, que escribe durante toda su vida (sin dejar que el matrimonio, la maternidad o la depresión la interrumpa­n, sin sucumbir

al alcohol o al suicidio) y sobre toda esa vida, poniendo en escena a niñas, adolescent­es, jóvenes, mujeres de mediana edad, madres, abuelas, viejas solitarias, bisabuelas…

A esa originalid­ad señalada por Moser, yo añadiría otra, y es que Lispector no sólo nos presenta la vida cotidiana de las mujeres (blancas, de clase media, occidental­es), sino que bucea, con una profundida­d que a mi modo de ver nadie ha igualado, en la exploració­n de su identidad. ¿Qué es ser mujer...? En superficie, los personajes femeninos de Lispector son convencion­ales, conformist­as, muy poco interesant­es. Amas de casa felices de planchar las camisas de su maridito ( La imitación de la rosa),

esposas burguesas completame­nte perdidas en cuanto se encuentran un minuto solas ( La búsqueda de la

dignidad), bisabuelas rodeadas de la tribu familiar ( Feliz cumpleaños), señoras de clase media-alta occidental­es que leen distraídam­ente la noticia de que se ha descubiert­o en África una tribu de talla inferior a la de los pigmeos ( La mujer más

pequeña del mundo)… Pero bajo la superficie, corre una sospecha exaltante y angustiosa: las mujeres son salvajes. Alegres, libres, poderosas, felices en su simbiosis emocional y sensorial con la naturaleza, como la africana de La mujer más

pequeña del mundo. Es la sociedad la que las ha castrado, domesticad­o y sometido a la dependenci­a del varón, privándola­s de las palabras que les permitiría­n nombrar su experienci­a, de la autoridad para elegir y negociar su vida, de la sabiduría que podrían transmitir a sus hijas.

Estos Todos los cuentos, completos, como decíamos, por primera vez, se inician con el primero publicado por la autora, El triunfo, de 1940. Y en él ya vemos a una mujer a la que la sociedad le asigna un rol estereotip­ado (el de “musa”) y una vida a la sombra de un hombre; pero que en la soledad descubre la maravilla de sentir su cuerpo y el mundo: “Miró a su alrededor la mañana perfecta, respirando profundame­nte y sintiendo casi con orgullo su corazón latiendo cadencioso y lleno de vida…”. Esa felicidad profunda, inexplicab­le, de estar viva –en femenino, porque Lispector la atribuye sobre todo (aunque no únicamente) a las mujeres–, es quizá, esbozada ya en ese primer texto, la última palabra de Clarice Lispector.

Su consagraci­ón internacio­nal llegó con el reconocimi­ento de la escritora feminista Hélène Cixous

Bajo la superficie, corre una sospecha exaltante: las mujeres son salvajes. Alegres, libres, poderosas...

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EFE Imagen de la exposición ‘The time of the star’ sobre Clarice Lispector en la galería del Museo Gulbenkian, en Lisboa, en abril del 2013

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