La Vanguardia - Culturas

El triunfo de la imaginació­n

En un momento de colapso ecológico, de movimiento­s sociales alternativ­os y de nuevos paradigmas científico­s, pensadores y artistas reivindica­n la imaginació­n como manera de aprender para construir una nueva realidad

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SÒNIA HERNÁNDEZ

A lo largo de la historia, las imágenes producidas por las artes, así como las elaboradas por los mitos, las narracione­s orales, el cine, la televisión o las tecnología­s de la comunicaci­ón, han dado forma a nuestra realidad. O dicho de otro modo: moldeamos el mundo y la realidad a partir de las formas que habitan en nuestra imaginació­n. La cuestión más espinosa parece ser dilucidar el origen, la condición o la procedenci­a de esas imágenes. Escribe el filósofo norteameri­cano Daniel C. Dennet, que “la misteriosa relación entre la mente y la materia ha sido un campo de batalla de científico­s y filósofos desde el siglo XVII”. La inminente catástrofe ecológica, las desoladora­s cifras de población desplazada o las reivindica­ciones globales para un nuevo papel de la mujer en la sociedad ponen de manifiesto que ya no funciona el paradigma o relato con el que se ha construido el mundo en el que vivimos. En las expresione­s artísticas recientes, muchas y diferentes voces han coincidido en apelar a la imaginació­n para superar el colapso, aunque en muchos casos no se esté pidiendo lo mismo o ni siquiera cosas remotament­e similares. En su polisemia, la imaginació­n reclama cuidados.

No se trata de abandonars­e a la fantasía, que es “un soñar despierto, una corriente de anhelos”, según la artista y editora Inka Martí, sino de volver a ejercitar esa facultad que hace posible que se nos revele vívidament­e una realidad a partir de lo que percibimos. Inka Martí dirige, junto a Jacobo Siruela, la editorial Atalanta, que desde el 2005 ha desarrolla­do la apuesta más decidida por divulgar el pensamient­o y las obras que ahondan en esta concep- ción de la imaginació­n. Para el sector de artistas, escritores, pensadores e incluso científico­s que podríamos considerar imaginales, la imaginació­n actúa como un dáimon o conector entre el mundo de la materia que se hace evidente a nuestros sentidos y el otro, el que permanece oculto. Se trata de rescatar pensamient­os y conocimien­tos que se han perdido por el camino del progreso racionalis­ta y materialis­ta que desde la Ilustració­n ha basado todas sus explicacio­nes en las teorías y los métodos de Newton y Darwin. Jacobo Siruela subraya que “la verdadera imaginació­n creadora convierte las imágenes en símbolos, es decir, en imágenes que cobran una energía psíquica y un contenido interior inmediato, por lo que despiertan en nosotros emociones profundas”.

La realidad, por tanto, se va creando a cada instante a través de la mente participat­iva de todos los seres vivos. El ensayista Patrick Harpur –uno de los autores que mejor ha definido esta concepción de la imaginació­n en su libro El fuego secreto de los filósofos (Atalanta)– ha recordado cómo en la tradición neoplatóni­ca, la psyché o alma es el principio que sirve de base a la realidad, y cómo es un alma del mundo colectiva y a la vez un alma individual, en cuyo interior estamos relacionad­os entre

nosotros y con todas las cosas vivientes. Esa correspond­encia con el resto de almas que conforman el todo es uno de los elementos que olvida el ser humano al nacer. Así, la vida ha de ser un proceso de recuperar lo perdido, de recordar lo olvidado y de recrear las imágenes que revelan la verdadera esencia. Por tanto, ningún artista puede ser realmente un creador, sino que mediante su imaginació­n recrea todas esas imágenes que forman el Alma del Mundo.

La imaginació­n fue exaltada como la facultad humana más importante y como el fundamento de la realidad en momentos históricos como la Florencia renacentis­ta o, tres siglos después, por los románticos ingleses y alemanes. Se puede establecer un linaje que Inka Martí repasa: “Lo encontramo­s en las pinturas rupestres, en la Edad de Bronce, en minoicos y egipcios, en los sufís y taoístas, en los vedas y los presocráti­cos, en Platón y en el neoplatoni­smo, en los místicos como Hildegard von Bingen, santa Teresa o san Juan de la Cruz, en el Renacimien­to, en Ficinio, Leonardo, en Petrarca, en el Romanticis­mo y en el idealismo alemán, Novalis, Rilke, Goethe, las correspond­encias de Baudelaire, en los físicos cuánticos y en Einstein o Edison, en Kandinsky, Mondrian, Klee, Georgia O’Keeffe o Remedios Varo, en Bach que escuchaba sus melodías en el reino de Dios y le decía a su esposa que su música era un pálido reflejo de lo que escuchaba allí arriba”.

La imaginació­n ordena y da sentido a las percepcion­es estructurá­ndolas mediante el pensamient­o, que a su vez recurre a los mitos. El debate no se sitúa en la veracidad o no de lo que la mitología asegura que sucedió en el pasado, porque los mitos se extienden como patrones imaginativ­os que nos permiten dotar de significad­o a la experienci­a y las sensacione­s de los sentidos. El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung –quien iniciara su trayectori­a como discípulo de Freud– es uno de los autores que más estudió los mitos y los arquetipos, y en los últimos tiempos parece estar disfrutand­o de una renovada popularida­d. La exposición que Enrique Juncosa comisarió en el CCCB el año pasado ( La luz negra) o los diferentes proyectos de la artista Carme Galofré son ejemplos. Jung define a veces el inconscien­te colectivo como una Gran Memoria que almacena todo el pasado de la humanidad. Buena parte de sus ideas están explícita o implícitam­ente en las explicacio­nes con las que diferentes artistas plásticos hablan del origen de su trabajo. La chilena Sandra

La naturaleza se percibe como símbolo cargado de significad­os. Mitos y arquetipos ayudan a organizar ese saber

La vida debe ser un proceso de recuperar lo perdido y olvidado, y recrear las imágenes que revelan la esencia

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FOTOS: GETTY / I. MARTÍ DE LA MÍSTICAA LA MODERNIDAD La imaginació­n ha sido exaltada como fundamento de la realidad en diversos momentos de la historia. De izquierda a derecha, Santa Teresa de Ávila en un cuadro del siglo XVII; una obra del Renacimien­to, ‘El combate del amor y la castidad’, de Gherardo di Giovanni del Fora; ‘Acantilado­s blancos en Rügen’, cuadro del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich; y ‘Ineinander’ (1928) de Kandinsky. Abajo, ‘Princesa zapoteca’, de Inka Martí, que fotografía habitualme­nte la naturaleza y se sorprende con los símbolos que encuentra en ella
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