La Vanguardia - Culturas

Voilà du Vian!

Cien años del nacimiento de Boris Vian, un polímata –hombre de saberes múltiples– al que se dedicaba un festival en Eus, junto a Prada de Conflent. Pero no hubo contacto con la Universita­t d’Estiu

- JOAN DE SAGARRA

El jueves, 10 de enero, el diario Le Monde le dedicó una página entera a Boris Vian (Ville-d’Avray, 1920París, 1959). Últimament­e, en la prensa francesa, el rostro de Boris Vian se prodiga sin otra razón aparente que su descarado parecido con el del presidente Macron. Pero no, la presencia de Vian en Le Monde obedece a otras razones: el 23 de junio de este año se cumplirán sesenta de la muerte de Vian. Ocurrió en el Petit Marbeuf, un cine cercano a los Campos Elíseos. Boris había acudido a ver un pase de la adaptación cinematogr­áfica de su novela J’irai cracher sur vos tombes (novela que Vian había publicado Boris Vian en su taller

en 1946 bajo el pseudónimo Vernon Sullivan). Las malas lenguas dicen que la adaptación era tan mala que el corazón de Boris, tan generoso como frágil, no pudo superarlo y falleció camino del hospital. Sesenta años, pues, de la muerte de Vian que, mira por donde, vienen a coincidir, un día más y otro también, con el centenario de su nacimiento, ocurrido el 10 de marzo de 1920. Así pues, nos hallamos ante una doble efeméride, nacimiento y muerte de Boris Vian, que en marzo del próximo año cumpliría cien años y que en junio de este año, un 23 de junio, falleció hará 60 años. Y falleció muy joven, con 39 años, la misma edad de Emmanuel Macron cuando se hizo con la presidenci­a de la República Francesa.

El sesenta aniversari­o de la muerte de Vian me lleva a Eus, un pueblo precioso, vecino de Prada de Conflent, a unos cinco kilómetros al noroeste de esa localidad en la que, siendo un niño, pasé cerca de un año en compañía de mis padres, de Pau Casals –el “padrinet”–, de Pompeu Fabra, de la familia Alavedra… Yo no sabía de la existencia de Eus hasta que, en el estío de 1996, una amiga, hija de Perpinyà, nos invitó, a mí y a mi mujer, al festival que año tras año organizaba la Fondation Boris Vian, un festival en el que se combinaban la música clásica, la contemporá­nea, el teatro, la danza, el jazz, el rock, la chanson, la cançó, el flamenco… Y en el que se brindaba por la eterna juventud de Boris Vian.

En 1996, la Fondation Boris Vian celebraba su décimo séptimo festival. Allí me encontré con Henri Salvador, que alternaba algún que otrodesusc­élebresroc­ks,parodias del rock, de su amigo Boris –Rock and rollmops, Dis-moi que tu m’aimes, Rock, Va t’faire cuire un oeuf, man– con algunos de sus hits criollos (Maladie d’amour, Le bateau des îles), para terminar con un popurrí en el que no podía faltar aquel melindro de “la chanson douce, qui m’chantait ma maman…”, coreada por un rebaño de abuelitas, abuelitos, papás, mamás y unos críos embelesado­s, rendidos a sus pies.

En Eus conocí a Hot d’Dée, el presidente de la Fondation Boris Vian, uno de los raros negros del Tabou, “de loin le meilleur danseur du bi-bop”, como dice Philippe Boggio en su biografía de Boris Vian (Flammarion, 1993), y conocí a Ursula Vian, la viuda de Boris, una Ursula que me hablaba de sus años de jovencita, cuando frecuentab­a los cabarets de Zurich con el hijo de Joyce, cuando Elias Canetti le echaba los tejos; de sus giras con el ballet –Ursula era bailarina– de Roland Petit y, claro está, de Boris Vian.

Ursula Vian, la segunda mujer de Boris, nacida Kübler, de padre suizo y madre sueca, era entonces una mujer de setenta años cumplidos, una mujer guapa –quien tuvo retuvo–, atractiva, interesant­e, con la que, entrada la noche, solía tomarme una copa en Le Lézard Vert, frente al Canigó, mientras ella hablaba y hablaba y yo la escuchaba al tiempo que ronroneaba

Henri Salvador tocaba parodias del rock de su amigo Boris para terminar con un popurrí

con sus mininos, en especial con una gata, Ernestine von Karajan –así se llamaba–, la cual, al parecer, se había encapricha­do conmigo.

En 1996, el décimo séptimo festival de la Fondation Boris Vian coincidía con el de la Universita­t d’Estiu de Prada de Conflent, que aquel año llegaba a su 28.ª edición. En 1996 el rector de la Universita­t d’Estiu era ni más ni menos que mi buen amigo Miquel Porter, miembro fundador de Els Setze Jutges, quien, huelga decirlo, se conocía buena parte de las 700 u 800 canciones que llegó a escribir Boris Vian, desde la celebérrim­a Le déserteur hasta aquella no menos célebre Fais-moi mal, Johnny –“Moi, j’aim’ l’amour qui fait boum!”–. Y lo bueno es que Porter, el Porter de la nova cançó, y el Vian de los Trois Baudets no coincidier­on nunca. Nunca la Universita­t d’Estiu lo homenajeó aunque coincidió con Vian.

Hoy Boris Vian es un clásico. Sus novelas figuran en La Pléiade (Gallimard). Y sus canciones se reeditan. Confiemos en que el Institut Français de Barcelona no se olvide de él y a falta del amigo Porter (A.C.S) convoque a Quico Pi de la Serra y algún que otro francófilo de la nova cançó que tanto le debe, que tantoledeb­emos.

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ARCHIVO
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