El arte de las manos sucias
J. A.
Normalmente ese espejo refleja el cuerpo de los diputados. Enmarcado con maderas doradas, está colgado de una pared de una de las salas del Congreso de los Diputados. Pero durante unos meses esa sala y tantos otros espacios del poder institucional no sólo serán lugares de paso o de reunión. Desde el 1 de diciembre el Senado y el Congreso están albergando la exposición El poder del arte, enmarcadas en la conmemoración de los 40 años de la Constitución y que reúne una serie de obras de artistas de la cultura de la democracia pertenecientes a la colección del Museo Reina Sofía. En esa sala, frente al espejo, una fotografía: Les meves mans després de tocar coses brutes de Ignasi Aballí. Manos sucias en la luminosidad aséptica de la sala. En un pasillo del Senado, tres figuras antropomorfas que talló Francisco Leiro y que forman la escultura Rarear. ¿Qué hay tras su silencio meditativo? Allí, como perdidas en la sede de la soberanía, ¿qué juzgan, qué observan, qué buscan? ¿Qué pensamiento oculta su silencio meditativo?
No es el arte del poder, es el poder del arte. Y no es fácil contemplarlo. La exposición sólo puede visitarse los lunes o el sábado por la mañana y tras haber realizado una reserva previa, aunque un consuelo es pasearla a través de la visita virtual que cuelga del web de Acción Cultural Española –organismo coorganizador de esta exposición y de la de la Biblioteca Nacional–. Ver esta doble exposición, sea como sea, es una experiencia. Porque no pretende una confirmación complacida en la certeza del mito fundacional. Al contrario. Busca el surgimiento de una sensación de inquietud.
Al abrir el catálogo de la exposición, cuyo pdf puede descargarse desde la página del Congreso, nos recibe una fotografía. Es de uno de los leones que presiden la escalinata del edificio del Congreso. Vigila con la autoridad de su fuerza. La imagen acompaña el primer texto del catálogo, firmado por Ana Pastor y Pío García-Escudero –presidentes respectivamente del Congreso y el Senado–, donde se describe el sentido de esta exposición. “Con lo mejor de la creación española contemporánea se construye una exposición plural, con gran amplitud de miras, con matices, contrastes y contrapuntos desconcertantes”. El contrapunto surge no de las obras sino de una “inesperada ocupación de los espacios de dos importantes centros de soberanía y decisión”.
Ese inesperado desconcierto adquiere sentido crítico en Poéticas de la democracia. Imágenes y contraimágenes de la transición, una exposición que es una interesantísima profanación. Está en el edificio Nouvel del Reina Sofía, fue inaugurada por los Reyes y podrá verse durante prácticamente todo el 2019. Para que el espectador común pueda entender su propósito le faltan buenas instrucciones (¡un catálogo, por favor!), pero rescata una documentación excelente y recupera y piensa materiales que no son nada habituales en los archivos oficiales porque son precarios y eran constitutivamente marginales. La exposición se integra en un proyecto dirigido por Manuel Borja-Villel –direc-
Las obras procedentes del Reina Sofía en el Parlamento buscan el surgimiento de una sensación de inquietud, de un inesperado desconcierto