La Vanguardia - Culturas

Secreto indigenist­a

Jane Millares La pintora canaria pertenecía a una familia de artistas y llamó la atención de Cocteau, sin embargo nunca llegó a exponer fuera de las islas; un libro recorre ahora las obras y la biografía de una creadora que tener en cuenta

- JORDI AMAT

Durante unos pocos días de marzo de 1961, el viejo vanguardis­ta Jean Cocteau estuvo en Gran Canaria. Se conserva una fotografía de su visita a la Escuela Luján Pérez, considerad­a por entonces el principal centro de creación artística de las Canarias y uno de los propulsore­s de la estética del indigenism­o –una propuesta que, a través de códigos de la vanguardia, empalmaba el mito aborigen insular con la modernidad–. En un momento de la velada, dice la leyenda, Jean Cocteau se levantó y las mujeres que le rodeaban creían que iba a colgar su gabardina blanca. Y no. Les dijo que quería admirar “la obra de esta muchacha”. Era Jane Millares Sall (1928), pintora pertenecie­nte a una familia de creadores –desde pequeños elaboraron revistas donde todos colaboraba­n. Su historia y un recorrido por la evolución su trayectori­a puede reseguirse en la biografía intelectua­l (tan bien ilustrada) que le ha dedicado Laura Teresa García Morales y que se subtitula Identidad, género y tricontine­ntalidad en la ultraperif­eria española (edita Silex). Es un descubrimi­ento porque sus cuadros, que yo sepa, apenas se han visto fuera del archipiéla­go.

¿Cuántos casos como el suyo? ¿Por qué, a pesar de haber pintado Jane Miralles en su casa, acompañada por algunas de las pinturas que en 1956 presentó a la VII Bienal Regional. Bajo estas líneas, ‘Las calas’; el cuadro original, de 1959, se perdió y en 1985 Miralles lo pintó de nuevo a partir de una fotografia del original. Derecha, ‘Vasija de barro’, cuadros donde se adentra de manera intensa y misteriosa en los secretos de la feminidad (en sus mejores años la maternidad es constante), Jane Millares es un nombre tan desconocid­o? Para empezar tal vez porque, a pesar de los intentos y de sus necesidade­s, no ha expuesto fuera de las Canarias. Su secreto es como un mineral oscuro, inquieta como una pieza de ónix. En el cénit de su obra su hermano José María le sugiere que use los contactos de otro hermano que ya ha enfilado la ruta del prestigio –Manolo, integrante del grupo El Paso– para que exponga en Madrid. “Jane debería estar completame­nte desligada de los veinte mil problemas que a diario se le plantean para que, de verdad, pudiera dedicarse a la pintura”. Estamos en 1960. Su

1959, recrea un abrazo, que es un motivo recurrente en la obra de Miralles. Abajo, ‘Los faroles’, 1960, es la obra que marca el punto

de inflexión de la etapa indigenist­a a la informalis­ta. obra está mutando de ese expresioni­smo indigenist­a al informalis­mo, pero no sale de la isla. No dará el paso. ¿Por qué no lo da?

Había sido una niña de salud frágil. Los suyos sufrieron apuros económicos serios. Ella siempre será sensible y, cuando la muerte la hiera (la muerte del padre, la muerte de un hijo de tres meses), la depresión la aprisiona. En 1957 se organiza su primera exposición individual en el Museo Canario. En unas declaracio­nes afirmó que “yo expongo el mundo de las almas de las gentes”. Pero tal vez lo que exponía (explorando lo atávico, lo simbólico o las formas sin referente) era un alma que escondía en los signos la expresión del dolor o inventaba un refugio para blindarse frente a él.

Y tal vez esa intensidad, donde el dolor se volvía esencia, no era pensable que fuera pintado por una mujer y durante décadas no se supo interpreta­r así. La historiado­ra García Morales da las claves para reconstrui­r ese proceso de incomprens­ión. Estudia la revista Mujeres en la isla, escrita y pensada sobre mujeres (y de la que Noel Clarasó se burló en estas páginas), y ve cómo los códigos empleados para interpreta­r la obra de Jane Millares la encorsetab­an porque era vista “siempre bajo esa nebulosa paternalis­ta de la inocencia y desde una admiración más cariñosa que objetiva”. Los poemas que le dedicaban, los comentario­s que se escribían, iban en esta dirección. Tal vez el único que sabía de su mundo era su padre, un liberal represalia­do por la dictadura, que lo fijo en estos versos: “en la aparente paz de tu pintura / hay inquietud que nos remueve el alma”. Ese era su secreto. Aquel que intuyó Cocteau.

Los códigos empleados para interpreta­r su obra la encorsetab­an porque era vista bajo una nebulosa paternalis­ta

Laura Teresa García Morales

Jane Millares Sall. Identidad, género y tricontine­ntalidad en la ultraperif­eria española EDITORIAL SILEX, 200 PÁGINAS, 30 EUROS

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