El poder silencioso de una librería minúscula
Novela A través de dos jóvenes de distintas épocas, Kaouther Adimi valoriza el libro y su papel como motor de cambio social, una oda a la literatura
ADA CASTELLS
En el penúltimo capítulo de Nuestras riquezas. Una librería en Argel, Kaouther Adimi escribe que el problema con el color azul es que engancha, te ahogas y te puedes perder en él, y de repente, uno se da cuenta que es de todo esto de lo que nos ha estado hablando a lo largo de su historia: de un engancharse, de un ahogarse, de un perderse, y también de un color azul, el del cielo de Argel y el de unas paredes por pintar en una pequeña librería que hay en la calle Hamani, que antes se llamaba Charras.
Adimi nos cuenta como Ryad, un estudiante de nuestros tiempos, un parisino de origen argelino sin ningún interés especial por la cultura, recibe el encargo de vaciar una pequeña librería de Argel que se convertirá en una tienda de buñuelos. En principio, la tarea le parece bastante fácil: tiene que deshacerse de los libros, limpiar el piso y pintar las paredes.
Ryad no sabe que, entre otros obstáculos, topará con la resistencia pasiva de los vecinos, sobre todo la del viejo encargado que no es un gran lector, pero sí que sabe que los libros son poderosos: pueden sacar a su pueblo de la miseria y de la sumisión. Abdallah conoce la historia de Edmond Charlot que en 1936 inauguró la vieja librería bajo el lema “Jóvenes, de los jóvenes, para los jóvenes, en contra del conformismo, para la libertad”. El pequeño establecimiento pasó a ser un oasis para Albert Camus (Charlot fue su primer editor), Saint-Exupéry y André Gide, pero para Ryad estos sólo son nombres que se tenía que aprender en la escuela.
Kaouther Adimi nació en Argel en 1986. Nuestras riquezas es su