La historia más triste
Documento Javier Padilla retrata con una sensibilidad elegante el fervor político de los inicios de la transición mediante un suceso trágico
Lola González Ruiz, Enrique Ruano y Javier Sauquillo junto a la casa de las Flores de Madrid Hace medio año se celebró en Madrid un seminario titulado Catolicismo e izquierda en torno a 1968. Tal vez el debate más productivo que tuvimos versó sobre el proceso de radicalización de jóvenes que llegaron a la universidad militando en asociaciones católicas. No fueron pocos los casos de estudiantes que, en el tumulto de los últimos sesenta, transitaron de una intensa fe religiosa a la militancia en la utopía revolucionaria.
Valdría para Enrique Ruano, primer protagonista de un libro que reconstruye una época de fervor para explicar una historia personal tristísima con una sensibilidad precisa y elegante. Hijo de la victoria franquista y educado en la elitista escuela del Pilar de Madrid –fue compañero de pupitre de Fernando Savater–, Ruano empezó a estudiar Derecho en 1964. Allí fue comprometiéndose al tiempo contra el franquismo y el capitalismo, al relacionarse con el grupo de la revista Cuadernos para el Diálogo y, en un tiempo de empacho marxista y agitación universitaria desbordada, acabó militando en el revolucionario Frente de Liberación Popular.
Durante su segunda detención, estando presente en el registro de un piso alquilado a dos vascos que huían de la represión policial contra ETA, la policía lo mató. “No parece que los policías pretendieran matar a Enrique, y sostengo que su muerte se debió a un error que cometieron”, concluye Javier Padilla (Málaga, 1992) tras una reflexión minuciosa sobre lo sabido al reabrirse el caso mucho después. Pero lo que toda España pensó entonces, porque esa fue la asquerosa información oficial, es que ese chaval de 21 años se había suici