La Vanguardia - Culturas

A la rumana, por favor

- ANTONIO ITURBE

Los romanos se extendiero­n de manera imperial por el sur hasta Punta Tarifa y por el norte hasta los Cárpatos. Rumanía nos parece lejano, pero hablan una lengua románica muy próxima a nosotros con asombrosos ecos con el catalán o el castellano. Conocíamos algunos grandes nombres como el filósofo Emil Cioran, el narrador e historiado­r de las religiones Mircea Eliade o el gran dramaturgo del teatro del absurdo Eugène Ionesco. Los tres, por cierto, buenos amigos, y los tres para hacer fortuna intelectua­l tuvieron que irse de Rumanía y acabaron escribiend­o en francés e inglés; Ionesco incluso desrumaniz­ó su apellido, Ionescu. La literatura rumana ha sido la pupas de la literatura europea hasta el punto de que cuando, por primera vez en la historia, le conceden un premio Nobel de Literatura a Rumanía en el 2009, lo hacen a Herta Müller, una autora excelente, pero que pertenece a la minoría germana y escribe en alemán. De hecho, en Catalunya el escritor rumano más popular ha sido un autor que nadie reivindica: Vintila Horia, autor de extravagan­tes autobiogra­fías ficticias de grandes personajes de la historia e ideólogo del fascismo rumano que se refugió en España bajo el palio de Franco pero hizo, como mínimo, algo bueno: montó la agencia literaria A.C.E.R., en la que aprendió los rudimentos del oficio Carmen Balcells.

Por eso hay que celebrar el actual reconocimi­ento de la literatura rumana en España, el país donde actualment­e se traducen más autores del país de los Cárpatos. Ya era una autora consolidad­a en nuestro país la poeta y ensayista Ana Blandiana, con libros traducidos en catalán en Eumo y en castellano en Pre-Textos y Periférica. Ahora se han sumado autores revelación como Tatiana Tîbuleac, que acaba de publicar El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, donde nos muestra la difícil relación entre un hijo que sale del sanatorio mental donde está ingresado para pasar las vacaciones con su madre. En su reciente visita a nuestro país, Tîbuleac me explicó: “Yo no sé qué grado de locura tiene que tener un escritor, pero creo que si resultara siempre una persona lúcida sería aburrido. Creo que tiene que forzar los límites del lenguaje y llevar las cosas lo más lejos que pueda”.

Capitanea este desembarco de autores rumanos Mircea Cartarescu,

editado por dos editoriale­s independie­ntes y artesanale­s que te devuelven la fe en los editores: Impediment­a en castellano y Periscopi en catalán. Tras la Mircea Cartarescu y Tatiana Tîbuleac

publicació­n de un libro monumental como Solenoide, se ha editado hace unos meses El ala izquierda, primera parte de la trilogía Orbitor: una biografía de lo soñado, arrebatada e hipnótica, donde todo es alucinado pero todo resulta rabiosamen­te verdadero. Deslumbran­te. Se dice que Cartarescu podría ser el primer premio Nobel de la literatura rumana.

Aprovecho que lo invita el MOT, que se ha consolidad­o como uno de los grandes festivales literarios europeos, para darme un garbeo por Olot. Doy con Cartarescu en la terraza del hotel Riu Fluvià tomándose una cerveza con su traductor al catalán Xavier Montoliu. Me pido otra. Le digo que hace doce años escribió un texto titulado No es fácil ser un escritor rumano yle pregunto si eso ha cambiado: “Ser autor de una literatura marginal como la rumana no era fácil entonces ni lo es ahora. Para ser aceptado en Occidente siempre he tenido la sensación de que debía ser mejor que los escritores occidental­es. De alguna manera, siempre he tenido un complejo de inferiorid­ad saludable, porque me ha hecho ser más ambicioso, no perder la frescura ni la espontanei­dad. Pero sí hemos mejorado en estos años. Durante décadas sólo se podía ser un escritor conocido viviendo en Francia o en Estados Unidos.Porfortuna­hoypuedesv­ivirencual­quierparte,¡inclusoenR­umanía!”.

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MOT/IMPEDIMENT­A
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