La Vanguardia - Culturas

Anatomista­s

- JOAN-PERE VILADECANS

Toda obra creativa, el arte en general, comienza con un misterio. En realidad deberíamos decir que el arte y la ciencia empiezan y terminan con un misterio. O quizá más aún: son sólo un misterio. Un resplandor, un puente para transitar entre incógnita e incógnita. Algo que se intuye. Algo que siempre quedará por desvelar. Afortunada­mente. Puede que por eso, o sólo por eso, la ciencia y el arte han seguido secularmen­te caminos paratal, Un ejemplar de la segunda edición de ‘De humani corporis fabrica’

lelos. Unas infinitas líneas que –y de ahí la paradoja– nunca llegan a tocarse, ni a unirse. Si algún día lo hicieran probableme­nte la voluntad de conocimien­to humano se saciaría. ¿Se desvanecer­ían las dudas?

La permanente enemistad del arte, la ciencia y la medicina con la muerte, teniendo muy presente a Leonardo, tienen su más genial interrelac­ión en la obra De humani corporis fabrica (1543) de Andreas Vesalius. Un monumento históricam­ente ineludible. Un libro considerad­o como un gran paso hacia el desarrollo y el conocimien­to de la medicina moderna. Vesalius fue anatomista, biólogo, médico, cirujano y profesor universita­rio. El arte –ya verán– y la ciencia unidos en un renacentis­ta excepciona­l. Se sabe que Vesalius lamentaba la separación entre médicos y cirujanos y que estos dejaran el cuidado de los medicament­os a los boticarios. El libro es conocido, sobre todo, por la belleza de sus ilustracio­nes y por su sobrecoged­or impacto visual. Estético y sublime. No puedo olvidar la emoción que me produjo, y me produce, su contemplac­ión. Aún hoy, habitando en nuestra arrogante era digila hermosura de De humani , en su conjunto, es de una evidente contempora­neidad. 700 páginas de una excelente impresión, cuidada tipografía, fidelidad científica. Vesalius fue el autor y editor del texto. Y quien encargó las maravillos­as xilografía­s –difícil técnica de grabado sobre madera– a diversos autores, todos ellos procedente­s del taller de Tiziano. Vesalius no sólo innovó la ciencia y el descubrimi­ento preciso de la anatomía, fue también un sabio en la concepción editorial, gráfica y estética que influiría en el arte de su tiempo. Y de nuestros días. Cierto es que cada generación trata con condescend­encia y un ligero desdén a la anterior, pero le intranquil­iza la propia, y ya no digamos la futura. Las futuras. En De humani corporis fabrica hallaremos más informació­n sobre nuestro periplo y condición que en las rápidas respuestas de las redes y sus urgencias, pero… ¿y las emociones?

Otra publicació­n de enorme importanci­a es el Traité complet de l’ anatomie de l’homme (1831) de Marc Bourgery, médico anatomista francés que con Henri Jacob y un equipo de dibujantes culminaron tras 20 años de trabajo una, también, monumental obra con una expresión plástica diferente de la de Vesalius. Otra época. Los valores de la Ilustració­n contrapues­tos a los del Renacimien­to. Junto con los hallazgos científico­s, la obra de Bourgery y Jacob supone una gran aportación a las técnicas de reproducci­ón. A sólo un año del descubrimi­ento de la litografía, las ilustracio­nes de Jacob son directamen­te dibujadas sobre la piedra, con la tinta y el lápiz graso y las sombras y los relieves sugeridos a paciencia y sabiduría. No tardaría mucho, con dicha técnica, Toulouse-Lautrec en crear sus históricos carteles del Moulin Rouge.

Siempre se discutirá sobre el fondo y la forma; los dos casos anteriores muestran la perfecta unión del contenido y el continente. Del arte y la ciencia.

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