Anatomistas
Toda obra creativa, el arte en general, comienza con un misterio. En realidad deberíamos decir que el arte y la ciencia empiezan y terminan con un misterio. O quizá más aún: son sólo un misterio. Un resplandor, un puente para transitar entre incógnita e incógnita. Algo que se intuye. Algo que siempre quedará por desvelar. Afortunadamente. Puede que por eso, o sólo por eso, la ciencia y el arte han seguido secularmente caminos paratal, Un ejemplar de la segunda edición de ‘De humani corporis fabrica’
lelos. Unas infinitas líneas que –y de ahí la paradoja– nunca llegan a tocarse, ni a unirse. Si algún día lo hicieran probablemente la voluntad de conocimiento humano se saciaría. ¿Se desvanecerían las dudas?
La permanente enemistad del arte, la ciencia y la medicina con la muerte, teniendo muy presente a Leonardo, tienen su más genial interrelación en la obra De humani corporis fabrica (1543) de Andreas Vesalius. Un monumento históricamente ineludible. Un libro considerado como un gran paso hacia el desarrollo y el conocimiento de la medicina moderna. Vesalius fue anatomista, biólogo, médico, cirujano y profesor universitario. El arte –ya verán– y la ciencia unidos en un renacentista excepcional. Se sabe que Vesalius lamentaba la separación entre médicos y cirujanos y que estos dejaran el cuidado de los medicamentos a los boticarios. El libro es conocido, sobre todo, por la belleza de sus ilustraciones y por su sobrecogedor impacto visual. Estético y sublime. No puedo olvidar la emoción que me produjo, y me produce, su contemplación. Aún hoy, habitando en nuestra arrogante era digila hermosura de De humani , en su conjunto, es de una evidente contemporaneidad. 700 páginas de una excelente impresión, cuidada tipografía, fidelidad científica. Vesalius fue el autor y editor del texto. Y quien encargó las maravillosas xilografías –difícil técnica de grabado sobre madera– a diversos autores, todos ellos procedentes del taller de Tiziano. Vesalius no sólo innovó la ciencia y el descubrimiento preciso de la anatomía, fue también un sabio en la concepción editorial, gráfica y estética que influiría en el arte de su tiempo. Y de nuestros días. Cierto es que cada generación trata con condescendencia y un ligero desdén a la anterior, pero le intranquiliza la propia, y ya no digamos la futura. Las futuras. En De humani corporis fabrica hallaremos más información sobre nuestro periplo y condición que en las rápidas respuestas de las redes y sus urgencias, pero… ¿y las emociones?
Otra publicación de enorme importancia es el Traité complet de l’ anatomie de l’homme (1831) de Marc Bourgery, médico anatomista francés que con Henri Jacob y un equipo de dibujantes culminaron tras 20 años de trabajo una, también, monumental obra con una expresión plástica diferente de la de Vesalius. Otra época. Los valores de la Ilustración contrapuestos a los del Renacimiento. Junto con los hallazgos científicos, la obra de Bourgery y Jacob supone una gran aportación a las técnicas de reproducción. A sólo un año del descubrimiento de la litografía, las ilustraciones de Jacob son directamente dibujadas sobre la piedra, con la tinta y el lápiz graso y las sombras y los relieves sugeridos a paciencia y sabiduría. No tardaría mucho, con dicha técnica, Toulouse-Lautrec en crear sus históricos carteles del Moulin Rouge.
Siempre se discutirá sobre el fondo y la forma; los dos casos anteriores muestran la perfecta unión del contenido y el continente. Del arte y la ciencia.